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Everardo González | Documentalista mexicano

“Los políticos deben escuchar a las víctimas con empatía y sin pensar en número de votos”

El cineasta habla sobre 'La libertad del diablo' una película que reflexiona sobre la violencia que ha castigado al país

Anna Lagos

Everardo González (Colorado, 1971) pregunta si el ruido del viento que pasa por el patio de su casa no afectará la grabación. Se fija en cada detalle: el sonido, la luz y en la cámara, especialmente en la cámara, como una vieja amiga. González es uno de los mejores documentalistas mexicanos. Su más reciente película, La libertad del diablo (México, 2017) ha sido ganador de varios premios, incluyendo uno en la Berlinale de 2017. Examina, a través de testimonios de víctimas y victimarios, el fenómeno de la violencia en México: familiares de desaparecidos, sicarios, policías federales y miembros del ejército tejen un ensayo sobre el infierno donde no hay compasión y la impunidad prevalece. 

Pregunta: ¿Por qué decidió contar este México? 

Respuesta: Yo sentía que si no lo hacía, iba a estar muy en deuda con el tiempo que me tocaba vivir o con lo que me tocaba ver. Quería dejar un retrato de lo que estábamos viviendo en el presente. También creo que el documental se convierte en un testimonio de los tiempos y tendrá un valor distinto en el futuro para que recordemos la barbarie que nos tocó padecer, como sociedad y que le está tocando a muchas familias muy en carne propia. Lo que tenemos es una sociedad que quiere mirar a un lado, que la hace corresponsable de que todo esto suceda. A la gente no le gusta que se le diga eso, pero sí lo es, sí lo somos. Cada vez que decidimos no mirar avalamos el pacto de los medios para que no se nos diga que las cosas están hiperviolentas. Avalar ese pacto es un ataque a la libertad de expresión y a la libertad de información. En fin, por esa y muchas razones más decido hacer ‘La libertad del diablo’. 

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P: Muchos coinciden en que es tu documental más crudo y más escalofriante, ¿crees que sea porque en eso se ha convertido el país? 

R: Sí. Definitivamente es la cara oscura de Los ladrones viejos (México, 2007). ‘La Libertad del Diablo’ es un espacio sin posibilidades de romanticismo, sin posibilidades de acercamiento a la comedia, sin posibilidades de argumentaciones éticas y no es, definitivamente, algo que esté en mi búsqueda personal. Todo lo contrario. Es un reflejo de lo que me toca ver o de cómo yo interpreto lo que toca hoy: un país con cerca de 35.000 desaparecidos, cerca de 270.000 asesinatos, estudiantes desaparecidos. Claro que es espeluznante, es una realidad que nos cuestiona permanentemente. Una realidad que nos hace preguntarnos si queremos o no seguir viviendo aquí, como en Cuates de Australia (México, 2013).

P: En la película un sicario recuerda que su primer muerto fue a los 14 años. Por su primer asesinato le regalaron un Audi A4. ¿Cuánto crees que vale un Audi A4? 

R: ¿Cuánto vale o cuánto cuesta? No sé. ¿Cuánto costará? ¿Un millón y medio de pesos? ¿Unos 100.000 dólares? No sé. Mucho dinero. ¿Cuánto vale? Pues eso ya dependerá de todo lo que cada uno le deposite al hecho de tenerlo. Lo que sí creo es que esta secuencia habla de la idea de ser recompensado con un Audi cuando se quita la vida del otro pues nos hace ver que lo equivocado es el sistema económico en el que vivimos. Nos ha hecho creer que eso es lo que debemos perseguir y que no es tan distinto a lo que persigue el abogado, el político, el cirujano, el periodista, el cineasta y son, a veces, metas inalcanzables. Y cuando no te alcanza pues esta sociedad o este sistema dice que no vales nada y entonces hay que tenerlo a como dé lugar. Cuando por tu psicogeografía o por tu entorno estás condicionado a saber que no serás nada, a menos que lo arrebates, es el lugar en donde florece el sicariato. 

Tenemos una sociedad que quiere mirar a un lado, que la hace corresponsable de que todo esto suceda

P: ¿Qué opinas de la Ley de Seguridad Interior y la amnistía ofrecida por López Obrador? 

