La leyenda sin fin del ‘caravaggio’ de la Mafia
Nuevas pistas siguen alimentando la célebre historia del cuadro robado por Cosa Nostra en 1969, pero al menos esta vez son esperanzadoras: aún existiría, aunque en partes
De las muchas historias novelescas de mafia, hay una que está entre las favoritas de cualquiera, la del cuadro de Caravaggio robado en 1969 en una iglesia de Palermo y que, casi cuarenta años después, nunca ha aparecido. La principal virtud de esta historia es que mejora con el tiempo, porque periódicamente la leyenda se enriquece con nuevas hipótesis, a cual más increíble. Pero lo que distingue a la última pista, y la hace especial, es que por primera vez al menos apunta a un final esperanzador: el lienzo, Natività con i santi Lorenzo e Francesco d'Assisi, seguiría existiendo, no se habría perdido, aunque no intacto, porque lo habrían cortado en partes para venderlo. La mafia no tiene escrúpulos para trocear cosas, mucho menos un cuadro.
Esta tesis se ha puesto en pie desde febrero en la comisión antimafia del Parlamento italiano, y los últimos detalles han trascendido esta semana en un convenio celebrado en Palermo, de título irónico: “El caravaggio robado por la mafia, una historia simple”. En realidad es un guiño a la novelita que escribió Leonardo Sciascia, con ese título, inspirada en el suceso. Esta comisión es fija en cada legislatura en Italia desde 1963, cuando se creó como primer gesto para reconocer oficialmente que la mafia existía y no era un mito. Estudia el crimen organizado, hace un informe final generalmente demoledor y a veces revuelve viejos asuntos. En ocasiones encuentra alguna pepita de oro, como en este caso: las revelaciones de un arrepentido de alto nivel, Gaetano Grado, básico por ejemplo en la información sobre las relaciones de Silvio Berlusconi con la mafia.
Aquella primera idea de secuestrar una reliquia
El robo del cuadro de Caravaggio habría sido obra de simples ladrones, aunque luego cayó en manos de la mafia. En 1969, a los capos no se les había ocurrido aún servirse de obras de arte para sus fines. Sería en los noventa, en la guerra contra el Estado, cuando atentaron contra iglesias de Roma y el museo de los Uffizi en Florencia, como forma de presión. Según un arrepentido, también entonces negociaron entregar el lienzo. Hasta pensaron derribar de un bombazo la torre de Pisa para que el Gobierno cediera.
El primer experimento de chantaje artístico, que les habría dado la idea, fue un curioso episodio del crimen organizado veneciano, la Mala de Brenta. En 1991 el capo Felice Maniero, alias Faccia d´Ángelo, Cara de Ángel, tuvo la inspiración de robar la reliquia de la lengua de San Antonio en la catedral de Padua, muy venerada, para pedir la liberación de su primo Giuliano, que había sido arrestado. Sus hombres se equivocaron y se llevaron la mandíbula, pensando que la lengua estaría dentro, pero a pesar de la chapuza la idea funcionó: el Estado cedió. La reliquia apareció 71 días después. Maniero luego se arrepintió y hasta acabó contando los detalles del sonado robo en una entrevista en la revista Il Messaggero di San Antonio, editada por los frailes de Padua.
La nueva versión del robo tiene visos de verosimilitud y la Fiscalía de Palermo ya la estudia. Gaetano Badalamenti, capo entonces muy potente en Cosa Nostra, se hizo con la tela en 1970 y mandó llamar a un marchante de arte de Suiza, país con el que tenía fluidas relaciones financieras. El informe de la comisión cuenta que este señor, ya fallecido y que habría sido identificado, se conmovió cuando tuvo el cuadro delante y se puso a llorar. “Este es tonto”, dijo Badalamenti. Don Tano era un animal y el experto, en todo caso, superó la conmoción: aconsejó cortar la obra en partes para poder venderla. Trasladaron la tela a Suiza en un camión frigorífico y luego la partieron en trozos. Cuatro, seis u ocho, no se sabe bien. Hoy estarían en colecciones privadas de todo el mundo. Se multiplica el misterio en forma de puzzle.
Que la historia se complique no es una novedad. A todos los pentiti a quienes han ido preguntando durante cuarenta años han contado algo, todos han oído cosas. Es una historia célebre en Cosa Nostra, un cotilleo de mafiosos que se comentaría en sobremesas porque no es problemático, sin muertos por medio, y les hace regodearse en su poder. Un arrepentido, Salvatore Cancemi, afirmó incluso en 2001 que la tela presidía las reuniones de la Commisione, la cúpula donde se sientan las familias de Sicilia, como símbolo de prestigio. Es un testimonio un poco peliculero, pero por eso mismo creíble: las películas sobre ellos mismos son el patrón mafioso de referencia. Este dato hacía pensar que el lienzo no salió de la isla, al menos hasta finales de los setenta, porque la Commisione en 1969 estaba disuelta y no se reunió hasta 1975.
El inconveniente, por esta fama de la historia, es que casi ninguno de los que habían hablado hasta ahora tenía información de primera mano. Eso ha propiciado múltiples versiones.La primera fue que tras varios intentos infructuosos de venta, la mafia decidió meter la tela en una caja de hierro y enterrarla con cinco kilos de cocaína, a la espera de mejor momento. Los Carabinieri fueron al lugar que indicó un arrepentido, pero no apareció.
Aún mejor es el relato del historiador británico Peter Watson. Aseguró que en 1980 contactó en un pueblecito de la Campania profunda con alguien que le ofreció la obra. Quedaron el 23 de noviembre pero, casualidad de las casualidades, aquel fue justo el día del terrible terremoto de Irpinia que devastó esa zona. Luego, nunca más se supo.
Uno de los arrepentidos más fiables, Francesco Marino Mannoia, le contó al juez Giovanni Falcone en los noventa que participó en el robo, pero que al arrancar la tela se les rompió y la quemaron. Sin embargo más tarde los Carabinieri aseguraron que se equivocaba con otro robo de esas fechas en una iglesia cercana, la de Santi Quaranta Martiri alla Guilla, y era una obra renacentista de Vincenzo da Pavia.
Otros grandes arrepentidos, que han aportado datos decisivos en otros misterios, hablaron sobre la Natività. Por ejemplo, Giovanni Brusca, que apretó el botón de la bomba que asesinó a Falcone en 1992, dijo que había sido ofrecida al Estado, sin éxito, a cambio de una mejora de las condiciones carcelarias para los mafiosos. Esa hipótesis al menos indicaba que la pintura seguía existiendo en los noventa. Sin embargo la pista más reciente conocida hasta ahora volvía a ser desesperanzadora: Gaspare Spatuzza dijo en 2009 que la tela fue escondida en un establo y acabó devorada por cerdos y ratones.
La diferencia esencial ahora, que da esperanzas, es que Gaetano Grado es cercano a los hechos. Era un hombre de Badalamenti y la iglesia del caravaggio quedaba en su territorio. Cuando se supo la noticia del robo era su deber saber antes que nadie qué había pasado. Por supuesto antes que la Policía, que de todos modos tampoco hizo demasiado, lo habitual en aquellos años en Palermo. El robo fue obra de delincuentes comunes, pero obviamente cuando Cosa Nostra se interesó por el asunto no tardó mucho en hacerse con el cuadro. El detalle, típico de las historias de mafiosos, es por qué Grado no había hablado antes: pues porque no se lo habían preguntado. Lo característico es que haya tantas verdades y ninguna aún del todo cierta. El objetivo ahora es encontrar al menos un fragmento, de verdad y del cuadro.
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