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Crítica | El joven Karl Marx
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La revolución de las ideas

Es una película con combates dialécticos en el lugar de las escenas de acción

Cuando, en I’m Not Your Negro, Raoul Peck rescataba las palabras de James Baldwin para darles nueva vida, su intención no era tanto la de preservar la memoria de la lucha por los derechos civiles (que también), sino comprobar cómo resonaban las palabras del escritor sobre las imágenes de un presente que sigue siendo el escenario de una encarnizada lucha. Allí eran las armas del documental las que le permitían levantar un discurso propio a partir de la resurrección de un discurso ajeno. En El joven Karl Marx, el marco se adapta a las exigencias convencionales y eminentemente didácticas del biopic, pero el cineasta demuestra que, incluso en un género derivado de una tradición literaria nacida al servicio de la construcción de una identidad burguesa en el siglo XVIII, es posible hacer la revolución… aunque sea dentro de un orden.

EL JOVEN KARL MARX

Dirección: Raoul Peck.

Intérpretes: August Diehl, Stefan Konarske, Vicky Krieps, Olivier Gourmet.

Género: biopic. Alemania, 2017

Duración: 118 minutos.

El Like a Rolling Stone de Bob Dylan acompaña, en los créditos finales de El joven Karl Marx, un montaje de imágenes que levanta acta de la perenne vigencia del pensamiento del filósofo alemán. La lucha de clases era y es una realidad, aunque el recuerdo de las derivas que pervirtieron la pureza de la utopía comunista a lo largo del siglo XX –siempre en la agenda de esa doctrina del miedo que el orden neoliberal suministra con metódica regularidad- tenga atenazado a un proletariado al que la revolución le empieza a parecer casi un extravío malsonante. Peck no es marxista –el compromiso político de quien fue ministro de cultura en Haití durante dos años se inscribe en el ámbito del nacionalismo anti-imperialista-, pero tiene claro que de Karl Marx no le interesan ni la estatua conmemorativa, ni la figura de cera, sino la energía de ese momento vital en el que, con la complicidad de Engels, entraron en combustión unas ideas capaces de transformar el mundo.

El joven Karl Marx es, así, una película de ideas en movimiento, con combates dialécticos en el lugar de las escenas de acción y un especial cuidado en reivindicar lo privado como zona de experimentación de nuevas maneras de amar, vivir e imaginar futuros colectivos. Guionista de Jacques Rivette y veterano de la etapa maoísta de Cahiers du Cinéma, el co-guionista Pascal Bonitzer ayuda a Peck a sintetizar y condensar largos procesos ideológicos en un trabajo que muchos han subestimado por su vocación clásica, sin apreciar la sostenida inteligencia de sus decisiones narrativas.

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