‘Guárdalo’, el accidentado himno de Los Ronaldos
Forma parte del disco de debut de la banda, que cumple ahora 30 años
Un disco plagado de hits. Así concibe Coque Malla el debut de Los Ronaldos, que celebra su trigésimo aniversario con una reedición. Sigue sonando tan fresco y espontáneo como los propios temas: Si os vais, Ana y Choni, Me gustan las cerezas, Sí, sí… y también Guárdalo, un himno explosivo cuya creación fue un tanto accidentada.
La idea se abalanzó sobre Malla mientras estaba en su casa: “No es lo mismo estar tocando la guitarra y que aparezcan unos acordes a que de repente aparezca una canción. Lo notas, lo sientes. Y era potente”. Lo malo es que no solo se le abalanzó la canción. Mientras paseaba por la cocina, ensimismado, un familiar que se estaba preparando un té –“No diré quién, para que no se sienta mal, el pobre”– se tropezó con él y le tiró el cazo encima. “El agua hirviendo se derramó directamente en mi espalda. Yo tenía esa canción que no era cualquiera, era Guárdalo, y no la quería dejar escapar. Así que, llorando, con lágrimas por las mejillas de dolor y apretando los dientes, la terminé”.
Por entonces tenía 15 ó 16 años, y la inconsciencia juvenil debió ayudarle a priorizar: entre lamentarse o escribir, decidió lo segundo. Solo se fue al hospital cuando la acabó. Después le tocó dormir boca abajo un par de días, pero afortunadamente el dolor pasó mucho más rápido que la canción, que es una de las piezas imbatibles del cuarteto que formó con Luis García, Ricardo Moreno y Luis Martín.
Aquellos días en los que aprendían el oficio solían guiarse por el instinto: “Tocaba con mucha energía, con toda la intención del mundo, pero sabía cuatro acordes”. Guárdalo tomó su forma definitiva en el local, y allí montaron la idea con ese riff de guitarra tan característico, casi, como el propio estribillo. Cuenta Luis Martín que se le ocurrió un domingo en su casa, mientras desayunaba antes de ir al ensayo: “Yo tocaba siempre con los dedos, sin púa, y esa mañana estaba tocando una guitarra española bajito, para no despertar a mis padres. Estaba buscando un riff… ¡y salió!”.
¿Qué demonios quería guardar Coque Malla? Su autor rompe la enigmática burbuja, aunque sin aclararlo del todo: “Son imágenes callejeras. Tiene que ver con una huida también. Si te fijas puede ser bastante hermana de Adiós papá. Un chico, una chica, la figura del padre, le voy a decir no sé qué. Puede ser la primera parte, o la repetición de una imagen de un amor, una figura paterna, una huida… escenas de calle: está atardeciendo ya, los chicos se van. Tampoco tiene gran misterio”. Sin embargo, desmiente la aparente transparencia de aquellos textos: “En esa época había algo directo que tenía más que ver con lo musical, pero creo que en todas mis letras desde el principio había cosas muy crípticas. Quizá se entendían como frases directas y en realidad no lo eran”.
Guárdalo llegó a borbotones, como bullía aquel cazo de agua hirviendo que acabó en la espalda de Coque, con la urgencia que les impulsaba en 1987. “Nació siendo hit”, defiende Malla, y Martín añade que siempre fue un cañón: “El comienzo contenido hace que te vayas poniendo frenético hasta que la canción estalla en tu cara. La gente se volvía loca”. Y ellos se lanzaban al borde del escenario a tocar y “posturear”. Aunque no llegó a tener videoclip, hicieron una versión muy curiosa para un anuncio de cerveza, donde el estribillo se convirtió en “una Skol, esta noche una Skol”.
Extinguida la banda, Malla sigue llevándola en su repertorio en solitario: “La tocamos como la hacíamos Los Ronaldos, pero con el pulso y la sabiduría de unos músicos que ya no se saben solo cuatro acordes y tienen mucho descaro”. Ahora canta con más swing, y en directo le añaden un órgano Hammond, pero hay algo que no cambia. Siguen tratando de transmitir la misma energía y “tocar la memoria emocional de la gente”. Y funciona: no sabemos qué, pero lo seguimos guardando.
Babelia
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