El verano y España son la misma cosa
El verano español es la cumbre del narcisismo. La mejor manera de celebrarlo es ponerte a los Beatles en el reproductor del coche
No creo que haya nada más fabuloso o definitivo o muy dulce para un ser humano que vivir un verano español. Porque el verano y España son una misma cosa: luz, calor, agua y poder. Todos los veranos me acuerdo de la película El nadador, con Burt Lancaster de protagonista. En ella se cuenta la historia de un hombre que, en vez de andar, nada. Eso deseo yo para mi verano español: nadar en vez de andar. Ir de piscina en piscina, de playa en playa. Nadas un rato en Salou, otro en Cambrils, y sales del agua y te comes un arròs negre y miras el sol y como ahora puedes nadar oyendo música (la tecnología lo permite) te pones en los auriculares a Emmylou Harris, cuya voz decreta que todo lo que tocas (agua, sal, arena, bañador, aire, luz) es sagrado. Echo de menos beberme dos litros de cerveza al día, como hacía hace unos años.
Tengo una visión terrible: pronto llegará un ser humano nuevo, pero ya hay millares (incluso tal vez millones) que ya no quiera vivir en pareja. Ni mucho menos decirle a un hombre o a una mujer te invito a una copa, porque un gin-tonic cuesta ya nueve euros y con nueve euros te puedes comprar una edición de bolsillo de la Divina comedia de Dante. Van a venir hombres y mujeres que prefieran leer la Metafísica de Aristóteles antes que invitarse los unos a los otros. Hombres y mujeres futuros que prefieran ensimismarse para evitar los malentendidos, la erosión del otro, porque el amor es erosión. Así será el futuro, aséptico y narciso.
El verano también se ama a sí mismo. El verano español es la cumbre del narcisismo. La mejor manera de celebrar el verano es ponerte a los Beatles en el reproductor del coche y por supuesto ir a una gasolinera a lavar y aspirar tu coche. De repente, te encuentras con la basura acumulada de todo el año anterior. El verano es el momento en que te apetece limpiar el coche. Y eso le pasa a todo el mundo porque la gasolinera está llena de gente haciendo lo mismo que tú. Nos espera a todos el viaje a la playa, queremos llegar a la playa con el coche como los chorros del oro. Vale 1 euro el aspirador del coche.
Estoy en este instante en la carretera de Majadahonda, a 12 kilómetros de Madrid, parado en una enorme gasolinera que me pone de buen humor. Las gasolineras son alegría, porque apuestan por el futuro, porque significan que puedes repostar y seguir viaje. Y la vida es un viaje. Las gasolineras son la vida. Estamos unos 40 coches preparándonos para asaltar el verano. Llenando los depósitos. Me cuesta 80 euros llenar el depósito, madre mía, qué horror. Aspirar el coche cuesta 1 euro y llenar el depósito 80: es absurdo. Veo a un conductor a mi lado que usa un limpiacristales y su parabrisas reluce. Le pido que me lo preste y me lo presta de corazón. La gente que ama su coche hace proselitismo: ama tu coche, hermano, yo te presto el limpiacristales.
Bien, agosto comienza. Agosto es como una langosta a la brasa, llena de limón maduro y aceite virgen y sal gorda.
Babelia
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