Mafia, estado y religión
La ficción escrita y codirigida por Niccolò Ammaniti, ganador del premio literario Strega, reúne en ocho capítulos los tres pilares de la fascinación narrativa de los italianos
El éxito dejó de ser obra de genios hace algún tiempo y los hits, también televisivos, se fabrican en laboratorios. Netflix utiliza el mismo sistema de inteligencia artificial para recomendar sus series que Spotify emplea para saber lo que nos gustará escuchar cuando subamos al coche esta semana y pongamos rumbo a nuestras vacaciones. No hay secretos para el maldito algoritmo. Sabe qué le gusta comer, dónde piensa viajar y qué libros debería leer (si es que todavía dedica tiempo a esa actividad en extinción). Y es verdad que il Miracolo, el hit del último curso en Italia —en España se titulará El milagro y se verá en otoño en Sky—, parece diseñada en una de esas probetas de unos y ceros. La serie tiene los tres elementos que fascinan a los italianos y que habían triunfado en los últimos productos: mafia (Gomorra y Suburra), política (1992 y 1993) e Iglesia (El joven Papa). Todo ello mezclado con el hype fantástico y espiritual que le da esa patina de irresistible modernidad. Pero hay algo extraño e incómodo en ella que desmiente todo lo anterior.
Il Miracolo, escrita y codirigida por el ganador del premio Strega de 2007, Niccolò Ammaniti, transcurre durante ocho días en los que lobos del populismo acechan a una clase dirigente aferrada todavía a los valores políticos del siglo pasado. Un Gobierno contra las cuerdas y un país al borde de la salida del euro por culpa de un temerario referéndum convertido en plebiscito personal. ¿Les suena? Aquí la cabeza en juego no es la de Matteo Renzi, sino la de Fabrizio Pietromarchi, un primer ministro ateo y triturado personalmente por los problemas con su esposa, que recibe un día un extraño anuncio del general de los Carabinieri. Sus hombres han encontrado en una operación contra un capo local de la ‘Ndrangheta en Calabria una Madonna de plástico que llora 90 litros de sangre humana al día. Después de estudiarla durante días, colocarla en una piscina olímpica vacía y traer a una hematóloga que determina el tipo de sangre que segrega (de varón, concretamente) queda claro que no hay truco. El asunto es un milagro en toda regla, pero deberá quedar en secreto.
La serie, con aparición final de Monica Bellucci y una magnética presentación a base de procesiones, vírgenes e Il Mondo de Jimmy Fontana a todo trapo, engancha por esa necesidad de respuestas que nunca llegan o que, en realidad, plantean espirales infinitas de interrogantes. Heroína pura para los italianos, cuya historia moderna se apoya en un frágil equilibrio de misterios sin resolver en los que siempre participan Estado, mafia o Iglesia. Ahí siguen la desaparición de la niña Emanuela Orlandi en los ochenta, el atentado de Bolonia donde murieron 85 personas, el suicidio del banquero de Dios Roberto Calvi, la mano negra en los asesinatos de los jueces Falcone y Borsellino o los misterios de la logia masónica P2. Ni un solo culpable y mil teorías. En un país en cuyo corazón laten los secretos del Vaticano, el cruce de caminos y el choque entre opuestos siempre es el mismo. Fe contra ciencia, profano contra sagrado o ambición contra deseo. En este caso, contado desde la perspectiva de ocho personajes desesperados —un cura ludópata, una first lady alcoholizada…— que intentan utilizar a la virgen de plástico para redimir unas vidas al límite en un mundo que, como cantaría Fontana, sigue girando pese a ellos mismos.
Pero el péndulo de Il Miracolo, con una banda sonora que va de Nils Frahm a Swans, es otro. Más allá de los paralelismos políticos concretos, la sensación de estar viviendo una incómoda irrealidad transporta directamente al ambiente que se respira en Italia desde que a Renzi le dio por convocar el referéndum más narcisista de la historia el 4 de diciembre de 2016, preguntarle al espejito ciudadano quién era la más guapa y abrir la caja de los truenos del populismo. Desde entonces, mucha gente se frota los ojos esperando a que termine la pesadilla de un país gobernado desde un timeline de Twitter. Pero mucha más —dicen los resultados electorales— se ha sumado a la turba que comanda el ministro del Interior, Matteo Salvini, contra todo lo que hasta ahora representó la idea de una Italia abierta y refinada culturalmente. Il Miracolo está construida alrededor de ese ambiente de inminente apocalipsis, de final de ciclo y de sálvese quien pueda donde la insensibilidad ante la desgracia de los otros —inluido el drama de la inmigración— recuerda tanto al siniestro relato actual. También en la cuestión del crimen organizado.
Una parte de la serie transcurre en el Aspromonte calabrés, escenario durante décadas de secuestros y extorsiones que convirtieron a la ‘Ndrangheta en la mafia más temida de Italia. La Camorra napolitana es hoy una banda de gánsteres callejeros —en parte gobernadas por niñatos de 17 años— que podría implosionar si algún viejo capo no pone orden; la Cosa Nostra, la mayor franquicia del mal explotada por el cine, está profundamente debilitada después de los tremendos golpes policiales recibidos tras los atentados de los noventa. Pero la ‘Ndrangheta, la mafia cuyo nombre hasta hace bien poco algunos ni siquiera sabían pronunciar, se ha convertido en un maravilloso material narrativo para las nuevas generaciones de guionistas. De hecho, Il Miracolo compartía esta primavera parrilla con Trust, la serie dirigida por Danny Boyle que recrea el secuestro del John Paul Getty III a manos de esta organización convertida hoy en una de las empresas más rentables de Italia.
Pero no esperen solo una historia de mafia, política o religión. El relato ni siquiera profundiza en los detalles típicos de este tipo de series. Porque Il Miracolo es más bien el retrato poético de una Italia que teóricamente no existe, pero que, si cierran los ojos y escuchan el ruido que llega de la calle, les resultará muy familiar.
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