El ‘trapaceo’ no sirve en Azpeitia
La terna no aprovecha un encierro de La Quinta que mereció mejor trato
Nos han acostumbrado al toro obediente y dócil de Domecq, y cuesta entender las virtudes de otro tipo de reses, que, lejos de ser ejemplares iguales, piden diferente tratamiento al habitual. Así salieron los ejemplares de La Quinta en Azpeitia, entipados de inconfundibles hechuras santacolomeñas y con variado comportamiento. Si a los primeros les costó humillar y derrocharon sosería, el cuarto y el quinto desprendieron transmisión en su comportamiento y el lote de Román pecó de distraído.
Pero los toros no tuvieron la suerte de enfrentarse a unos toreros que les exprimiesen sus condiciones, y acabaron por firmar un festejo sin trofeos y con dosis de poca brillantez. Oportunidad hubo, pero había que lanzar la moneda y ponerse a hacer las cosas correctas, con otra disposición.
El Fandi fue quien más alejado estuvo de una actuación digna, y el público se lo hizo saber. La división de opiniones que tuvo en el quinto al intentar salir a saludar al finalizar el trasteo lo dejó claro. Y Azpeitia es una plaza de un pueblo, pero con un público que no tragó con los despegados pares de banderillas con los que sólo consiguió tibias palmas. El granadino se topó en su segundo turno con un buen ejemplar de La Quinta, con alegría en la embestida; cumplió en tres encuentros con el caballo, y se arrancó desde lejos en banderillas, pero optó por no darle distancia e intentar ligar pases sin ningún criterio. El trasteo se convirtió en trapaceo, vulgares muletazos por arriba, por abajo, hacia afuera, siempre hacia afuera y rematar saliendo por pies de cada serie. Comenzó en un tendido, siguió en el contrario, acabó donde pudo, y el público se hartó de tanto trapazo y paso atrás. Algunos silbidos le invitaron a tomar el acero, que lo volvió a hundir en los bajos. Y el toro se marchó con las dos orejas al desolladero.
LA QUINTA / DÍAZ, EL FANDI, ROMÁN
Toros de La Quinta, bien presentados; destacaron por su buen juego cuarto y quinto.
Curro Díaz: estocada y descabello (saludos); pinchazo y estocada baja (división de opiniones).
El Fandi: pinchazo y descabello (silencio); media estocada baja y dos descabellos (silencio).
Román, que sustituyó al anunciado Sebastián Castella: bajonazo y estocada trasera (silencio); media, estocada que hace guardia _un aviso_, estocada y dos descabellos (silencio).
Plaza de toros de Azpeitia (Guipúzcoa). 30 de julio. Segunda corrida de la Feria. Tres cuartos de entrada.
Ya había avisado Curro Díaz en el cuarto de que no era el día para los de oro. No acertó con las distancias ante ese ejemplar, que pedía sitio, y se vio agobiado en la distancia corta, justo donde los santacolomas más protestan. Tuvo que abreviar el jienense.
Román acudió a la bella localidad guipuzcoana para suplir la sorpresiva baja de Sebastián Castella, por una antigua lesión en una pierna, pero no aprovechó la ocasión. Se enfrentó a un lote distraído, que le costó centrarse en la muleta. El valenciano no supo solventar estas características de sus toros y acabó perdido tratando de hacer una lidia que nada tenía que ver con lo que sus astados pedían.
Y no fue un gran encierro de La Quinta, sobre todo porque le faltó la chispa de la que presume su encaste, pero hubo toros que ofrecieron juego y dos que brillaron mientras pudieron. Hay más toros que los de la tauromaquia actual del monoencaste de las figuras; hay más tauromaquia que la de los cien muletazos en dos metros cuadrados. Pero hacen falta toreros que apliquen esa tauromaquia de dar distancia, llevar al toro por abajo y dejarse de trapazos con los que el animal acaba desarbolando al hombre y la faena se difumina en un sinsentido. El ‘trapaceo’ de El Fandi no sirve para estos toros; por lo menos, en Azpeitia.
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