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La cacharrería también es todo un arte

Olga Mesa y Francisco Ruiz de Infante presentan en el museo Artium, de Vitoria, un "laberinto expositivo" sobre el abuso tecnológico

Borja Hermoso
Una pieza de la exposición 'Carmen // Shakespeare', en el museo Artium, de Vitoria.
Una pieza de la exposición 'Carmen // Shakespeare', en el museo Artium, de Vitoria.ARTIUM

Muros, barreras, jaulas, invernaderos, neones, bolas de discoteca, sillas flamencas en miniatura, cables, cuchillos, alicates, proyectores, pantallas, cajas sonoras, ventiladores, espejos… poesía… ópera… una babilonia turbadora, una jungla de cacharrería donde la tecnología se ríe de la tecnología, un laberinto donde se habla de cosas como el amor y la muerte, o como el sexo y la vida, o como las relaciones de poder. Es el contexto brutal en el que Olga Mesa y Francisco Ruiz de Infante despliegan su proyecto Carmen // Shakespeare. Presagios del deseo, la ¿cómo llamarla, exposición, experiencia? que puede verse en las salas del Artium Centro-Museo Vasco de Arte Contemporáneo de Vitoria hasta el 1 de mayo.

Sin jerarquías ni mensajes, solo como el espejo cóncavo que tanto nos deforma y tanto nos aterra, esta sucesión de habitaciones entre sombras, objetos, sonidos y destellos surge como la propuesta híbrida que esta pareja de creadores pasean por el mundo en múltiples formatos (espectáculos escénicos, vídeos, performances, talleres, instalaciones…) desde 2012.

La coreógrafa Olga Mesa (Avilés, 1962) y el artista audiovisual Francisco Ruiz de Infante (Vitoria, 1966) residen en Francia, donde se conocieron hace diez años y donde se asociaron bajo el nombre de Hors champ (Fuera de campo). El movimiento, las artes plásticas, el ruido, las imágenes y la literatura tienen cabida en su idea: una hibridación innegociable de géneros y posibilidades expresivas para alcanzar el improbable objetivo: lo que llaman “el frotamiento” de un mito, la Carmen de Bizet/Mérimée, con una factoría de mitos como Shakespeare –y más concretamente sus Sonetos de amor-.

El recorrido se articula en cuatro ejes: seducción, conflicto, deriva y muerte, todo, por desgracia, de mucha actualidad. “Bueno, ya en la propia Carmen la violencia de género está presente a primera vista. En esta exposición se habla de una violencia sumergida, hay lo que yo llamaría un temblor de tierra subterráneo. Hay que poner al espectador alerta. Carmen // Shakespeare quiere despertar una conciencia de individuo dentro del colectivo”. Es la reflexión de Mesa cuando se le plantea en qué medida las noticias sobre violencia machista y sobre la actual ola de reacción contra ella pueden ir modificando el discurso de este proyecto expositivo, proyecto que, por otra parte, permanece vivo y cambiante en cada una de sus presentaciones.

Como ya sucedía en su exposición de hace diez años en el Museo Reina Sofía –Habitación de lenguajes- Francisco Ruiz de Infante combina aquí imagen, sonido y texto para convocar espacios de angustia y espejos en los que reflejar la mayor paradoja del tiempo actual: cómo la palabrería tecnológica no deja escuchar la palabra o, cuando menos, la convierte en cacofonía. Se llama incomunicación adornada de ruido.

"Me interesaba mucho", explica el artista vitoriano afincado en Francia, “poder hablar de la complejidad de las relaciones humanas, ya sean amorosas u otras, aunque en este caso sobre todo amorosas, en un mundo en el que la tecnología nos impide pensar en el tiempo presente de una manera sencilla. Las nuevas tecnologías han hecho que el tiempo presente nos parezca casi absurdo. Hay algo en ellas que es al mismo tiempo extraordinario y una pesadilla. Eso lo sentimos todos, y cada día que pasa más”.

En esa reflexión sobre lo tecnológico y sus límites o no límites, y su uso como arma creativa, incide el italiano Roberto Fratini, dramaturgo y profesor de Teoría de la Danza en el Institut del Teatre de Barcelona, colaborador del tándem Mesa/Ruiz de Infante en el montaje: “Una vez le preguntaron a John Cage sobre si los artistas debían usar o no los últimos medios tecnológicos y respondió que el problema no era si debían hacerlo o no… sino qué es lo que de verdad querían hacer con ellos. De lo que se trata es de convertir la tecnología en tecno-logía, es decir, en un discurso sobre la técnica. Si utilizas esos medios tecnológicos simplemente siguiendo sus instrucciones de uso, estás cayendo en la taumaturgia dictada por sus productores; en cambio, creo que el papel del artista es reconducir la técnica al discurso, y por ende hacer de ella un uso impropio, usarla para sacar fantasmas, hacer dramaturgia”.

Acercarse a la Sala Norte del Artium —uno de los centros de arte más activos en cantidad y calidad del panorama español de museos— supone una aventura. Carmen // Shakespeare no se visita, se recorre. Hacia adelante, hacia atrás, con sorpresa, con miedo a veces, en un zoo de objetos plagado de contradicciones. No es una exposición complaciente. De hecho, no es una exposición como solemos entender ese concepto. Ya lo advierte Ruiz de Infante: “El espectador tiene que hacer un esfuerzo acerca de lo que puede ser, de lo que puede pasar… el espectador, en realidad, no sabe nada”. Indicios, multitud. Certezas empaquetadas, ninguna. Espejismos, mil; evidencias, cero.

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Sobre la firma

Borja Hermoso
Es redactor jefe de EL PAÍS desde 2007 y dirigió el área de Cultura entre 2007 y 2016. En 2018 se incorporó a El País Semanal, donde compagina reportajes y entrevistas con labores de edición. Anteriormente trabajó en Radiocadena Española, Diario-16 y El Mundo. Es licenciado en Periodismo por la Universidad de Navarra.

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