El regalo de Jeff Koons que París no sabe dónde colocar
Una escultura de homenaje a las víctimas del terrorismo incomoda a las autoridades y a los artistas
Su ramo de flores se ha convertido en un jarrón chino que nadie sabe dónde colocar. Es la definición que mejor se ajusta a lo sucedido con la última obra de Jeff Koons, Bouquet of Tulips, una escultura de 12 metros de altura que el artista estadounidense regaló a la ciudad de París como homenaje a las 130 víctimas de los atentados terroristas de noviembre de 2015. “Un símbolo de recuerdo y de optimismo, de curación a medida que uno deja atrás estos acontecimientos pavorosos”, expresó Koons en un comunicado en 2016.
Su monumental obra, que reproduce una mano sosteniendo un ramo de tulipanes de colores, ya habría sido forjada y coloreada en un taller alemán, según su galerista francés, Jérôme de Noirmont. Sin embargo, su llegada parece paralizada, a la espera de que las autoridades permitan la instalación de este regalo que nadie pidió y con el que nadie parece saber qué hacer. Algunos lo vieron como un gesto de generosidad por parte de uno de los grandes artistas de nuestra época; otros lo interpretaron, más bien, como un gesto inadecuado, ostentoso y egocéntrico.
Koons regaló la obra, pero puso una condición: escoger su emplazamiento. El lugar seleccionado es el patio descubierto que separa el Museo de Arte Moderno y el Palais de Tokyo, especializado en el último arte contemporáneo. Esta plaza escalonada y pegada al Sena fue construida para la Exposición Universal de 1937, como los dos edificios que albergan los centros de arte, y cuenta con privilegiadas vistas sobre la Torre Eiffel. Una localización apetecible para Koons, pero menos para el Ayuntamiento de París, que habría propuesto puntos menos céntricos del mapa de la ciudad, como el parque de Passy o el de La Villette, que no fueron aceptados por el artista, según ha publicado esta semana Le Figaro.
Por otra parte, Koons ha regalado la obra, pero no su producción ni instalación, estimada en 3,5 millones de euros. Una cantidad que debería ser sufragada por varios mecenas privados franceses y estadounidenses, aunque dentro del mundo del arte algunas voces consideran que el coste es desmedido y que podría utilizarse para otras causas.
La titular de Cultura, Françoise Nyssen, que gestiona el Palais de Tokyo y debe autorizar la instalación de la obra, acaba de encargar un estudio adicional para evaluar “los riesgos técnicos, pero también jurídicos, económicos y patrimoniales”, según fuentes del ministerio. Un primer informe señaló la fragilidad de los cimientos de esa localización, no aptos para sostener una obra de 30 toneladas de bronce.
La hipótesis fue evaluada por otro estudio técnico. “Con ciertas precauciones, su instalación es posible”, se felicitó el director del Museo de Arte Moderno, Fabrice Hergott, que cree que colocar la escultura frente a su centro seducirá a millares de personas adicionales al año y podría rivalizar con espacios más visitados, como el Centro Pompidou.
Su vecino, Jean de Loisy, responsable del Palais de Tokyo, es menos entusiasta: por la interferencia de colocar la obra de un artista estadounidense delante de un museo especializado en la escena francesa y en nombres mucho menos conocidos, y porque las obras de instalación le impedirían usar algunas salas y su alquiler para conciertos o desfiles. Según De Loisy, el Palais de Tokyo perdería 800.000 euros por la instalación. El entorno de la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, ha asegurado que la obra será instalada. En 2016, Hidalgo dijo que le parecía “la obra de un inmenso artista que simboliza la generosidad y el hecho de compartir”.
Babelia
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