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El humor como laboriosa creación cotidiana

Forges hizo reír a España durante más de medio siglo y sus personajes como Blasillo forman parte de la historia sentimental de todo un país

Fernando Domingo-AldamaFoto: atlas
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Muere Forges, genial dibujante de medio siglo de historia de España
Un vocabulario particular que ya es de todos

Antonio Fraguas De Pablo, Forges, el humorista gráfico que mejor ha retratado el último medio siglo de la historia de España, ha fallecido a las 2.15 horas de este jueves, en la clínica madrileña de la Fundación Jiménez Díaz, a consecuencia de un cáncer de páncreas que le fue detectado en febrero de 2017, según han confirmado fuentes familiares. Contaba con 76 años de edad. Estaba casado con Pilar Garrido y era padre de tres hijas y un hijo. Desde 1995, pertenecía a la plantilla del diario EL PAÍS, donde publicaba diariamente su viñeta.

Forges nació en la clínica Santa Cristina de Madrid el 17 de enero de 1942. Fue el segundo de los nueve hijos del matrimonio formado por Antonio Fraguas Saavedra, periodista gallego, escritor y entonces alto funcionario de la Vicesecretaría de Educación Popular, germen del Ministerio de Información y Turismo; y de María Ascensión de Pablo López, ama de casa donostiarra nacida en Barcelona, profesora de francés.

Antonio sufrió una encefalitis infantil que le retuvo en cama varios meses durante los cuales, para entretenerse, aprendió a dibujar sobre rollos de papel higiénico, que ilustraba profusamente. Cursó Bachillerato en Madrid, en el Instituto Ramiro de Maeztu y en el Colegio de los Sagrados Corazones de la calle Villanueva.

Con 12 años, obtuvo un Premio Nacional de Redacción. Pese a ello, abandonó los estudios de Bachillerato para incorporarse en 1957, como técnico, a Televisión Española, en su sede del Paseo de La Habana, en la sección de Telecine. En una ocasión, en el palacio de El Pardo, contaba Forges, reparó el televisor averiado del entonces jefe del Estado, Francisco Franco, cuya presencia e imagen le impresionaban “por su saludo manual flácido y lo mediocre de su semblante”.

Destinado al repetidor de televisión de Sollube, en Bilbao, Antonio Fraguas asistió allí perplejo al embadurnamiento de los muros de la montañosa tele-estación vizcaína con las primeras pintadas de la organización precursora de Euskadi ta Askatasuna, ETA. Posteriormente, fue destinado a la sede de TVE de Miramar, en Barcelona, donde trabajó durante un año. De regreso a Madrid en el mes de abril de 1959 y por un retraso fortuito, perdió el vuelo 43 de Iberia que se estrelló poco después en la serranía de Cuenca y en el que morirían el gimnasta Joaquín Blume, la esposa del as deportivo María Bonet y 20 personas más. Ya en Madrid, trabajando como mezclador de imagen y coordinador-jefe de estudio, fue convocado por el Tribunal de Orden Público como testigo por un conato de huelga registrado en un estudio que él regía.

En las pausas de la programación televisiva, Antonio dibujó sus primeros “monos” que comenzará a publicar en revistas colegiales, primero y posteriormente, a partir de 1964 y gracias a Jesús Hermida, en el diario Pueblo. Comoquiera que deseaba evitar que asociaran su presencia en Prensa a un supuesto enchufe de su padre, periodista y entonces alto funcionario del Ministerio de Información y Turismo, a instancias de un hermano suyo menor cambió su rúbrica inicial de Antonio Fraguas y adopta la de Forges, que traduce su apellido en catalán, francés e inglés.

El diario Arriba publicó asimismo sus dibujos con amplio despliegue de paginación, hasta que Jesús de la Serna -a quien profesaba una evidente devoción profesional- le ofreció “publicar diariamente el editorial gráfico” del vespertino Informaciones, tarea que realizará durante los siguientes 15 años. En ese tiempo innovará profundamente el humor gráfico en España mediante una transformación del léxico ora en clave conceptista y barroca, ora con registros de argot señaladamente madrileño, que lleva a sus viñetas, pobladas de personajes vinculados a la vida cotidiana rural y urbanita, a la política y al Parlamento.

