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Blogs / Cultura
Elemental
Coordinado por Juan Carlos Galindo

Las mejores novelas negras de 2017

Libreros, periodistas, editores y un poco de lo mejor del género eligen los imprescindibles de este año

Escena de la película 'Asesino implacable', adaptación de 'Jack vuelve a casa'.
Escena de la película 'Asesino implacable', adaptación de 'Jack vuelve a casa'.

Un año espectacular para el género negro se acerca a su fin y en Elemental elegimos las mejores novelas del año. Para ello contamos con la inestimable generosidad de los libreros de La conspiración de la pólvora (Premio Nacional de fomento de la lectura 2016); el también librero Miguel Angel Díaz de (SomNegra); el editor Pere Sureda (Navona); la bloguera Marta Marne (Leer sin prisa); el periodista Antonio Lozano; el escritor y organizador de Valencia Negra Santiago Álvarez y el maestro Paco Camarasa. Una alineación de lujo completada por quien esto escribe y coordina y que se ha sumado a Sureda a la hora de elegir dos: una escrita en español y otra traducida. Como siempre, me consta que quedan muchas cosas muy buenas fuera, pero es el precio de las selecciones.

La Conspiración de la Pólvora

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Carter confirma esa vieja teoría de que las mejores novelas negras apenas superan las doscientas páginas, espacio más que suficiente para hacernos disfrutar con la lucha eterna del género: alguien sabe algo que trata de ocultar a quien todavía no sabe nada. A este último le llamamos investigador, un personaje que puede tomar distintas formas dependiendo de la imaginación y la ambición del escritor. Carter es un investigador sicario, un hombre que acude a la ciudad industrial que lo vio nacer para esclarecer y vengar la muerte de su hermano, después de hacer fortuna en Londres como matarife de la pareja de gánsters de moda.

Identifícate con Jack Carter si puedes. Carter no tiene ni dios ni amo, es un ángel de la muerte que llega para arrasarlo todo a su paso. Y Ted Lewis consigue que un personaje así sea capaz de elevarse moralmente sobre la putrefacción que lo rodea. Carter tiene todo lo que nos gusta en una novela negra: la huida hacia adelante; una acción trepidante y una atmósfera contada con el esqueleto de las palabras, con una poética sombría; unos diálogos que transmiten en cada línea ese juego del gato y el ratón en el que se envuelve toda la trama, cargados de información, de silencio y de mentiras; un personaje que es a la vez cazador y presa; los tabús sexuales y sociales de una pequeña ciudad estática y de forma piramidal, que no es sino el paisaje de cómo los intereses (económicos) de una minoría devastan el territorio y la idea de ciudadanía –¿alguien ha dicho Cosecha Roja? Premio para el caballero–; la corrupción a todos los niveles, empezando por la moral. Es, en definitiva, un tío elegante con escopeta larga buscando una oportunidad para redimirse, que conduce ciego de ira y de alcohol bajo una lluvia sórdida. A tope, sin concesiones. Tan incómoda como las de Jim Thompson, tan impactante como las de Dashiell Hammett. Di hola a la Inglaterra profunda.

Arturo Pérez-Reverte logra, sin tener que vivir en la época de los folletines que tenían que tener en vilo cada día al lector, narrar sin dar tregua al lector. Un libro importante, en mi opinión supera a Falcó, que reivindica un género y una manera de contar que parecía perdida. Además logra crear un personaje que ya formará parte de mi imaginario, Eva. Sin duda una novela que contiene todos los ingredientes necesarios para deleitarnos y con toques que nos hacen dudar. ¿Quién da más?

Si la primera novela del Inspector Yeruldelgger me sorprendió muy gratamente, esta obra me confirma que estamos ante "un grande". La trama es perfecta, los personajes transmiten humanidad, y el mundo que habitan nos hiela la sangre. Mongolia es uno más de los protagonistas de esta magnífica novela que nos dicta una profecía: Ya no hay distancias ni lugares ignotos para esconderse, ya no hay paz para los criminales vivan en Barcelona o en El Havre. Es más que una novela de suspense, es un novelón de categoría.

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Santiago Álvarez

Después de Yo fui Johnny Thunders lo tenía complicado, pero Zanón ha vuelto a superarse a sí mismo. En esta nueva novela habita Sandino, un moderno Odiseo que busca su Ítaca en un taxi que es un confesionario, una showroom, un camarote tripulado por la fauna urbana. Una embarcación que navega en una Barcelona fascinante, a ratos peligrosa, tremendamente humana, donde la mentira, el engaño, el amor y, básicamente, todo lo que nos hace ser quienes somos, recalará en su vehículo en cada puerto.

Estructuralmente, además, Zanón hace saltar por los aires los clichés del género, pues en cada capítulo encochará pequeñas subtramas que, con las páginas, crecerán para desarrollarse en historias de drama urbano, tosco y bronco. Retazos de desesperanza que, paradójicamente asoman al lector a lo mejor de nosotros mismos. Imprescindible.

Marta Marne

En ocasiones la novela negra y la de terror tienen muchos puntos en común. Ambas buscan inquietar y desasosegar al lector, causar una incomodidad que le haga reflexionar sobre lo leído incluso varios días después de haber terminado un libro. Canción dulce es la perfecta simbiosis de ambos géneros. Con una trama doméstica acerca de una madre que vuelve a la vida laboral dejando a sus dos hijos al cargo de una idílica niñera, Leila Slimani escarba en los problemas más arraigados de nuestra sociedad actual. Prejuicios de clase y raza, inmigración, educación, posición económica, familia y hasta el mismo concepto de felicidad. Canción dulce es una novela perturbadora y para lograrlo despliega un uso del lenguaje meditado, frases cortas y ritmos muy medidos, consiguiendo así agitar al lector hasta el punto final. Gracias a todos estos elementos, esta novela consiguió alzarse en 2016 con el Premio Goncourt.

