Vittorio Storaro, el cineasta que domó la luz
El director de fotografía, el mejor del mundo según Francis Ford Coppola, reflexiona sobre su trabajo con realizadores como Allen, Saura o Bertolucci y apuesta por el trunfo del digital
Dice de él Francis Ford Coppola en su último libro que es el mejor director de fotografía de la historia del cine. El aludido, Vittorio Storaro (Roma, 1940), quién si no, suena sincero por teléfono cuando responde "Oh, dios mío" al cumplido. "Yo trabajo y trabajo, poco más puedo decir", acierta a decir. El mito, efectivamente, sigue en activo: "Hace poco más de un mes que volví de Nueva York, de estar con Woody Allen", para quien ha realizado la fotografía de sus tres últimas películas. Y espera que su próxima película sea el proyecto maldito del cine español de las últimas décadas, Picasso y el ‘Guernica’, dirigida por Carlos Saura y con Antonio Banderas como el pintor malagueño. ““Ha sufrido muchos problemas financieros. Pero todos estamos comprometidos con la película, y espero que rodemos antes de finales de este año”.
Storaro estará hoy en Madrid para participar en el homenaje que le está dedicando la Filmoteca Española a Saura. El italiano habla con pasión del español. “Yo amo la trilogía Bodas de sangre, Carmen y El amor brujo. Me parecieron únicas, sin igual en la carrera de otro cineasta. Me llamaron en la preprodución Flamenco porque Carlos quería conocerme. Poco después nos cruzamos en el festival de Tokio. Y desde nuestro primer encuentro quedó muy clara su opción pictórica para ese documental, me interesó mucho lo que me planteaba”. Storaro describe el uso de los bastidores, de la aproximación entre abstracta y geométrica a la atmósfera visual que envuelve los bailes. “Entre ambos creamos una ambientación de atardecer y de nocturnidad porque esas son las horas de los cantaores y los bailaores”. El cineasta desgrana con minuciosos detalles cada secuencia de aquella primera colaboración de las seis que le han unido a Saura, de los símbolos que se esconden en cada actuación. “Sentí tal épica y disfrute en nuestra labor común, que nunca he podido rechazar sus propuestas. Siempre hemos hablado mucho y por eso afrontamos de manera tan distinta retos como Tango o Io, Don Giovanni. Cada uno de ellos requería un cambio de paradigma”. Y
Ahondar en la carrera de Storaro es sumergirse en la pasión de su padre. “Era proyeccionista en los estudios Lux Film, aquí en Roma. A los once años empecé a estudiar fotografía porque él me empujó. Soy producto de los sueños de mi padre, él logró contagiarme ese amor”. Nunca, por tanto, ha pensado en dedicarse a otra cosa. “Y por eso sigo trabajando: porque no es un trabajo”. Compaginó los estudios con visitas a museos, con estudios pormenorizados de cuadros. Y a los 24 sus pasos se cruzaron con los de Bernardo Bertolucci: La estrategia de la araña, El conformista, La luna, El último tango en París… El primer oscar le llegó con Apocalypse Now, de Coppola; el segundo por Rojos, de Warren Beatty, y el tercero con El último emperador, de Bertolucci. “Cada película plasma la resolución de un conflicto, el de la luz y la oscuridad. Y manejas infinitas posibilidades con la luz, con las sombras y los colores. El arte nace cuando aciertas con tus decisiones en la composición, los movimientos y esa luz”. Storaro parece contradecirse a continuación, cuando se le pregunta por el fascinante parecido en planificación y rodaje de la secuencia wagneriana de Apocalypse Now del ataque sobre un poblado vietnamita de un escuadrón de helicópteros con un noticiero alemán sobre un avión germano que aparece en un NO-DO de 1944. Ambos, con La cabalgata de las valquirias a todo trapo. “No lo conocía. Pero creo que tengo la explicación. Ese es uno de los tres momentos de aquel filme que rodamos sabiendo de antemano la música que le acompañaría. Y con la idea que queríamos filmar y con Wagner solo puedes poner la cámara en un punto”. Storaro llega al corazón de la conversación: “El cine nunca es realidad, es interpretación de la realidad. El cine no son imágenes ni sonido. El cine son ideas. No hay nada más importante, ni diálogos, ni formatos ni personajes. Ten claro el concepto, el resto... chorradas".
Adios al celuloide
El italiano es igual de claro sobre la muerte del celuloide. "No hay duda. El digital mejora nuestra labor. Desde la tecnología en el rodaje a la posprodución o el almacenamiento de las imágenes. Coppola también supo verlo y ya intentamos hacer algo distinto en Corazonada. Propuso rodarla del tirón, con todas las cámaras disponibles, para buscar esa nueva naarrativa. Tuve que pararle: llevaba razón pero no en ese momento. Un par de años más tarde sí hubiera sido posible con los sistemas robotizados y la alta definición. Sí, el celuloide es precioso, pero la tecnología nos está llevando a otro mundo. Creo que mejor. En 2010, tras Flamenco, flamenco, yo paré, estudié las posibilidades, refresqué mis planteamientos. No hay discusión posible".
¿Seguirá trabajando con Allen? "Si refiere a las acusaciones, para mí Woody no es un monstruo, sino una víctima. En cuanto a lo cinematográfico, cada director tiene su estilo visual, y nunca olvido que están contando su historia. Ahora llevo tres películas con Allen, y me subordino a lo que pide. Muchas de las películas de Allen nacen como tantas otras de las de Fellini: de sus recuerdos infantiles. ¿Saben lo único que comparten los directores geniales? Aman lo que hacen".
La tragedia de la conservación fílmica
Vittorio Storaro llama la atención sobre la segunda gran tragedia que encara la conservación de las películas. “Primero fue la carrera por preservar el celuloide. Bueno, estamos en ello. Pero ahora ya tenemos la constancia de que los archivos digitales no son eternos, que se corrompen. La gente anda equivocada con la eternidad informática. En un lustro esos archivos desaparecen”.
Con todo, hay solución. "He apadrinado un sistema que ha desarrollado Kodak para conservar el cine digital y en Madrid voy a mostrarlo, porque es fundamental para las filmotecas. Se llma DOTS (Digital Optical Technology System) y usa láseres para codficar terabites de datos. No perdamos el tiempo, apliquémoslo".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.