La isla feliz de La Ribot
La artista presenta en Madrid su nueva obra, en la que trabaja por primera vez con bailarines discapacitados
Conocer a dos intérpretes y crear una obra específica para ellas. Este era el objetivo del viaje de la artista consagrada María José Ribot a la isla portuguesa de Madeira. Henrique Amoedo, director de la compañía Dançando Com a Diferença que trabaja con artistas discapacitados, la invitó personalmente con ese propósito. Pero una vez que la coreógrafa y bailarina española puso un pie en esta isla volcánica en medio del Atlántico, el proyecto cambió: “He estado tocada por la naturaleza de esta tierra y de todas estas personas, por eso he decidido ser parte de la producción y meterme de lleno en la creación de una obra con todo el colectivo”, explica La Ribot a EL PAÍS.
Entre volcanes, plátanos, viñas y cañas de azúcar, Henrique Amoedo creó en 2001 un proyecto de danza para que cualquier persona discapacitada alcanzara su sueño de ser bailarín. Artistas con Síndrome de Down, ciegos o autistas, entre otros, le dan vida a obras performativas de primer nivel con las que intentan cambiar la visión general sobre la discapacidad. Así lo demuestra su lema: “Danzamos con el cuerpo, independientemente del cuerpo que tengamos”. Cada año escogen a bailarines de alto nivel como Paulo Ribeiro, Rui Horta, Clara Andermatt, Rui Lopes Graça o Tânia Carvalho, con quienes elaboran una gran obra. Para 2018 el turno ha sido el de La Ribot.
Osadía era el ingrediente que le faltaba a Amoedo en sus piezas hasta el momento. Osadía para tocar temáticas sensibles de la discapacidad, como las relaciones sexuales y familiares. La mejor opción para ello era invitar a una de las revolucionarias de la escena de los últimos 25 años. “Solamente la propia La Ribot podría concebir un espectáculo con el nivel de osadía que esperábamos. Su forma arrojada de abordar la sexualidad, la presencia y representación de los cuerpos de los intérpretes como elemento estético y el poder individual que le otorga a cada artista en escena; eran los elementos que justamente necesitábamos para el siguiente nivel a alcanzar de Dançando Com a Diferença”, explica el director.
La ruta
Isla, aislamiento, autonomía, deseos. Estos conceptos llegaban a la cabeza de la artista mientras observaba maravillada la belleza volcánica y la vegetación tropical de Madeira. La idea entonces estaba clara: en su obra hablaría de la isla y en cómo esta compañía trabaja para cumplir los sueños de sus integrantes. Por ello, no había mejor nombre para esta pieza que Happy Island. “El objetivo ha sido transmitir la belleza de la isla, de estos bailarines; la belleza de su existencia y de sus deseos”, afirma La Ribot.
Entre noviembre y mayo de 2017, la artista española estuvo yendo y volviendo de la isla para observar y así extraer la poesía de los miembros de la compañía. A veces simplemente se sentaba a conversar y otras les preguntaba por sus deseos más profundos para que ellos mismos los interpretasen. Casarse, tener hijos, ser profesores de danza, viajar a Nueva York, eran los de algunos.
Todas estas ideas la coreógrafa las ha trasladado a Happy Island por medio de dos historias en paralelo que dialogan entre sí y que suceden simultáneamente. La primera, en el mismo escenario a través de cinco intérpretes, cuatro con Síndrome de Down y una con dificultad motriz. La investigación profunda de la coreógrafa sobre el desafío entre lo humano y lo artístico se hace presente. La segunda, en una película que se proyecta de fondo, cuya directora ha sido Raquel Freire. Aquí aparece todo el colectivo inserto en el maravilloso bosque milenario Fanal, en la zona norte de Madeira. ¿La razón? homenajear a esa tierra y a esas personas. Lugar e individuos se vuelven uno.
El estreno oficial de esta nueva pieza de La Ribot se ha realizado el 5 de septiembre en el Festival Internacional La Batie en Ginebra. Pero en España el lanzamiento se realizará este miércoles 12 de septiembre como puntapié inicial de Ídem, el festival internacional de artes escénicas de La Casa Encendida en Madrid.
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