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Crítica | A la deriva
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La superviviente era mujer

Las películas de supervivencia extrema suelen debatirse entre su vertiente más física y la aureola más melodramática

Sam Claflin y Shailene Woodley, en 'A la deriva'.
Sam Claflin y Shailene Woodley, en 'A la deriva'.
Javier Ocaña

A LA DERIVA

Dirección: Baltasar Kormákur.

Intérpretes: Shailene Woodley, Sam Claflin, Jeffrey Thomas, Elizabeth Hawthorne.

Género: aventura. EE UU, 2018.

Duración: 96 minutos.

Las películas de supervivencia extrema suelen debatirse entre su vertiente más física y la aureola más melodramática. Conjunción de extremos esencial cuando la muerte se acerca a cada minuto, que las historias pueden aunar con un relato en presente que, de forma más o menos sutil, en sus diálogos y en sus acciones, vaya dibujando la personalidad de sus héroes, o con una narración que incluya algunos flashbacks para conformar la posible identificación emocional entre protagonistas y espectadores.

A la deriva, duodécimo largometraje de Baltasar Kormákur, siempre a caballo entre su Islandia natal y el cine de Hollywood, esta vez desde Estados Unidos, elige la segunda de las opciones de un modo tan metódico que casi parece minutado para su perfecto equilibrio. Así, la estructura con alternancia de secuencias entre el cielo y el infierno, entre la formación del vínculo sentimental de la pareja protagonista y la posible ruptura a causa del inminente naufragio de su barco en alta mar, lleva a cada una de los momentos hasta una nueva dimensión: con un punto trágico los del placer, y con un ramalazo romántico los del suceso.

Sin embargo, demasiados pasajes del pasado tienen un acento convencional, de telefilme, con su banda sonora relamida y sus cancioncillas melosas. Como contrapartida, en las del agua al cuello, Kormákur, que no es un ningún donnadie, y ya bregado en la odisea con la notable Everest (2015), está mucho más cómodo y se luce en la tensión.

Basada en una historia real, A la deriva no tiene el clasicismo ni la pureza de la reciente, y muy semejante, Cuando todo está perdido (J. C. Chandor, 2013), pero, a cambio, ofrece una importante variante: esta vez es una mujer joven, fuerte en lo físico y en lo mental, la que debe amparar al hombre con sus acciones, y no al revés, como ha ocurrido toda la vida, al menos en el cine.

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Sobre la firma

Javier Ocaña
Crítico de cine de EL PAÍS desde 2003. Profesor de cine para la Junta de Colegios Mayores de Madrid. Colaborador de 'Hoy por hoy', en la SER y de 'Historia de nuestro cine', en La2 de TVE. Autor de 'De Blancanieves a Kurosawa: La aventura de ver cine con los hijos'. Una vida disfrutando de las películas; media vida intentando desentrañar su arte.

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