Mujeres vulnerables
La incertidumbre ante la edad, la carrera literaria y el desamor marcan los diarios íntimos de tres autoras de diferentes generaciones
En todo ser humano hay algo, o mucho, que resulta ajeno e inalcanzable a los demás. Por más que conozcamos a la persona, incluso que convivamos con ella, que tengamos la oportunidad de leer sus escritos más personales, no hay modo de acceder al conocimiento pleno del otro, como también el acceso a nuestra propia subjetividad mantiene un fondo opaco, extraño, resistente a cualquier intento de sistematización o de coherencia. Y sin embargo, a veces, como sostenía William James, parece que escuchamos el pulso del ser y surge la impresión de un profundo acercamiento a los otros. En general, los diarios proporcionan la ilusión de este acercamiento, una experiencia memorable que explica nuestra avidez por conocer algo de la intimidad ajena. Vivimos en un mundo tan amurallado que cualquier vestigio de autenticidad nos admira, convencidos de que en ella reside la raíz esencial de la personalidad humana. Esto sucede con los tres diarios que acaban de aparecer, dos de ellos publicados por escritoras reconocidas (Laura Freixas y Esmeralda Berbel). El tercero corresponde a una adolescente (Beatriz Navas Valdés).
Empiezo por la diarista (y autobiógrafa) más experimentada, Laura Freixas (Barcelona, 1958), quien acaba de publicar la segunda entrega del diario que mantiene desde su juventud y del cual publicó una entrega anterior (Una vida subterránea. Diario, 1991-1994, Errata Naturae, 2013). El más reciente lleva por título Todos llevan máscara. Diario (1995-1996), y lo cierto es que los dos títulos mantienen una continuidad de sentido, solo comprensible si tenemos en cuenta la vocación absoluta y radical de su autora por hacerse un lugar bajo el sol como escritora. Ella estudió Derecho, renunció muy pronto a su carrera para apostarlo todo a su verdadera vocación, la creación literaria. Pero una creación que Freixas asocia al éxito y al reconocimiento público por razones que se explican muy bien en el diario. Entre 1991 y 1994 esa vocación vinculada al triunfo apenas pudo dar frutos —su verdadera vida era subterránea— porque estaba en sus comienzos —arduos y un punto dolorosos—. En la segunda entrega accedemos ya a los primeros y firmes pasos de su andadura profesional, con la publicación de su primera novela, Último domingo en Londres, y sus colaboraciones en la prensa cultural. Pero esa alta cultura que inspira los mayores anhelos en la autora, vista más de cerca, no es aquello por lo que suspiraba: detrás de vidas supuestamente brillantes y exitosas Freixas escudriña existencias pobretonas, mucho menos plenas que la suya. El diario oscila en esa comparación de la propia vida con las otras a la búsqueda de un sentido que para la autora, por el momento, solo puede hallarse en la literatura.
Los diarios proporcionan la ilusión de este acercamiento, una experiencia memorable que explica nuestra avidez por conocer algo de la intimidad ajena
Otra diarista de largo recorrido es Esmeralda Berbel (Badalona, 1961), autora de libros tan poderosos como Interiores (Alrevés, 2013), aunque apenas dispongamos de muestras de su escritura, más allá de aquel interesantísimo proyecto titulado 27 de septiembre (Alfama, 2009) que ella misma coordinó. Ahora publica Irse, un diario inmerso en la experiencia de la separación conyugal de su autora. Es la historia pues de una partida íntima. Transcurre entre mediados de 2012 y 2015. Arranca con un viaje de Berbel a Brasil, donde su marido, el actor Eduard Fernández, interpreta al sacerdote Pere Casaldàliga y se cierra tres años después con los primeros albores de una nueva serenidad emocional. En medio: los esfuerzos por salir adelante, mucho desánimo, miedo, valentía, necesidad de nuevas experiencias, escritura. Una lucha incierta, con caídas y resurrecciones, las negras olas de la depresión amenazante alternándose con periodos de un azul vivísimo, hasta que por fin el negro y el azul se fundirán en un horizonte asumido en soledad (pero con ganas de compañía). Una pequeña joya de nuestro diarismo más introspectivo.
Dejo para el final la publicación más discutible —Y ahora, lo importante—, que recupera el diario de Beatriz Navas Valdés (Madrid, 1978), escrito en torno a 1992, cuando la autora tenía 14 años y España vivía un momento de especial intensidad (Quinto Centenario, Exposición Universal, Juegos Olímpicos, I Congreso de la Lengua Española). La costumbre de la joven de recoger los titulares de la prensa como comienzo o final de sus entradas permite, sin embargo, vislumbrar las sombras que se cernían sobre aquella etapa aparentemente luminosa (Arzalluz: “España no corre riesgo de fragmentación”). Es un diario adolescente, escrito por una joven todavía muy confusa con la vida, que huye del dolor que le ha supuesto la separación de sus padres y se refugia en el mundo propio de su edad: los chicos, las salidas nocturnas, las primeras experiencias con el sexo, los primeros porros. Este es el universo mental. Beatriz Navas es una chica lista, perspicaz y desenvuelta, de familia acomodada, y el valor testimonial del diario es indiscutible. El estilo, sin embargo, da mucho que pensar sobre la pobreza expresiva de nuestros jóvenes —los de 1992 y los de ahora—, ceñidos al abuso de unas pocas palabras con las que se aspira a decirlo todo, pero nada se dice de verdad porque no hay palabras suficientes.
Los tres diarios tienen algo importante en común: el sentimiento de vulnerabilidad. La vulnerabilidad de una mujer adulta que debe conciliar su vocación literaria con el hecho de ser esposa y madre y tantea respuestas que todavía no tiene; la vulnerabilidad de quien sufre el desamor y tienta el modo de salir de la oscuridad que significa saberse abandonada, y, por último, la vulnerabilidad existencial de quien lo ignora todo sobre su futuro. Tres diarios y tres complejos mundos.
Todos llevan máscara. Laura Freixas. Errata Naturae. 360 páginas. 19,50 euros.
Irse. Esmeralda Berbel. Comba, 2018. 190 páginas. 16 euros.
Y ahora, lo importante. Beatriz Navas Valdés. Caballo de Troya, 2018. 272 páginas. 15.90 euros.
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