Un oasis de emoción en Las Ventas
Miguel Ángel Pacheco y un novillo de Julio García, lo más interesante del festejo madrileño
Empezaba a lidiar el subalterno Daniel Sánchez al segundo de la tarde cuando el novillo de Julio García se le vino encima, no atendió al toque, y lo arrolló de forma espeluznante. La cogida fue espectacular, y los instantes posteriores, dramáticos. Ya en el suelo, y mientras el resto de toreros acudía a socorrer al banderillero, el animal aún tuvo tiempo de lanzar con saña varios derrotes a su presa. A pesar de todo, Sánchez se levantó indemne -apenas el traje manchado de arena- y se marchó hasta el callejón para recuperar su capote y continuar con la tarea. Un milagro.
A partir de ese momento, en el ruedo de Las Ventas reinó la psicosis. El novillo, largo, fuerte y serio, y que no atendía a capote alguno y se iba al bulto, se hizo dueño y señor de la plaza. Mientras aparecían los picadores, el astado se apoderó de un par de capotes más. En el primer puyazo manseó y se defendió, pero en el segundo cambió la historia. Caudillo II acudió al peto y empujó con los riñones hasta empotrar contra las tablas al caballo. Y allí, a contraquerencia, siguió peleando. En el segundo tercio esperó y cortó de lo lindo, una adversidad que suplieron a base de valor y torería Andrés Becerra ‘Corruco de Algeciras’ y Ángel Luis Mayoral, que tras arriesgar y lucirse con los palos, saludaron una merecida ovación.
Y llegó la hora de la verdad para Miguel Ángel Pacheco. Suya era la responsabilidad de hacer frente a la casta y exigencia del ejemplar de Julio García. Una difícil prueba que el novillero gaditano solventó con nota. Tras un buen comienzo, doblándose por bajo con el animal, Pacheco hilvanó una primera tanda por el pitón derecho. Pero lo bueno llegó a continuación, en la segunda. Con el compás abierto pero encajado de riñones, el joven torero llevó sometida la encastada embestida de su oponente, en un puñado de redondos largos, templados y de mano baja, en los que no admitió que el novillo le rozara la muleta.
A continuación, vinieron otras dos por el mismo lado y dos más por el izquierdo, antes del epílogo. Con la espada, sin embargo, no anduvo tan seguro. Después de un par de pinchazos, cobró una media estocada que no fue suficiente y falló repetidamente con el descabello, quedando todo en una ovación con saludos. También salió a saludar Pacheco tras acabar con el quinto, pero esta vez lo hizo por su cuenta, sin que nadie se lo pidiera. El segundo de su lote, acochinado de hechuras, acudió pronto y largo a la llamada del varilarguero, pero todo fue un espejismo. Apenas empujó y salió muy suelto, especialmente después de la segunda vara. En el último tercio, como casi todos sus hermanos, tuvo nobleza, pero adoleció de falta de fuerza y una casta insoportable. El torero de La Línea de la Concepción lo muleteó templado y a media altura, pero esta vez no hubo emoción.
GARCÍA / HENCHE, PACHECO, EL ADOUREÑO
Seis novillos de Julio García (tomaba antigüedad en Madrid), bien presentados, nobles, blandos, sosos y descastados, a excepción del encastado y exigente segundo.
Adrián Henche: estocada (silencio); cuatro pinchazos y un descabello (silencio)
Miguel Ángel Pacheco: dos pinchazos, media estocada _aviso_ y cinco descabellos (ovación con saludos); pinchazo y media estocada ligeramente desprendida, atravesada y tendida (saludos con leves protestas)
El Adoureño, que se presentaba en Madrid: estocada ligeramente atravesada _aviso_ (silencio); tres pinchazos, bajonazo _aviso_ estocada y tres descabellos (silencio)
Plaza de toros de Las Ventas. Domingo 22 de abril. Menos de un cuarto de entrada (6.676 espectadores, según la empresa).
Y es que, salvo el segundo, el debut en Las Ventas de la ganadería salmantina de Julio García -formada con reses de Fuente Ymbro- fue para olvidar. Bien presentados, la mayoría de ejemplares cumplió discretamente en el caballo –algunos, ni siquiera eso- y llegaron a la muleta agotados. Como buenos toros modernos, todo lo que tuvieron de nobleza y calidad, les faltó de fondo, poder y transmisión. Varios de ellos perdieron las manos repetidamente y provocaron el aburrimiento y la desesperación en los tendidos.
El madrileño Adrián Henche, frente a dos inválidos, dio muchos pases y no dijo nada, mientras que El Adoureño, que hacía su presentación en Madrid, demostró estar sobrado de oficio, pero decepcionó con un toreo superficial carente de pureza y hondura.
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