Querido yo del futuro
Un libro invita a sus lectores infantiles a escribirse una carta que recibirán de vuelta en 15 años
A los doce años no existen las paradojas. Sara Gil, alumna de sexto de Primaria, miró atrás y resumió su primer día de colegio de hace media vida con naturalidad: “Estaba feliz y lloraba”. Luego le pidieron que mirara adelante y le preguntó a la mujer que será dentro de 15 años: “¿Has llegado a ser lo que querías ser?”. “De nuestro mundo, ¿ha muerto o fallecido alguien?”.
Sara Gil y los demás alumnos de Marina Lorenzo, tutora de sexto de Primaria del colegio privado madrileño Las Naciones, participaron en uno de los talleres organizados por la editorial Fulgencio Pimentel alrededor de El libro del futuro, una cápsula del tiempo que invita a sus lectores a proyectarse hacia delante, a reflexionar sobre el presente y a evocar su pasado. A partir de las actividades que se proponen en la obra, los niños recorren los hitos de su vida (primera palabra, primer largo de natación…) y de su actualidad. Escriben de lo nimio y de lo trascendental para revivirlo cuando el colegio parezca un tiempo de otra galaxia. Al abrir su libro, Inés Yu podrá recordar que odiaba los callos y amaba el sushi. También podrá leer aquello que nunca se había atrevido a decir a alguien y que escribió una mañana de junio de 2018 en su clase de sexto.
Pero la singular apuesta del proyecto es la carta que los niños escriben a las personas que serán pasados 15 años y que la editorial se compromete a devolverles en 2033. Para afianzar su voluntad, la editorial ha firmado ante notario un contrato para garantizar la devolución de las misivas a sus autores, que pueden remitirlas por correo postal o electrónico. “Incluso en el caso de que no exista la editorial, nos comprometemos personalmente”, asegura César Sánchez, editor y coautor del libro junto a Joana Carro y la ilustradora María Ramos. Hasta el momento han recibido unas 300 cartas, lo que significa que han respondido al juego el 10% de los niños que se han hecho con algún ejemplar de la primera tirada (3.000 libros), que salió a la calle en mayo y que está agotada. La segunda, que ya está en marcha, pondrá a la venta una cifra similar.
En los talleres, los editores ayudan a los lectores a componer el retrato del presente: “En esta cápsula del tiempo vamos a consignar muchas de las cosas que más nos importan. Dentro de muchos años podremos comprobar hasta qué punto hemos sido fieles al niño que llevamos dentro”. Los alumnos dibujan a sus mejores amigos, especulan con las cosas que desaparecerán, vaticinan cuándo se enamorarán y anotan qué desean ser de mayores. Una vez completado, les animan a guardar el libro en algún lugar secreto hasta que transcurran 15 años. Jairo González Pérez lo esconderá en un armario de su madre para evitar la tentación de abrirlo antes de tiempo.
A sus doce años, Jairo parece conocerse a sí mismo como un viejo lobo de mar. Interroga a su yo del futuro con ironía y desparpajo:
—A ver chavalote, al grano… ¿tienes trabajo? ¿novia? ¿eres feliz—escribe.
Segundo mensaje para el futuro: “Tú solo no te apañas… ¿vives solo? Supongo que no”. Por último se rinde al deseo: “Espero que hayas seguido tus sueños y ahora trabajes de algo relacionado con el arte, ¿eh?”.
Hay curiosidades que se repiten como una suerte de inquietud generacional (tener novia o hijos) y otras que proceden de sueños íntimos. Carlota se pregunta si habrá viajado a África, mientras que a Rodrigo le preocupa saber si en 2033 vive “ya” en Nueva York. Predecir cuándo se emanciparán suscita un vivo debate, una vez aclarado qué significa “emancipar”. Creen que a los 26 o 27 años que tendrán entonces será misión imposible.
El taller concluye con la lectura de un manifiesto, el sellado de las cartas y su entrega a los editores para su custodia. Dentro de 15 años, cuando Eva Meyer reabra su texto, ya tendrá la respuesta a la pregunta del millón: “¿Eres feliz?”.
Babelia
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