R: Creo que es resultado de años de negligencia. Es un hecho que las policías municipales, las rurales, las comunitarias, las estatales están completamente rebasadas. Entonces se aprueba una ley que los cuerpos que se supone tienen que salvaguardar la soberanía del país se dediquen a temas de seguridad interna. Es terrible. No creo que el ejército deba de estar haciendo labores de seguridad interior. Lo preocupante es que no encuentro discursos sólidos para pacificar el país. El tema de las amnistías también es un problema complejo porque se logran cuando hay ideologías de por medio. No es lo mismo buscar una amnistía a partir de comisiones de la verdad y juicios transicionales en Colombia contra las FARC o en El Salvador con el FMLN que con el Cartel de Sinaloa, el Cartel del Golfo o Los Zetas. Como no hay ideología, es muy difícil hablar de una amnistía. 

Lo que creo es que antes de tomar una decisión, cualquiera que sea, se debe escuchar a las víctimas con empatía, sin politiquería, sin pensar en números de votos. Me parece de las cosas más perversas ahora lo que viene. Si se crea una comisión de la verdad, que los primeros que sean escuchados sean las víctimas y después los victimarios. Esa es la búsqueda la verdad, escucharlos a los dos. No hay cárceles suficientes para procurar justicia y no hay procuradores de justicia ni siquiera para levantar los expedientes. No hay policía ministerial que pueda investigar tantos casos. Burocráticamente es imposible que se resuelvan los casos de los últimos 10 años. Entonces, algo distinto se tendrá que hacer en un país donde solo el miserable pisa la cárcel, genera un montón de injustica. Es un tema tan complejo que debería ser la prioridad de los candidatos a la Presidencia de la República. 

P: Es inevitable hablar de las máscaras en La libertad del diablo. ¿Por qué son de ese material y que buscabas comunicar con ellas? 

El día en que los cuerpos colgados estén aquí en la Colonia del Valle nos vamos a dar cuenta de que sí es un problema

R: Son máscaras que están basadas en las profilácticas que se usan en los hospitales, las usa gente con el rostro muy lastimado por quemaduras, golpes, etcétera. Se buscó este material porque es de una tela flexible, se buscó este color porque permitía un rostro color tierra, podía ser un rostro de lo mexicano sin tener que caer en el lugar común y el propio material lo que tenía es que con los líquidos cambiaba de tono y era posible ver una máscara que va sintiendo emociones. Mucho antes de iniciar la película se hicieron pruebas de materiales. Para mí era importante que la máscara oprimiera. La intención era buscar libertad de testimonio, diluir esta idea del rostro de la maldad y generaba este gran problema de la empatía con el espectador frente a un rostro que no reconoce. Por eso vino este juego de espejos, para tener una mirada frente al espectador que lo cuestiona, que lo obliga a sostenerle la mirada. 

P: ¿Qué duele más a México: la corrupción, la violencia?

R: Lo que nos duele más es la indolencia. Hemos llegado a una etapa de, y no es una cosa mexicana nada más, culto al individuo en donde consideramos que lo que no nos sucede a nosotros no le sucede a nadie. Aquí en la Ciudad de México vivimos en una burbuja de consumo y de ciertos privilegios pues parece que no pasa nada. El día que vengan aquí y tomen el Centro Histórico, el día que tengamos, como sucedió en Morelia (Michoacán), una granada en medio de un evento en el Zócalo, el día que rueden cinco cabezas en los comederos donde desayunan, cenan y hacen sus reuniones la clase política de este país, ahí es donde quizá nos daremos cuenta de que sí está pasando. El día en que los cuerpos colgados estén aquí en la Colonia del Valle nos vamos a dar cuenta de que sí es un problema. 

P: En este ensayo de la maldad, en un año particularmente violento, ¿por qué ver directo a los ojos? 

R: Ver directo a los ojos es la única posibilidad de sentir compasión hacia otro. Es una conexión empática, ese es el verdadero espejo. Solo existimos porque alguien más nos mira. Los otros nos miran y nosotros los miramos a ellos. Para reconocernos.

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Sobre la firma

Anna Lagos
Jefa de redes sociales de EL PAÍS América y EL PAÍS México. Está especializada en temas de cultura y sociedad; interesada en la arqueología mexicana. Antes trabajó en Reforma, Terra, ElEconomista.es y Entrepreneur. Es licenciada en Ciencias de la Comunicación y Máster en Mercadotecnia y Publicidad por la Universidad Iberoamericana.

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