Micky: “Siempre he sido un niño mal de familia bien”
El cantante, que empezó con Los Tonys y fue a Eurovisión en 1977, publica nuevo disco a los 76 años
El fotógrafo le pide que se suba a un pivote de la acera, y que se mantenga en equilibrio, sobre un solo pie, como Nureyev en El lago de los cisnes o Karate Kid a punto de dar la patada de la grulla. Miguel Ángel Carreño, Micky, tiene 76 años, pero no tiene problema en emular al mejor bailarín de todos los tiempos, o al joven karateka interpretado por Ralph Maccio. A su edad es pura fibra, puro rock, y tiene energía para eso y mucho más. Como grabar otro disco, Desmontando a Micky,en el que recupera muchas canciones de su carrera y añade algunas nuevas.
El madrileño no ha dejado los escenarios desde que empezó en los años sesenta con Micky y Los Tonys, una banda con la que conoció un éxito poco habitual entre los pocos que practicaban rock en nuestro país. Editaron más de 30 singles y cinco discos, y se proyectaron más allá de las fronteras de una España, por entonces, hermética, con temas propios y ajenos, como su acertada versión de Gloria, el temazo indiscutible de los Them. Su carrera en solitario ha sido tan fecunda como longeva, incluido un paso por Eurovisión (quedó noveno) y giras de todos los colores, como la que hizo con Carlos Segarra a principios de 2000. También ha seguido grabando, y este es su primer disco en ocho años, con la supervisión de Jorge Dr. Explosion (que podría ser su nieto).
La conversación empieza sobre cómo se compuso Déspota, una de las canciones nuevas del disco, entre flatulencias y pereza. “Fue después de una fabada monstruosa en Gijón. Jorge y yo fuimos después al estudio, y nos tiramos en los sofás, no podíamos ni mover un dedo. Entonces le dije: ‘Tío, tenemos que sacar algo de aquí’. Empezó a tocar algunos acordes, yo le fui insinuando una línea melódica, unas cadencias, y cuando nos dimos cuenta, teníamos un tema tipo Shadows. Solo nos faltaba un buen texto. Llamé a Pablo Rivero, el escritor, el de Últimos ejemplares, La balada del pitbull o Érase una vez el fin, porque tiene más capacidad de hijaputez, en el buen sentido, que yo, que soy más pueril con las letras. Fernando Pardo, de Coronas, me añadió un par de guitarras por el morro, con una Stratocaster barítono. Y de pronto, tenía una de las mejores canciones de toda mi vida”.
El disco incluye, El chico de la armónica, uno de los temas icónicos de Micky y los Tonys, sobre todo, por el historión que tiene detrás. “Me la escribió Fernando Arbex, el batería de Los Brincos. Yo estaba en la misma compañía que Elvis, RCA. Un día, Elvis escuchó el tema y llamó a Fernando. Quería grabarla en su siguiente disco, pero murió al poco tiempo, era 1975. El caso es que me han llegado informaciones de que grabó una maqueta justo antes de morir”. Micky se considera un afortunado, no solo por haber podido dedicar toda una vida a lo que más le gusta, sino porque la buena posición de su familia se lo permitió. “Mi padre era embajador de España en Jordania, vivimos allí un tiempo. Con 15 años me colaba con amigos en el cine privado del rey Hussein, y bebíamos las botellas de whisky que escondía bajo las butacas. Veíamos películas que no llegaban a España, como The Hot Rod Cars, una de moteros con una banda sonora de rock impresionante. Ahí decidí dedicarme a esto”.
Cuando volvió a España montó Micky y los Tonys, en pleno franquismo, aunque a él no le afectó mucho. “Éramos unos niños pijos de padres influyentes, por eso el régimen miraba para otro lado, aunque no les gustara lo que estábamos haciendo”, recuerda Micky, y zanja: “Siempre he sido un niño mal de familia bien”.
Babelia
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