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La película de la semana | Sin rodeos
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Los otros talentos de Torrente

Siento enorme respeto por la agilidad mental, la gracia y el talento de Santiago Segura

El director Santiago Segura habla con Maribel Verdú durante el rodaje de 'Sin rodeos'. En vídeo, el tráiler de la película.
Carlos Boyero

Existe una curiosa y notable coincidencia, con resultado venturoso para mis convencionales y groseros gustos, entre las últimas películas de Álex de la Iglesia y Santiago Segura, y es que ambos, autores de un cine tan personal como reconocible (independientemente de que te atraiga o te desinterese) han dirigido remakes, su adaptación de historias y películas inventadas por otra gente. Perfectos desconocidos, que ha logrado hacer reír a un público tan diverso como cuantioso, entre el que me incluyo, es el remake de una película italiana, dirigida por Paolo Genovese, que todavía no he podido ver. Y Sin rodeos es una nueva adaptación (me cuentan que hay una versión mexicana y otra argentina) de la película chilena Sin filtros, parida por Nicolás López, alguien con el que tuve un breve encuentro y me pareció un señor inteligente y un cinéfilo heterodoxo.

SIN RODEOS

Dirección: Santiago Segura.

Intérpretes: Maribel Verdú, David Guapo, Cristina Castaño.

Género: comedia, España, 2018.

Duración: 87 minutos.

Más información
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En el caso de Álex de la Iglesia Perfectos desconocidos fue un encargo que resolvió modélicamente. Pero no hubo intermediarios en el trabajo de Santiago Segura, que intuyó que existía un filón muy goloso al ver la película chilena. También un reto, ya que aparte de una breve y graciosa aparición, interpretando a un místico y sanador hindú que en realidad es de Alcobendas, Segura se limita a dirigir. Un riesgo de cara al multitudinario público de la millonaria saga torrentiana. Iban a disfrutar con ese esperpéntico y delirante antihéroe identificándolo con la presencia en cada plano de Santiago Segura. El cebo absoluto era él delante de la cámara. Dudo que a gran parte de esos espectadores masivos les interesara saber quién dirigía las aventuras y desventuras de su idolatrado Torrente.

Disfruté mucho con el primer Torrente y poco o nada con el resto. Y siento enorme respeto por la agilidad mental, la gracia y el talento de Santiago Segura. Y por lo tanto, notables expectativas ante su trabajo como director al margen de su prolongado e infalible éxito con Torrente. No me defrauda. Sigo con interés la tortura cotidiana —en un mundo donde todo cristo pretende ser oído pero nadie escucha al prójimo— de esa mujer tan afortunadamente normal que los demás tratan como si fuera anormal, su resignada desolación constatando que no existe o únicamente la quieren para explotarla en su entorno familiar, profesional y sentimental. Y sobre todo, agradezco que personajes, situaciones y gags me despierten la sonrisa y la risa, gestos que escasean en el cine y en la vida. Y, cómo no, me confirma que puedo estar solo pero jamás estupidizado al mantenerme ajeno a esas redes sociales que al parecer son imprescindibles y gozosamente adictivas en la vida o en la supervivencia de la gente.

Y celebro, como en la memorable Alice, que se inventó el extraordinario y satanizado a perpetuidad Woody Allen, que la afligida protagonista de Sin rodeos, gracias a la ingestión de una liberadora pócima tenga la lucidez y el valor de enviar a la nada o la mierda a todos los que se empeñaban en condenarla al naufragio. O sea, mejor solos que mal acompañados, como sostiene la escéptica e irreplicable sabiduría popular.

Maribel Verdú sigue ofreciéndome razones para que sea la actriz española que más me gusta. Y Candela Peña solo necesitas tres apariciones episódicas para bordar un personaje. Lo he pasado bien con esta película. Y confieso que no me siento pecador por ello.

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