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Crítica | Ferdinand
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La culpa de todo la tiene Walt Disney

Protaurinos y animalistas comparten similar porcentaje de tirria al animador, un recurso que siempre funciona porque acciona ese dispositivo freudiano de matar al padre

Ferdinand y el torero El Primero, en la película.
Ferdinand y el torero El Primero, en la película.

FERDINAND

Dirección: Carlos Saldanha.

Animación.

Género: fábula. Estados Unidos, 2017.

Duración: 108 minutos.

Protaurinos y animalistas comparten similar porcentaje de tirria a Walt Disney. Sostenía Albert Boadella que las raíces del movimiento antitaurino podían estar en una película para él tan perniciosa como Bambi, cuyo uso del antropomorfismo alentó en el mundo entero una castradora mirada sentimental sobre el universo de los animales. Un militante del PACMA, por otro lado, intentó una vez explicarme el grado de corrupción de las esencias que implicaba ese antropomorfismo disneyano que superponía emociones humanas sobre un mundo animal que no merecía ser sometido a ese yugo. Echarle la culpa a Disney es un recurso que siempre funciona, quizá porque acciona ese dispositivo freudiano de matar al padre (simbólico). Y Disney fue, en efecto, padre de muchas cosas, aunque no precisamente del antropomorfismo: sí lo fue del lenguaje canónico de la animación fundamentada en la caracterización de personajes.

Y resulta que Disney tendrá también la culpa de que este Ferdinand del estudio Blue Sky le haya gustado tan poco a un servidor, porque la película de Carlos Saldanha no resiste comparación con el corto de 1938 que, bajo la dirección de Dick Rickard, adaptaba el mismo libro ilustrado de Munro Leaf y Robert Lawson dentro del corpus disneyano. Donde había un cuidadoso hilvanado de gags visuales y un completo dominio de la flexibilidad de los personajes animados, Saldanha contrapone una dramaturgia de la histeria, donde la gestualidad de todos pasa de una emoción extrema a otra sin solución de continuidad. Lo peor, sin duda, es la poca consistencia estética de los diseños: aquí, esos personajes humanos tan propios de la más rutinaria animación digital, conviven con diseños que se dirían saqueados de otras fuentes, como el Ferdinand de Disney, el caballo de Enredados o la cabra de, agárrense, la española El lince perdido. Eso sí, antitaurina lo es.

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