Fred Hersch, ave fénix del piano de jazz
El pianista, en mejor forma que nunca, regresa con su trío a Madrid casi una década después de que el sida casi acabase con él
Fred Hersch es tan bueno que su reputación no está cimentada sobre la, por otra parte estremecedora, historia en la que el pianista estuvo al borde de la muerte. Diagnosticado VIH positivo desde 1984, tras un cuadro de demencia (provocado por las complicaciones de una neumonía) en 2008, permaneció en coma durante dos meses, debatiéndose entre la vida y la muerte. Cuando despertó, no podía hablar ni caminar, y había perdido la movilidad en la mayor parte de su cuerpo, incluidas sus preciadas manos. Tras varios meses de terapia y cirugía, Hersch pudo volver a tragar, hablar y, por fin, tocar.
Su regreso fue tan poderoso que, hoy por hoy, aquel emocionante episodio no hace sombra a la importancia de su talla artística, aunque ilustra el imbatible espíritu de uno de los más grandes pianistas de jazz de las últimas décadas: “Es increíble que ocurriese hace nueve años, sigo sintiendo parte de aquella experiencia como si hubiera ocurrido ayer. Honestamente, creo que toco mejor ahora que nunca, y siento que sigo avanzando y que no tengo nada que demostrar, porque es un milagro que esté vivo, que siga tocando y viajando”.
Durante años, antes de ser aclamado unánimemente como uno de los mejores pianistas vivos del jazz, Hersch era casi más conocido por ser, además, ilustre profesor de nombres como Brad Mehldau o Ethan Iverson (The Bad Plus), entre muchos otros. En su último disco, Open Book, Hersch vuelve la vista hacia su propia educación musical, dedicándoselo a su profesora de piano, