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El hombre que fue jueves
Columna
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Irene Escolar: ‘Vania’ y después

La actriz habla como un río, tumultuoso pero calmo, con remolinos súbitos

Marcos Ordóñez

Irene Escolar habla como un río, tumultuoso pero calmo, con remolinos súbitos. “La acogida de Tío Vania en Barcelona está siendo increíble. Gente que recibe la función como una experiencia compartida, porque nos tiene a nosotros a cuatro pasos, y sienten que estamos involucrados de un modo muy especial. He tenido la suerte de trabajar con tres compañeros —Luis Bermejo, Ariadna Gil y Gonzalo Cunill— que continuamente te dan cosas en escena. Te nutres de ellos y también del público. Muchas emociones vienen de los espectadores. La gente sale muy tocada después de ver la función. La otra noche no podía dejar de mirar a una señora mayor, preciosa. Notaba que estaba muy metida en la historia, y cuando hice el monólogo final se le llenaron los ojos de lágrimas: me lo estaba devolviendo. Esa es la gran diferencia con otros montajes: das y recibes casi al instante”.

“Salgo de las funciones”, dice, “como si diera cada noche un paso adelante como actriz. Y con melancolía, por los sentimientos de la obra. No puedes pasar por encima. Has de mojarte, has de conectar con ellos porque si no, se ve. No puedes fingir. La cercanía te lo impide. La única manera de sostener esta función es que las tensiones y los vínculos entre nosotros sean reales, realmente veraces. ¿Qué cómo es consigue eso?”... Ahí el río se detiene, remansado, y luego sigue: “Hay que estar muy permeable, aceptar la vulnerabilidad. No tienes la protección del personaje, porque eres mucho más tú que otras veces. Rigola pide algo muy arriesgado: que nos mostremos con nuestras heridas. Transmitiendo el texto de Chéjov, claro. Me he enterado de lo que ocurre en Tío Vania mucho más que las veces que la he visto, porque ahora pasa por mí de una forma muy intensa. El público nos acompaña en el dolor, pero también en la ironía, en los momentos humorísticos. Anteayer compartimos un ataque de risa. Nada de lo que hacemos está fabricado, es imposible. Ocurre y dejamos que ocurra. Es muy liberador, pero sostener lo que está pasando genera una gran tensión. Hay una línea muy fina que no puedes rebasar. El gran miedo es que alguien te devuelva la mirada y de algún modo te diga: ‘No me gustas. No te creo”.

¿Y después de Tío Vania? En septiembre vuelve al Pavón, abre temporada con Rigola, que monta Un enemigo del pueblo, con Israel Elejalde, Nao Albet, Willy Toledo, Francisco Reyes y Óscar de la Fuente. “Y seguiré en el Pavón, porque en noviembre comienzo a ensayar Hermanas, que está escribiendo Pascal Rambert, mano a mano con Bárbara Lennie. Por primera vez, de todo lo que ha estrenado aquí, los personajes no hablan ‘en monólogo’. Se estrena en enero en Madrid, al mismo tiempo que en París, donde la harán Audrey Bonnet y Marina Hands. Y después de Hermanas, de vuelta a la dacha de Vania, a seguir la gira, dos o tres meses más”.

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