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TIPO DE LETRA
Columna
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Huracanes de temporada

La literatura latinoamericana ha dado grandes noticias en 2017

Javier Rodríguez Marcos
Liliana Colanzi y Carlos Fonseca son dos de los escritores seleccionados este año en la lista Bogota 39.
Liliana Colanzi y Carlos Fonseca son dos de los escritores seleccionados este año en la lista Bogota 39.Ulises Ruiz Basurto

“Hay un pez que pasa la vida en vaivén, luchando para que el agua no le eche fuera”, dice un personaje de Zama, la adaptación cinematográfica de la novela de Antonio Di Benedetto que Lucrecia Martel estrena en España en próximo 26 de enero. “Estos sufridos peces”, continúa, “emplean todas sus energías en la conquista de la permanencia, nunca se les va a encontrar en la parte central del río sino en las orillas”. En la novela la metáfora del pez es un aviso de lo que aguarda al protagonista, pero también valdría para ilustrar la relación de los escritores latinoamericanos con los lectores españoles. Pese a que de los primeros ha dependido en el último siglo la vitalidad del idioma que hablan los segundos, solo de vez en cuando —el modernismo, el boom—se les deja ocupar el centro de la corriente.

En 2017, sin embargo, llegó hasta la orilla europea del Atlántico un montón de noticias buenas desde la orilla americana. Por el lado de los honores oficiales, Sergio Ramírez ganó el premio Cervantes; Claribel Alegría, el Reina Sofía de Poesía y Alberto Manguel, el Formentor. Entre los habituales en las quinielas de esos premios, Ida Vitale publicó su Poesía reunida mientras César Aira hacía doblete con Continuación de ideas diversas (reeditado) y Evasión y otros ensayos (cuando pensábamos que era un artista duchampiano metido a escritor borgiano, se revela como un filósofo que juega a novelista). Aunque es poco probable que el deseo se cumpla, solo por escucharla desde el púlpito complutense valdría la pena que le dieran el Cervantes a María Moreno, autora de un autorretrato alcohólico y descarnado —con hielo pero sin retoques— titulado Black out.

Es cierto que, como el de Moreno, hay libros que tardan un año en cruzar el océano —o 18, como La Historia, de Martín Caparrós— y que los españoles descubren América con meses de retraso, pero a veces el sol sale por el Oeste. Fue el caso de tres imprescindibles de esta temporada como Había mucha neblina o humo o no sé qué, de Cristina Rivera Garza, La dimensión desconocida, de Nona Fernández, y La uruguaya, de Pedro Mairal. Este último formó parte hace justo una década de Bogotá 39, la selección de autores latinoamericanos de menos de 40 años que en mayo pasado renovó su nómina con narradores que ya son más que promesas. Algunos además, como Carlos Manuel Álvarez, Juan Cárdenas, Liliana Colanzi, Carlos Fonseca, Emiliano Monge o Samanta Schweblin, tienen libro reciente —o recién llegado— en esa centrifugadora llamada mesa de novedades. Las dos apuestas bogotanas impresionan por su clarividencia, pero no hay canon infalible: a la vez que se anunciaban los valores al alza, la mexicana Fernanda Melchor, de 35 años y ausente de la lista, publicaba una de las novelas de 2017: Temporada de huracanes.

La Temporada de Melchor se abre con un cadáver flotante, lo mismo que Zama. Antonio Di Benedetto publicó su obra en 1956. 60 años después de su aparición —y 30 después de la muerte de su autor— la han adaptado al cine y traducido al inglés. Fue esto lo que llevó a J. M. Coetzee a proclamar que por fin estamos ante “la gran novela americana”. Fue en enero pasado y en una reseña de 5.000 palabras —10 veces este artículo— titulada ‘Un escritor que deberíamos conocer’. Algunos recordarán que durante la dictadura militar argentina ese escritor vivió en España. Exiliado. Inadaptado. Como un pez que no encuentra su sitio en el agua.

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Sobre la firma

Javier Rodríguez Marcos
Es subdirector de Opinión. Fue jefe de sección de 'Babelia', suplemento cultural de EL PAÍS. Antes trabajó en 'ABC'. Licenciado en Filología, es autor de la crónica 'Un torpe en un terremoto' y premio Ojo Crítico de Poesía por el libro 'Frágil'. También comisarió para el Museo Reina Sofía la exposición 'Minimalismos: un signo de los tiempos'.

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