‘Sense8’, orgía emocional
El último capítulo de la serie, de más de dos horas, es un efectivo concentrado de todos los ingredientes de esta producción que puede convertirse en objeto de culto
No era justo. Fue muy duro perder la inocencia en Netflix con la cancelación de Sense8. La serie de las hermanas Wachowski tenía una sólida base de seguidores, que no pudo más que revolverse en contra de ese final inesperado e inconcluso. Fue en junio de 2017 y hubo quejas. Muchas. Con esa cancelación, tras dos temporadas y 23 capítulos, descubrimos que Netflix podía ser igual de frío y calculador con las audiencias que Telecinco. Argumentaron que cada capítulo, rodado en decenas de localizaciones, costaba de media nueve millones de dólares (unos 7,2 millones de euros). Nunca desvelaron la audiencia que arrastraba. Puede incluso que el fenómeno fan que acompañaba a la serie les sorprendiera Quizás por eso, o porque sabían que no estaba bonito dejar huérfanos a millones de sensaters, concedieron grabar un capítulo final de 2,5 horas de duración y que se estrenó el pasado 8 de junio. Netflix decidió dar un cierre digno a una de sus producciones más gourmets.
Gourmet por la creatividad de las dos mujeres responsables de la serie, las ideólogas de Mátrix y otras maravillas, con las que ha colaborado J. Michael Straczynski. También por los personajes, complejos, tarados, abusados, arrasados; por los actores, en estado de gracia coral; por la trama, que mezclaba acción, thriller, sex appeal, ciencia ficción y mucha fuerza emocional; por las escenas de sexo (la erógena orgía del capítulo seis; la del especial de Navidad, que no solo fue sublime sino que emanaba cierta dosis de contracultura)… En el fondo, Sense8 es una historia de amor, de sentimientos y de sensaciones; una serie sensorial (que también tiene los mimbres para convertirse en un producto de culto). De ahí que su cancelación despertase una ira descontrolada entre sus fieles. La empatía no solo es el alma de este alegato por la diversidad (sexual, cultural, racial, de género…) sino que también es el don que une a todos los protagonistas y lo que conecta a la audiencia con la trama.
El último capítulo —ojo que viene algún spoiler— es un concentrado de todos los ingredientes desplegados en los capítulos anteriores. La historia arranca con Wolfgan (el alemán atormentado; duro, pero cariñoso; buenorro) secuestrado por el mal (la BPO, organización que persigue a los sensates). A su vez, el clan, la pandilla de antihéroes, tiene en su poder a Jonas, antiguo aliado enfrentado a los protagonistas, y a Whispers (el villano absoluto). La idea es realizar un intercambio de rehenes y con esa premisa arranca la historia. Durante dos horas de persecuciones, viajes (París, Nápoles), reencuentro con personajes (Bug, Mr. Hay…), resolución de tramas personales (ojo al poliamor de Kala, Rajan y Wolfie), el capítulo Amor Vincit Omnia (titulado en latín, sí: el amor lo puede todo porque todo va de amor) exprime todas las virtudes de Sense8.
Los adeptos —todos los que hayan llegado a este capítulo lo son— solo van a poder disfrutarlo, dejarse llevar por los protagonistas, empatizar hasta límites insospechados y disfrutar. Porque además de un final (decente, válido, con sentido y con posibilidad de continuar la historia o no), este es un capítulo hedonista. Acaba con una fiesta (la boda de Nomi y Amanita ¡en París, en el interior de la Torre Eiffel!) en la que hay magdalenas alucinógenas, fuegos artificiales y sexo (sí, otra maravillosa escena de sexo grupal, multirracial, poliamoroso y diverso). Esa celebración es un guiño a la audiencia, a los espectadores, a las personas que desde que empezó la serie se dejaron seducir por todas sus texturas. Lo dice la propia Lana Wachowski, directora del capítulo, al final del mismo: “A los seguidores”. Lo ratificó el equipo en Twitter: "Ahora es el momento de celebrar con tu clan".
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