La novillería, un muy serio problema
Toñete cortó la única oreja de la tarde al sexto en medio de una tromba de agua
Una novillada como la vivida en la plaza de Las Ventas sí que es un serio motivo de preocupación. No hay relevo para la fiesta de los próximos años; al menos, esa es la impresión que se obtiene después de comprobar cómo unos novillos elegidos con mimo, bonitos de hechuras, recogidos de pitones, nobilísimos y santurrones de principio a fin se van con las orejas al desolladero; y lo que más grave, que tres novilleros, supuestamente punteros, ofrezcan una pobre imagen y sean incapaces de emocionar a la parroquia. Solo Toñete paseó una oreja, pero fue un galardón a su esfuerzo más que a su toreo al aguacero que soportó porque la faena de muleta se desarrolló bajo una gran tormenta en forma de diluvio universal, con el ruedo convertido en una piscina y los tendidos vacíos.
Pero el agua no evitó la desesperanza.
Bajo el pomposo nombre de Conde de Mayalde salieron seis bombones, unos más dulzones que otros, para paladear el toreo. Pero ahí se detecta el primer problema: novillos artistas requieren toreros con embrujo, y esta terna no está embrujada. Los tres novilleros tienen oficio y dan capotazos y muletazos de muchos colores, pero en ninguno de ellos destaca la hondura, el empaque… Los tres aburrieron mientras los novillos embestían una y otra vez; y eso es lo grave…
Atienza se encontró con un novillo de ensueño en cuarto lugar. Le hizo una faena interminable -hasta nueve tandas por ambas manos-, lo había recibido de rodillas en los medios con una larga cambiada, y acabó con bernardinas y un suplicio con la espada, de modo que escuchó dos avisos. Y lo que destacó de verdad fue la casta y la movilidad de su oponente, incansable en el tercio final, con clase para hacer una ganadería. Su primero fue un tonto joven -al ser lidiado como novillo se ahorró un año de bobaliconería-, manso y rajado, al que le robó algunos muletazos de buen trazo, pero no llegó a decir nada.
MAYALDE/ATIENZA, CADAVAL, TOÑETE
Novillos del Conde de Mayalde, justos de presentación, mansos y muy nobles; destacaron segundo, sexto y, sobre todo, el cuarto, muy encastado.
Pablo Atienza: estocada que hace guardia, tres descabellos _aviso_ y un descabello (silencio); estocada perpendicular _aviso_ un descabello _2º aviso_ y el novillo se echa (silencio).
Alfonso Cadaval: estocada (ovación); estocada muy tendida y tres descabellos (silencio).
Toñete: pinchazo y estocada baja _aviso_ (ovación); estocada perpendicular (oreja).
Plaza de Las Ventas. Décimo cuarto festejo de la Feria de San Isidro. 21 de mayo. Más de media entrada (15.763 espectadores, según la empresa).
Cadaval tiene aire de torero sevillano; buen corte, buenas maneras, apunta bien, dibujó pasajes sueltos, pero no acabó de redondear nada. No consiste en tener buen gusto, -se supone que valor posee-, sino en ser capaz de dar ese paso -difícil, sin duda- que separa una petición minoritaria de una oreja con fuerza.
Trazó la verónica con gracia en su primero, con el que comenzó de rodillas en el centro del anillo la faena de muleta. Tres derechazos, y, ya de pie, un pase del desprecio y otro de pecho hicieron albergar una esperanza que no cuajó. La calidad del novillo, no exento de cierta aspereza, le permitió lucirse en un trasteo intermitente por ambas manos, de más a menos, que acabó vacío de torería.
También embistió el quinto, con cierta sosería, sí, pero con nobleza, y Cadaval se puso pesado y aburrido.
Toñete no dijo nada ante el bonancible tercero; un suave comienzo por alto, algún natural suelto y muchos pases sin contenido. Se vino arriba en el sexto al tiempo que arreciaba la tormenta, y entre su buen ánimo, la categoría del novillo y el empuje de un numeroso grupo de entusiastas partidarios enjaretó una faena de meritorios muletazos en un barrizal y con una muleta que debía pesar un quintal. Paseó una oreja de pocos quilates que no salva una tarde en la que los extraordinarios novillos mojaron las orejas, y de qué manera, a tres novilleros supuestamente punteros.
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