En la Escuela Social de Madrid estudia Graduado Social y en 1967 contrae matrimonio con Pilar Garrido Cendoya, profesora del Colegio Estudio, con la que tuvo tres hijas, Irene, Berta y Micaela, y un hijo, Antonio, que será periodista. En la actualidad, su familia se amplía a cinco nietos.

Dos episodios problemáticos, debidos a coincidencias fortuitas de sendos dibujos realizados con anterioridad pero publicados simultáneamente con hechos luctuosos, le obligaron a ocultarse y exiliarse temporalmente para eludir represalias policiales y de la extrema derecha: el asesinato en Granada de varios obreros a manos de la policía y el atentado del GRAPO contra la cafetería California, 47- hechos que alteran la tónica humorístico-crítica de su trayectoria en Informaciones. Antonio simultaneó su editorial gráfico en el diario de la calle de San Roque con dibujos y secciones fijas en publicaciones y medios semanales como La Codorniz, Interviú, Sábado Gráfico, El Europeo, Lecturas o Diez Minutos; o en revistas como Hermano Lobo y Por Favor, que promovió junto con otros humoristas como Jaume Perich, Chumy Chúmez, Máximo, Manolo Summers o el escritor y poeta Manolo Vázquez Montalbán, entre otros. Con Antonio Mingote mantendrá una entrañable amistad.

Veraneante en El Espinar (Segovia), posteriormente en Jesús Pobre (Alicante) y Cadalso de los Vidrios (Madrid), residirá en Pozuelo de Alarcón, donde trabó estrecha amistad con sus vecinos, los cineastas José María González Sinde y José Luis Garci. Por su parte, Antonio Fraguas dirigirá en 1976 la película El bengador gusticiero y su pastelera madre, con guion de Jaime de Armiñán, protagonizada por María Luisa San José, Fernando Delgado y José Ruiz Lifante. Un año después dirigirá el filme País S.A.

Entre 1989 y 1991, junto a su hermano José María y por encargo de la Federación de Organismos de Radio y Televisión Autonómicos (F.O.R.T.A) dirige durante dos temporadas el semanal de información satírica Deforme semanal, así como la serie Tres más una de entrevistas a mujeres del mundo político, artístico y/o cultural, serie de la que también fue presentador. Ambos programas fueron emitidos en Telemadrid y Canal Sur, respectivamente. Volvió a RTVE para dirigir en 2014 Pecadores impequeibols y, más recientemente, para ilustrar el programa Viaje al centro de la tele.

Tras dejar Informaciones, donde sus semanales Forgendros, -tipo de ingenio tecno-humorístico descrito con términos de acusado retruécano y barroquismo-, alcanzaron gran notoriedad, Forges comenzó a publicar su dibujo cotidiano en Diario 16; posteriormente, será promotor del diario El Mundo, en el que permanece hasta 1995. En aquel año y tras gestiones de Joaquín Estefanía, es llamado a EL PAÍS, donde en junio de 1995 empezó a publicar el editorial gráfico diario.

Según declaró recientemente, el número de viñetas dibujadas a lo largo de su trayectoria profesional frisa las 250.000. Autor, asimismo, de una veintena de libros, desde la Historia de aquí a Los forrenta años, ha cosechado importantes éxitos editoriales, con tiradas de decenas de miles de ejemplares. Con él ha colaborado, entre otros colegas suyos, el historietista Alfonso Azpiri, recientemente fallecido. Doce de Babilonia ha sido el título de su única novela publicada, de trasunto histórico-humorístico. Su participación en el programa No es un día cualquiera, de Radio Nacional de España, bajo la dirección de Pepa Fernández, ha sido su intervención más prolongada en el medio radiofónico, donde había desplegado numerosas otras colaboraciones, como en Protagonistas, de Luis del Olmo.

