La novela total de Trotsky
El asesinato del dirigente soviético sirve a Alberto Ruy-Sánchez para construir un artefacto literario que mezcla todos los géneros
Los que hayan leído Quinteto de Mogador, del escritor mexicano Alberto Ruy Sánchez (1951), sabrán la forma en que un discurso amoroso, o sobre la mujer deseante (que diría Juan Ramón), adquiere una impronta que a primera vista parecería un capricho experimentalista, pero que según se avanza en la lectura se convierte en una luminosa investigación sobre los sentidos. (De la misma manera que con El cuarteto de Alejandría, de Lawrence Durrell, aprendimos lo que es una investigación sobre el amor contemporáneo). Pero además de ello, hay también en esas novelas (reunidas luego en un solo volumen), un dispositivo que en su nuevo libro, Los sueños de la serpiente, se convierte en pieza angular de su particular engranaje. Me refiero a la digresión.
El meollo argumental de la novela de Ruy Sánchez es el asesinato de Leon Troski a manos del militante comunista catalán Ramón Mercader. Pero este trágico asunto histórico, le sirve al autor para desarrollar un tejido de historias que se van anudando una a las otras hasta dibujar un mapa del siglo veinte, el de la Unión Soviética con Stalin a la cabeza y su mortífero radio de influencia ideológico y geopolítico. A su vez, en torno a estas figuras, aparecen personajes históricos, pintores célebres por la naturaleza inédita de sus obras y la maldición de sus vidas, neurólogos famosos por los casi inverosímiles casos que estudiaron y tradujeron en libros de imprescindible lectura, secretarias traicionadas, madres fanáticas que abandonan a sus hijos después de haberlos abocado al asesinato político, tiranos despiadados, cruelísimos revolucionarios asesinados. Dicho de otra manera, en medio de todos los infiernos del siglo veinte, en medio de sus príncipes del Mal, se cuelan como un consuelo remoto, los ángeles del bien: El Art brut, el amor incondicional de una mujer, un poema de Alejandra Pizarnik, Rilke, un ensayo de Oliver Saks. El mismo autor nos lo dice cuando recuerda que los interiores burgueses de Veermer se pintaron en medio de terribles matanzas en el corazón de la Europa del siglo diecisiete.
Volvamos a la digresión. En Los sueños de la serpiente, o libro sobre el Mal, como yo subtitularía, en sus márgenes se nos anuncia sobre las bondades de la divagación. El mismo Ruy Sánchez ya nos dice entre líneas, a través de un narrador que va a cumplir cien años y lo ha visto todo, directa o indirectamente, todo lo que leemos, que el barroco nos enseñó que para llegar a cualquier meollo mejor es dar un rodeo, la digresión que nos llevará a lo esencial de nuestro relato. No deja de ser un acto de valentía estética, que un novelista elogie la digresión, en tiempos de elogio de lo conciso, para centrarse con mayor garantía en su descorazonadora historia.
Alberto Ruy Sánchez ha ideado un artefacto literario de enjundiosa precisión, narrativa y moral. Los sueños de la serpiente no es una novela de denuncia ni nada que tenga que ver con esa familia espuria de la narrativa. Tampoco es una novela experimental. Pero sí es una novela donde convergen el ensayo, la novela política, la biografía, la memoria, la conjetura histórica y el poema en prosa. La novela total hecha de fragmentos de literatura, de historia y de algunas vidas, ficticias o reales, que “tuvieron que remar contra la corriente, incesantemente arrastrados hasta el pasado”, como escribió Scott Fitzgerald.
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Autor: Alberto Ruy Sánchez.
Editorial: Alfaguara (352 páginas).
Formato: versión Kindle y tapa blanda.
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