Autobiografía artesanal de Manuel Vicent
El escritor presenta una delicada edición, con fotografías personales, que relata su travesía literaria
Del huerto a la playa, con todos sus colores, olores y sabores, marcados por la luz del Mediterráneo, la literatura y la vida de Manuel Vicent (La Vilavella, Castellón, 1936) tiene como protagonista al paisaje valenciano. Su nacimiento, en un verano sangriento, el del primer año de la Guerra Civil, y la adolescencia en el hotel Voramar, de Benicasim, fueron fundamentales para armar las novelas que Vicent desarrolló después. Ese recorrido por las claves de su obra lo plasmó Vicent en una clase magistral que impartió el 8 de octubre de 2014, en el acto de investidura como doctor honoris causa por la argentina Universidad Nacional de La Plata. Ahora, una delicada edición de solo 100 ejemplares, firmados por él, titulada Travesía literaria y realizada de forma artesanal por Del Centro Editores, recoge ese texto, junto a unas 40 fotografías, muchas personales y otras de los lugares que han dibujado el mundo real y de ficción del autor de Tranvía a la Malvarrosa.
Travesía literaria fue presentado el 19 de junio en la librería Centro de Arte Moderno, en Madrid, especializada en literatura hispanoamericana y que, además, es sede de Del Centro Editores, contiene un pequeño museo del escritor, con objetos personales de autores, y aún queda espacio para exposiciones de arte y fotografía.
"En este libro hablo de mí a través de distintos sitios", dijo Vicent. "Es una biografía literaria con imágenes en las que ve, por ejemplo, a un niño que ya no existe". Vicent estuvo acompañado por Raquel Macciuci, profesora de la Universidad de La Plata, que planeó este libro y es responsable de la segunda parte del volumen, Iconografía, en la que se suceden las imágenes con breves fragmentos de Travesía literaria. Además, se incluye la sorpresa de una reproducción de un retrato al óleo de Vicent del pintor Daniel Quintero. También estuvieron a su lado Claudio Pérez Míguez, de Del Centro Editores, y el periodista de EL PAÍS Juan Cruz. Este destacó que Vicent "ha construido su literatura desde su memoria" y que en los retratos de los personajes que ha creado, "inventados o reales, están captados el sol, el verano y el calor".
Ganador del Premio Alfaguara, dos veces, y del Nadal, el autor de Balada de Caín detalló que sus libros nacen de "la memoria fermentada por la imaginación, y cuando uno se nutre de la memoria debe escribir tal y como recuerda aquellos momentos, sin embellecerlos". Fue con humor como rememoró pasajes que relata en Travesía literaria, como el día en que, en plena Guerra Civil, la esquirla de un obús lanzado por las tropas de Franco rompió la olla en la que su abuela preparaba “un potaje miserable". La mujer lo lamentó con un “hoy no comemos”. O las sensaciones que vivió en 1953, durante el rodaje de Novio a la vista, de Luis García Berlanga, en el hotel Voramar. Allí se alojaba un matrimonio francés con una hija adolescente "que estaba empeñada en salir de extra en la película". No lo consiguió quien luego fue conocida como Brigitte Bardot.
Faceta como periodista
De su faceta como periodista, el hoy colaborador de EL PAÍS subrayó que antes, en España, "los autores que tenían prestigio escribían en un periódico, pero ahora es al revés, salen del fondo del periódico y escriben un libro". Aunque él es reconocido en ambas facetas, contó una anécdota de cuando su nombre no atraía tanto. "Fui invitado a dar una conferencia en Palencia. Hacía un ventarrón... y era por Navidad. Llegué un rato antes y no había nadie. Me di una vuelta, regresé a la hora de la conferencia y solo estaba un señor para avisarme de que quienes tenían que acompañarme en la mesa no podían estar. Al final cogí el coche de vuelta a Madrid sin dar la conferencia".
Sobre los elogios a su obra, Vicent bromeó asegurando que, cuando los escucha, se siente tan incómodo “como si estuviera en el dentista”. "No me los creo, hago como la madre de [Rafael] Azcona, que cuando estaban contentos en casa se sentaba y, con los brazos cruzados, decía: ‘Algún día lo pagaremos".
La charla acabó como empezó, con el Mediterráneo de sensaciones placenteras que evoca en sus libros, porque el real le "parece un horror", y consciente de esa etiqueta que le une al Mare Nostrum. Así, recordó que un amigo le comentó, a propósito de un artículo de opinión en EL PAÍS: "Me ha gustado tanto, que te dejo que escribas tres veces del Mediterráneo".
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