Entre sus premios destacan la Creu de Sant Jordi, máxima condecoración catalana; el Premio Antonio Sancha de los editores madrileños y el Premio Internacional de Humor Gato Perich. En el año 2007, el Consejo de Ministros de España le concedió la Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo y en abril de 2011, la Medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes. Tres años antes, propuso a la ONU la difusión de los Objetivos del Milenio mediante una convocatoria a los humoristas de todo el mundo para secundar la iniciativa con sus respectivos dibujos. En mayo de 2012 se le otorgó el Premio de la FAO, por la concienciación -a través de sus viñetas- del problema alimentario en el mundo y sus soluciones. A finales de 2013 recibió el Premio Nacional de Periodismo Pedro Antonio de Alarcón, en reconocimiento a su trayectoria. Un año después, fue galardonado con el Artemio Precioso, por su labor en defensa del Medio Ambiente.

Con motivo de sus 50 años de profesión en 2014, se editó un cupón de la ONCE y una hoja de sellos de Correos con dibujos suyos. En ese año fue nombrado doctor honoris causa por la Universidad Miguel Hernández, de Elche, y en noviembre del mismo año se le concedió, por unanimidad del jurado, el Premio Iberoamericano de Humor Gráfico Quevedos, que le fue entregado por el rey Felipe VI el 26 de enero de 2014. El 28 de enero de 2016 fue investido doctor honoris causa por la Universidad de Alcalá.

Creador de personajes

Creador de personajes como el Blasillo, Mariano y Concha, Borja, Morgan, Flanagan y muchos otros, su tarea primordial ha consistido en sacar a la superficie, desde el sentido común, la expresión de sentimientos dormidos “que la gente no tiene tiempo de hacer aflorar en un país como el nuestro”, atribulado en su día a día por muchas amarguras, pero siempre dispuesto a emanciparse de la pena mediante el fogonazo del humor “que los humoristas”, reconocía, “pretendemos humildemente administrar”. A su juicio, “el humor no es propiedad de los humoristas, sino de la gente, que recorre con ellos la mitad del circuito que conduce hasta el gozo, manifiesto en la sonrisa, la risa, la carcajada o la ironía, liberadoras todas ellas, universales y al alcance de casi toda persona”. El humor, según Forges, “es un bien democrático”.

Durante su vida profesional, reconocía haber procurado que su humor quedara “desprovisto de daño y de hiel”, porque aseguraba haberlo entendido siempre como un medio comunicador, “no como ariete para herir ni venablo para hincar. Espero haberlo conseguido”, señalaba en una entrevista.

Ironizaba sobre sí mismo subrayando lo prominente de su cabeza, la cual prácticamente no dejaba de discurrir. Y comentaba con una sonrisa que, con razón, el lema de su familia y el ex libris de su padre escritor era “Fragua, fraguando”. Alguna punzada ha dado Forges al poder; alguna maldad pudo deslizarse a veces de su pluma, admitía; pero lo que se propuso siempre fue realizar una refinada torsión, un juego de alteraciones entre el sonido y el sentido de las palabras para, con su expresión gráfica en sus viñetas, conjurar o aventar el absurdo y recuperar la frescura de la inteligencia soñolienta y del anhelo de libertad siempre vivo en el corazón humano. Esta pulsión incesante, bastante peculiar, obedecía en Forges a un sentido de la originalidad que siempre le ha acompañado: “no puedo evitarlo”, confesaba.

Para alcanzar esa meta se sirvió también de un deseo permanente por innovar, no el lenguaje, sino tan solo algunas palabras, “con la lejana esperanza de que alguno de mis palabros perdure en el tiempo”. Raro ha sido el despacho ministerial de funcionario, la nevera de un ama de casa o la carpeta de un/una estudiante, tres sectores sociales a quienes dirigía buena parte de sus dibujos, que no ha exhibido, colgado o estampado alguna vez uno de sus chistes.

Forges

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