El año pasado en Camp Arcadia

El tándem formado por Justin Benson y Aaron Moorhead ha dejado de ser el secreto mejor guardado del cine fantástico independiente estadounidense gracias a este ambicioso tercer largometraje que presenta un intrincado universo narrativo que integra a los personajes de su ópera prima, Retribution (2012). Los directores dan vida, manteniendo sus propios nombres de pila, a dos hermanos que regresan a la misteriosa secta que abandonaron años atrás: Justin Benson firma también el guion de la película y Aaron Moorhead se encarga de la dirección de fotografía en una multiplicación de tareas que parece reforzar la naturaleza de producto hecho a mano de este relato que, al modo borgiano, parece contener una infinitud de mundos posibles.

El infinito activa, desde su cita inicial, una clave de interpretación lovecraftiana para que el espectador pueda orientarse en este universo que introduce pinceladas inquietantes de modo muy sutil antes de desvelar su complejo entramado de bucles temporales, grabaciones y fotografías tomadas a vista de pavorosa divinidad y presencias en fuera de campo. Cuando se acerca el desenlace, el espectador puede llegar a temer que a Benson y Moorhead se les haya ido de las manos un dispositivo complejo que parece resolverse de manera algo expeditiva y rutinaria, pero la película logra cerrarse con una nota brillante que amplifica el alcance de la pesadilla. La búsqueda de sentido es declinada en forma de purgatorio en esta película de maneras discretas, pero inagotable en su fondo. Ojalá el dios blockbuster no abduzca a estos directores.