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El universo provocador de Jan Fabre irrumpe en la Cartuja de Sevilla

Una retrospectiva reúne las 'performances' más audaces del artista y creador teatral belga

Raquel Vidales
'Yo, soñando' (1978), obra de Jan Fabre expuesta en Sevilla.
'Yo, soñando' (1978), obra de Jan Fabre expuesta en Sevilla.M3 Studio / Angelos bvba

Lo primero que se encuentra el visitante de esta exposición es un laberinto de mesas con utensilios diversos: navajas, cuchillos, punzones, un martillo, destornilladores, sierras, una cadena, palancas. Son las herramientas que utilizaba Jan Fabre (Amberes, 1958) en su juventud para desvalijar viviendas, comercios y contenedores de mercancías en los muelles de su ciudad. Por entonces el hoy célebre artista, creador de la famosa obra teatral de 24 horas Monte Olimpo, era un estudiante curtido en bandas callejeras que robaba para comprar materiales para sus primeras creaciones.

Corrían los años setenta. Años locos en los que museos y galerías pugnaban por las performances más provocadoras. Fabre enseguida dio muestras de su desbordante imaginación y radicalidad. Un ejemplo es su Performance del dinero (1979): se comió el dinero de las entradas, se lo puso en las orejas, los zapatos, lo rompió, lo cortó, hizo collages y lo quemó para hacer dibujos con las cenizas. Los espectadores se enfadaron tanto que le dieron una paliza. Pero la prensa se excitó tanto que le pidieron que la repitiera. Aceptó hacerla otra vez al año siguiente: empezó también jugueteando con los billetes, pero en vez de destruirlos se los guardó en el bolsillo y se puso a hacer otras cosas. El publicó enfureció de nuevo y volvió a pegarle.

Aún no se sabía que Fabre solo ejecuta sus performances una vez. En 1982 lo explicaba en su diario: “Ni un solo galerista o coleccionista puede comprar o vender una performance. ¿Hay algo más bello que saber que nadie puede poseerte?”. Hay otras razones: “Me dejan el cuerpo lleno de cicatrices. Por eso no puedo repetirlas”, confiesa entre risas en una conversación con EL PAÍS.

La inspiración de la noche

El tiempo siempre ha sido esencial en la obra de Jan Fabre. Muchas de sus performances duran días. Su obra teatral Monte Olimpo, que se pudo ver en enero en Madrid y hace dos años en Sevilla, se alarga 24 horas. "Cuando atraviesas la noche, el tiempo cambia de lo profano a lo sagrado", justifica el artista. Sabe de lo que habla. Tiene insomnio. Durante sus desvelos, casi siempre escribe. Así fue componiendo sus Diarios nocturnos, publicados recientemente en español por la editorial Casimiro. El actor Israel Elejalde leyó extractos durante la inauguración de Estigmas en Sevilla y dejó pasmado al público. Eran los pensamientos de una de las mentes más libres del arte contemporáneo.

Estamos en el monasterio de la Cartuja de Sevilla, sede del Centro Andaluz de Arte Contemporáneo, durante la inauguración el jueves pasado de la exposición Estigmas, una gran retrospectiva que recoge los principales trabajos de Fabre en el campo de la performance desde 1976 hasta 2017. La muestra, que ya ha podido verse en Roma, Lyon, Amberes y Viena, reúne cerca de 800 objetos, vídeos, dibujos, maquetas, fotografías, elementos de vestuario y materiales de archivo.

¿El título Estigmas tiene que ver con sus cicatrices? “Por supuesto. Puede decirse que el hilo argumental de todo mi trabajo es la investigación sobre el cuerpo. El cuerpo como sujeto y objeto del arte”, responde. El artista recuerda una visita que hizo a una exposición de maestros flamencos anónimos en la que había cuadros sobre el tema de los estigmas y la flagelación: “Así empecé a hacer dibujos con mi sangre”.

Admiración. Rechazo. Asombro. Extrañeza. Desconcierto. Esta exposición puede provocar todo tipo de sensaciones menos la indiferencia. Tras las primeras mesas de herramientas para hurtos se despliega un universo que hechiza. Sus dibujos con sangre. Sus trajes extravagantes. Sus transformaciones en personajes como el bailarín Fred Astaire, el músico Jim Morrison o el delincuente francés Jacques Mesrine. Su pasión por la entomología, que le llevó a ser el primer artista residente en el Museo de Historia Natural de Londres, donde disfrazó a varios científicos de los insectos que investigaban. Su performance con Marina Abramovich. Su permanente cuestionamiento del concepto y la historia del arte.

Aunque parezca mentira, esta ingente colección es solo la punta del iceberg de la producción artística de Fabre. “Pienso en mi obra como si fuera una mariposa. En el cuerpo están mis performances. Y en las alas están mis trabajos en las artes visuales y el teatro”, describe. Es decir, que de la performance emana todo lo demás. "Influye en cómo trabajo con mis actores y bailarines, por ejemplo. También en mi dramaturgia. Fui uno de los primeros directores que introdujeron el tiempo real en el teatro", recuerda.

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Sobre la firma

Raquel Vidales
Jefa de sección de Cultura de EL PAÍS. Redactora especializada en artes escénicas y crítica de teatro, empezó a trabajar en este periódico en 2007 y pasó por varias secciones del diario hasta incorporarse al área de Cultura. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid.

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