Sorrentino: “Mi película no es un ataque a Berlusconi”
El director defiende su retrato sobre el ex Cavaliere en la presentación de la segunda parte de 'Ellos'
Justo cuando Berlusconi empezaba a aburrirse en sus orgías, cortejaba a menores de edad en extrañas puestas de largo y prostituía a centenares de mujeres pagando lo suficiente a sus proxenetas para que jamás nadie pudiera hacerle sentir que lo hacía, el centro de Italia temblaba con un terremoto que dejó más de 300 muertos y un dolor inconsolable a unos habitantes que todavía esperan la ayuda del Estado. La clase política, que aceptó jugar a las rebajas cuando al Cavaliere le faltaron 6 senadores para recuperar por tercera vez su trono en 2008, se quebró como a la misma velocidad con la que él era capaz de vender un piso a una señora por teléfono. Solo era cuestión de ofrecer el precio justo. Todo eso cuenta Loro 2, la segunda parte del díptico berlusconiano de Paolo Sorrentino. Mucho más directa, corrosiva e hiriente para el presidente de Mediaset que la primera. “El altruismo es la forma más sofisticada del egoísmo”, resume el actor Toni Servillo, metido en la piel del ex Cavaliere.
Pero Sorrentino, que ayer habló por primera vez en público sobre la película –con su habitual e indisimulada desgana ante la prensa reunida en un céntrico cine de Roma-, considera que no es un ataque ni una defensa del personaje. Solo un acercamiento a sus sentimientos, desprejuiciado y articulado a través de la “ternura”. Nada menos. “No me corresponde a mi decir si le va a gustar. No es un film ideológico. No tenía sentido hacerlo. No era cuestión de ponerse berlusconista o antiberlusconista. No es un ataque y, ni mucho menos, una defensa. El hecho de que tenga una contraparte, hecha por Veronica, que le hace una serie de preguntas que muchos espectadores habrían querido hacerle no significa que esté de acuerdo con ella o con él. El sentido era indagar en la dimensión de los sentimientos detrás de los personajes”.
En la segunda parte de la película, la descomposición generalizada alcanza su relación con Veronica Lario, al tanto ya de todas las infidelidades y convertida en un juguete roto más de la vida de Berlusconi (hoy se encuentran en pleno litigio por el milonario divorcio). Ella es la única en toda Italia que le dice a la cara todo lo que siempre se le ha reprochado en la prensa y en los juzgados. También el pecado original que siempre alimentó los rumores sobre las conexiones con la Cosa Nostra. “¿De dónde sacaste el dinero para empezar tus negocios?”. “¿Me acojo a mi derecho de no responder”, responde él mirándola a los ojos. Pero Sorrentino insiste en desviar el foco de cualquier tipo de juicio. “No es solo una película sobre Berlusconi. Es principalmente un relato que parte de una historia de amor. Luego la película tomó otras direcciones, pero aquella nos parecía la manera más eficaz y novedosa de contar a una persona de la que se ha leído, escrito y visto ya mucho”.
El Berlusconi de Loro 2 transita por el patetismo y el ridículo del miedo a envejecer de un hombre que hacer bromas infantiles y canta en las fiestas. Le persigue todo el tiempo, le recuerda uno de sus socios y colaboradores citando a Javier Marías, un cierto complejo de inferioridad. En un momento dado, una de las velinas de sus fiestas lo rechaza con el peor de los motivos. “Tienes el aliento de mi abuelo. Ni fresco, ni maloliente. Solo el aliento de un viejo”. Forma parte, señala el director, de su contribución al personaje. “Mi mirada está escondida sobre todo en el tono de ternura. No quería señalar con el dedo a nadie. […] Quería comprender el porque de las cosas, incluso cuando son moralmente inaceptables”.
Sin embargo, los parecidos vuelven a ser extremos. Y Sorrentino, en previsión también de las presumibles demandas, niega en redondo el vínculo entre sus personajes y la realidad. Incluida la referencia al ex ministro Sandro Bondi.“Si no tienen nombre real es porque no son nadie en concreto. Yo no quería juzgar a nadie. Di nombres ficticios porque quería ser libre para inventar algunos personajes”.
Servillo, que acompañó junto al resto de actores principales a Sorrentino en la presentación, lo compara con su papel en Il Divo, el retrato de Giulio Andreotti, siete veces primer ministro de Italia y estandarte del poder vitalicio que, de algún modo, soñó siempre Berlusconi. El líder democristiano, analiza el actor, era "un personaje que se movía en los palacios de la política con una introversión que alimentaba el misterio", y el magnate es "un divo extrovertido" que acapara la escena pública. "La cosa más interesante del mundo privado del personaje es su distancia de los escenarios de la política. Sorrentino lo muestra en su edén sardo y lo vemos en un estado de supervivencia casi, se alimenta del poder".
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