Daniel Chavarría, la novela negra desde Cuba
El escritor uruguayo, ganador del Hammett y del Planeta, muere en Cuba a los 85 años
Daniel Edmundo Chavarría Bastélica, ciudadano uruguayo, nacido en San José de Mayo en 1933 y residente en La Habana desde 1969, falleció en la capital cubana el pasado 6 de abril. Escritor, de profesión profesor de Lenguas Clásicas en la Universidad de La Habana, llegó a Cuba tras secuestrar un pequeño avión en Bogotá. Había dejado su país en 1961 para irse a Colombia, donde colaboró con la guerrilla. Tras ser detectado por la policía, Chavarría se vio obligado a emprender la fuga. Como no sabía conducir decidió secuestrar y desviar la avioneta que hacía la ruta de la cordillera hasta Bogotá. Se llevó a su mujer y su hija en la aventura. Durante unos años, hasta ser amnistiado en Colombia, fue declarado terrorista internacional.
De niño quería ser narrador oral. A los 12 años un primo le prestó Las aventuras de Huckleberry Finn y allí descubrió la magia de la palabra escrita. Su vida estuvo llena de viajes y anécdotas aventureras, se casó tres veces y tuvo cuatro hijos. Escritor tardío, inició una decena de novelas que no llegaron a serlo. Joy fue su primer libro publicado, en 1978. Tenía 45 años. En esa novela su guía era el escritor ruso Yulián Semiónov, el autor de Diecisiete instantes para una primavera.
En 1984 lanza La sexta isla, ganadora del premio de la crítica en Cuba. Sería su primera novela publicada en España, en la colección iniciática del género negro en nuestro país, Etiqueta Negra, que dirigía su amigo Paco Ignacio Taibo II, con quien poco tiempo antes había formado la Asociación Internacional de Escritores Policíacos (AIEP/ICWA). Junto al escritor cubano Justo Vasco escribió a cuatro manos otras dos novelas.
En 1991 publicó Allá ellos, novela con la que ganaría el premio Dashiell Hammett. Supuso el inicio de las traducciones de sus obras a otras lenguas. Su presencia, habitual en aquellos años en la Semana Negra de Gijón, le permitiría conocer y ser conocido por muchos de sus compañeros de letras.
En 1993, con El ojo Dindymenio, ganó el Premio Planeta y el Pescara a la mejor novela extranjera publicada en Italia. Fueron sus años de máxima creatividad. Así en 1994 publicó Adiós muchachos, que ganaría en Estados Unidos el Premio Edgar y que sería adaptada al cómic por Matz y Paolo Bacilieri en 2011. En 1999 se editó su obra más romántica, Aquel año en Madrid.
Mezclando el género policiaco con el histórico y el picaresco llegarían, ya en el nuevo milenio, títulos como El rojo en la pluma del loro, Viudas de sangre o Príapos.
Ejerció de guionista de cine, —Plaff o Demasiado miedo a la vida— y de televisión, con La frontera del deber. Estaba especialmente orgulloso de la biografía novelada del fundador de Tupamaros, Raúl Sendic, que tituló Yo soy el Rufo y no me rindo. Uno de los libros más vendidos en Cuba en 2017.
Era apacible o desbocado, contador oral deslumbrante, su escritura buscaba la comunicación inmediata, se definía como no culterano pero amante de la buena literatura. Quería que sus ideas y su visión de la historia se infiltrasen en el lector a través de la trama y los personajes de sus novelas, mejor cuanto más malévolos fuesen. Descubrió el cuento tardíamente, pero lo practicó en sus últimos años. Había publicado en 2009 sus memorias, Y el mundo sigue andando.
Al recibir el Premio Nacional de Literatura de Cuba, en 2010, dijo: “Mientras disponga de la necesaria lucidez y energía seguiré trabajando, inventando historias para refugiarme en ellas con el peso de los años. Y si algún día me faltara mi mujer o mis historias, estaría perdido”.
Ángel de la Calle es el director del festival literario Semana Negra de Gijón.
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