Javier Gurruchaga: “Estamos tontos perdidos”
El alma de la Orquesta Mondragón cumple 60 años regresa a la música con 'Noticia bomba' y se confiesa alarmado ante el auge de las mentiras y el supremacismo
Lo tiene una clavadito en la retina caracterizado como la periodista Victoria Prego entrevistando a un actor enano disfrazado del expresidente Felipe González en el programa Viaje con nosotros de Televisión Española, allá por 1988. El lío —y el surrealismo— de la frase retrata bien a Javier Gurruchaga, músico, cantante, actor —”entertainment”— cuya fama al frente de la Orquesta Mondragón fue mítica hasta que, el cambio de siglo y los vaivenes de la vida, le hicieron desaparecer del radar mediático. Quedamos en un videoclub transformado en local de moda del barrio de Chueca. Pide un café con leche y un pastel de queso del que da glotona cuenta en la charla y somete a aprobación la chistera que trae para salir más Gurruchagaen las fotos. Excesivo, histrión, personaje, tanto truco no oculta del todo cierta melancólica amargura en la voz y la mirada.
¿Qué hay de nuevo, viejo?
No hay demasiadas novedades. Hay avances en los ifones, en las redes sociales, en esas cositas, pero en el fondo estamos más solos que la una y seguimos no leyendo un puñetero libro.
¿Por qué 'Noticia bomba'?
Estamos viendo noticias cada vez más increíbles, las reales y las falsas. Está uno harto de que nos manipulen y nos mientan con cortinas de humo para distraernos de los problemas. Y el caso es que estamos tontos perdidos, nos acostumbramos y nos lo creemos. Estoy muy alarmado, quería denunciar tanto disparate.
Canta un tema llamado 'Qué viene Trump'. ¿Es Trump el nuevo lobo para asustar a los niños?
El lobo es ahora el del turrón. Trump sí da miedo. Está el presidente más tonto, más infantiloide y peligroso que ha habido nunca.
Noticia bomba.
Así, como el libro donde Evelyn Waugh satiriza sobre la prensa sensacionalista de los años 30, se llama el nuevo disco de Javier Gurruchaga (San Sebastián, 1958).. El alma de la orquesta Mondragón considera que, en los tiempos de las 'fake-news' está más vigente que nunca.
Pura carne de parodia.
Me divierte parodiarle. Pero los tiempos no tienen ninguna gracia. Tener un presidente neonazi en EE UU, varios clones en Europa, incluso aquí encontrar elementos supremacistas produce terror. Estoy por disfrazarme de Sara Montiel, que sí tenía gracia, pero se fue hace cinco años.
¿Es más difícil hacer humor hoy?¿Se autocensura mucho?
Sí, si no, no te llaman. Canto menos Ellos las prefieren gordas. Casi pido permiso, y digo gordas y gordos. Estoy un poquito hasta los cojones. Hay que llamar a las cosas por su nombre: gordas, mentirosos, hijos de la gran chingada, corruptos, no decir chorradas blancas. Y luego, en la tele todo es lo mismo, tanto Masterchof, tanto fútbol, tanta Eurovisión. Estoy muy destructivo hoy.
¿Cómo se ve a los 60?
Me joden. Soy hijo único. Mi madre, que murió hace poco, decía, 'ay, Javi, ¿por qué no adelgazas? Estás gordo y viejo'. Miro el espejo y parezco Belushi, que en paz descanse. Me preocupo, quiero estar bien. No fumo, no bebo,...
¿No... lo otro?
No, de lo otro estoy ahora muy tranquilo, también porque me estoy tomando una medicación que anula la libido. Ahora soy más de cine de terror. Soy coqueto, soy vanidoso. Me miro todo el rato la tensión: ahora estoy en 14-8, pero tengo que bajar unos kilitos.
Le veo pelín hipocondríaco
Mucho. Estoy asustado, siempre mirándome al espejo. Pero quiero vivir. Hay agarraderos.
¿Como la religión? ¿Cree?
A veces rezo un poquito por mi madre y mi padre, me acuerdo y miro al cielo. Elijo una iglesia barroca y voy a pensar en ellos. Pero no, mi cabeza está pensando más en montajes de Broadway.
¿Nostalgia por el pasado?
No soy nostálgico. Vivo el presente y pienso en el futuro. Voy a hacer una obra sobre Napoleón. Javier Tomeo, el autor, me llamaba Napo: hace ya años que se marchó. Me acuerdo mucho de los seres queridos que se han ido. Pero pienso en el futuro. Tengo 60, pero mira cómo está Jagger, y Sting y Elton John, y son setentones.
Déme alguna esperanza.
Siempre nos quedará París. De hecho, Macron es la gran esperanza. Y luego, leer, ir a museos y a teatros y menos volvernos locos con los móviles. No queramos estar tan comunicados cuando estamos más incomunicados que nunca y la bomba va a estallar.
Pues sí que lo ha arreglado.
Cena unas alubias de Tolosa.
Babelia
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