Insospechada estación de paso
La película se configura como una comedia negra de enredo, con muertes, sangre, sexo, violencia, corrupción y adulterios; pocas veces encuentra el tono
No son pocos los casos de directores españoles que, más debido a las complicadas circunstancias económicas y de producción de nuestra cinematografía que a un verdadero anhelo por encontrar nuevos caminos para el desarrollo de una obra más o menos amplia, han acabado haciendo películas impensables en el momento en que se iniciaron sus carreras, tanto para el espectador como seguramente para ellos mismos. Así ha sido demasiadas veces nuestro cine y volvemos a estar en una encrucijada respecto de lo que se supone que demanda el público y el coherente abono de una obra personal.
OLA DE CRÍMENES
Dirección: Gracia Querejeta.
Intérpretes: Maribel Verdú, Juana Acosta, Paula Echevarría, Antonio Resines.
Género: comedia. España, 2018.
Duración: 95 minutos.
Si a la Gracia Querejeta de los años noventa, la de las complejas relaciones familiares y el rictus dibujado en sus armazones dramáticos, la de historias como Una estación de paso y El último viaje de Robert Rylands, le dicen que dos décadas y media después iba a estar haciendo comedias de ambiciones estrictamente comerciales, como es el caso de la deficiente Ola de crímenes, puede que se hubiera acordado de la larga lista de grandes cineastas que en su día también inclinaron la balanza hacia un territorio en principio insospechado: de Rafael Gil a Angelino Fons, pasando por Antonio del Amo, Pedro Lazaga, José María Forqué y Manolo Summers.
La secuencia de arranque ya hace saltar las alarmas: dos intérpretes tan formidables como Maribel Verdú y Javier Cámara, ambos de innegable vis cómica, sucumben ante un texto sin chispa ni calidad. Más que la situación en sí, son los diálogos los que encallan, las réplicas con pretensiones ocurrentes. Y a partir de ahí, en forma de largo flashback, la película se configura como una comedia negra de enredo, con muertes, sangre, sexo, violencia, corrupción, adulterios y hasta estupros. Un trabajo que pocas veces encuentra el tono.
Escrita en solitario por Luis Marías, Ola de crímenes tiene tramas y situaciones tan distintas que incluso los intérpretes se muestran a veces un tanto perdidos, con registros y momentos que mezclan como agua y aceite, lo que lleva a actuaciones que nunca acaban de casar en la misma película. Y ahí el estrambóticamente expansivo método de Juana Acosta y el tormento interior (y exterior) de Antonio Resines podrían ejercer de paradigmas. De modo que la película, que pretende ser negra y atrevida, va por rachas en lugar de aglutinarse en un tono uniforme. Un desajuste de base que termina hundiendo un libreto, de todos modos, con la gracia justa.
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