Miguel Ángel Díaz

Se llama mazmorra, a un lugar seguro y fuerte que en las cárceles y establecimientos penales sirve para encierro, mayor sujeción y castigo físico de los presos. Es una prisión subterránea, normalmente construida bajo un castillo o fortaleza. En la Mazmorra, unidad de policía del hacinado distrito de Habana Vieja, los oficiales de la Policía Nacional Revolucionaria (la famosa PNR) encuentran el lugar idóneo para intentar ser buenos policías, algo que en el falso aperturismo y la precaria situación de la auténtica Habana cada vez parece más utópico.

Tres tenientes, tres casos y tres formas de ver una misma realidad, esto es lo que nos propone Vladimir Hernández en su Habana Requiem. El veterano Puyol, un policía intuitivo e inteligente que se ve obligado a enseñarnos su miserias. La arribista Ana Rosa, no todo vale y con ella nos daremos cuenta hasta donde llega la ética profesional. Y el impulsivo Eddy... qué decir de Eddy, dispara y luego pregunta, actúa y luego piensa, él nos conducirá por un vertiginoso viaje por su Habana vieja.

Por todo esto considero que en Habana Requiem tú lector, amante de la novela negra, novela policíaca e incluso del thriller encontrarás aquellos ingredientes que te harán disfrutar de este género que tanto nos gusta. Felices lecturas en negro.

Paco Camarasa

Aparentemente sabemos muchas cosas sobre corrupción. Pero no como las cuenta Don Winslow. Una parte de Nueva York, son todas las grandes ciudades mundiales. Protagonistas sólidos, que nos muestran el día a día de una policía corrupta, y por lo tanto, de una ciudad y un sistema corrupto. Con diálogos medidos al detalle y giros argumentales sorprendentes. No hay grandes descripciones, no hay juicios morales (ya los pondrá el lector). Hay un trabajo de mago de las palabras y sus ritmos. ¿Cómo ha conseguido que una novela de cerca de 700 páginas, se devore en apenas unos días y nos sepa a poco?

 Antonio Lozano

Este 2017 no he leído una novela negra -o dos en una ya que ofrece dos casos en planos temporales distintos- con mayor combinación de delectación y asombro que Años de sequía. Lo primero porque despliega todos los recursos que propulsan una ficción del género negro de lo satisfactorio a lo magistral. Lo segundo porque la firma una debutante. El interrogante que late en su centro es el misterio más goloso de toda ficción criminal: ¿quién mató a …? En este caso, a la familia Hank, molida a tiros en su granja de Kiewarra -ecos de Capote en las Antípodas-, una comunidad australiana que ya acarrea el fantasma de una desaparición nunca resuelta de una adolescente y que se desangra metafóricamente por una falta de lluvia que se antoja una maldición bíblica. Las culpas recaen sobre el padre y marido, que se habría suicidado tras acabar con los suyos. Un amigo de infancia, Aaron Falk, regresa al pueblo que juró no pisar -un vaquero atormentado- y, metido a detective accidental, consigue que sus pesquisas liberen demonios de ayer y hoy, al tiempo que le abren una puerta a la expiación de sus pecados.

Y hablando de demonios… si el diablo está en los detalles, Harper siembra una generosa ración de ellos, desde un sargento de policía que rebosa carisma en cada aparición puntual, Greg Raco (aunque por edad no cuadre, queremos a Jeff Bridges o a Bill Pullman encarnándolo ya en esa anunciada traslación a la pantalla grande), a elementos sugestivos del feroz paisaje australiano (arañas de espalda roja, senderos lúgubres, conejos, granjas polvorientas, cazadores en furgonetas desvencijadas…).

Aguardo lo próximo de la autora -Force of Nature, título que suena a autorretrato involuntario- con la misma expectación histérica que mi hijo de tres años la inminente llegada de Papá Noel.

Juan Carlos Galindo

En el habitual aluvión de novedades es normal que se nos pasen cosas, algunos libros que sabemos que merecen la pena permanecen varados en la mesa a la espera de un rato que nunca llega. Algo así estuvo a punto de ocurrirme con esta novela especial y valiente, la novela de un autor que ama y conoce el género y le rinde en particular tributo. En el Dios de nuestro siglo hay gran personaje femenino, esa detective llamada Daniella, un punto de partida supuestamente criminal, la desaparición de tres niños, y una disección de las pequeñas miserias personales y de las zonas de sombra de una comunidad. Grandes temas tratados dentro de procedimental de ensamblaje perfecto y alejados de cualquier exceso moralizante. Una novela que desde la primera línea apuesta por el tono como camino hacia la verdad literaria.

Estamos ante un libro inclasificable, que no sé si es un thriller o simplemente un drama neoyorquino con una muerte de fondo, pero me da igual. Pochoda consigue contarnos a raíz de un desafortunado incidente sufrido por dos jóvenes lo que cuesta hacerse mayor, perder cosas, no tener respuestas; también la vida diaria en Brooklyn, ese barrio convertido en uno de los lugares de moda del mundo globalizado, los sueños y aspiraciones de unos personajes que luchan por no perder; y, cómo no, el efecto terrible de la violencia, las pandillas, la pobreza. Si buscan una intriga profunda y melancólica, este es su libro.

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