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Crítica | Megalodón
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Una de fieras

Turteltaub propone aquí un ejercicio de terror submarino que, en el fondo, da lo prometido

Atapuerta
Una imagen de 'Megalodón'.

Un perrito faldero y la aleta de un prehistórico megalodonte, cortando amenazante la superficie del mar, sólo podrían encontrarse en un poema surrealista o en uno de esos blockbusters que, desde mediados de los años 70, quedaron infectados de espíritu serie B tras la aparición del Tiburón (1975) de Steven Spielberg. En Megalodón, Jon Turteltaub consigue una de las imágenes más memorables de su propuesta mediante la suma del candor de un chucho nadador y la hiperbólica amenaza de esa criatura surgida de las profundidades para subir la apuesta en ese duelo por el dominio del gran espectáculo sensacionalista que han vuelto a librar los grandes estudios y la serie B de la era digital —ahí está la productora The Asylum con sus irresistibles derivados de Sharknado (2013)—.

MEGALODÓN

Dirección: Jon Turteltaub.

Intérpretes: Jason Statham, Ruby Rose, Li Bingbing, Rainn Wilson.

Género: aventuras.

Estados Unidos, 2018

Duración: 113 minutos.

Basada en un best-seller de Steve Alten —autor que ya lleva publicadas siete novelas de megalodontes—, Megalodón estuvo a punto de convertirse en una película dirigida —¡y protagonizada!— por Eli Roth, cineasta que probablemente hubiera inyectado a la propuesta un humor tan retorcido como el que en su día aportó el francés Alexandre Aja a su revisión del clásico de Joe Dante en Piraña 3D (2010). Bastante menos dado a dejar improntas de autor, Turteltaub propone aquí un ejercicio de terror submarino que, en el fondo, da lo prometido —ni una onza de sorpresa más— e integra todos los ingredientes de la receta: héroe al que le atormenta ser recordado por cuántos dejó atrás y no por cuántas vidas salvó, monstruo insaciable en dirección a playa atestada de felices turistas, capitalista imprudente que desoye los consejos de los científicos a su cargo… Asimismo, la película también salta de lugar en común en lugar común sin pasar por alto ninguna de las situaciones tipo que el espectador bregado necesitará revisar: hay un poco de futurismo acuático entre lo verneano y lo cameroniano, una contundente escena con jaula submarina, el consabido ataque de la bestia a la embarcación de los protagonistas y, por supuesto, una merendola en primera línea de playa cuya coloratura se mantiene por debajo de lo que exigen las calificaciones familiares.

Un plano que parte del rostro de Jason Statham para elevarse y relacionar en toma cenital la figura del héroe nadador y la aleta del monstruo brilla como un islote en un conjunto que apuesta por la artillería pesada. Lo importante es que el público no se queda con hambre.

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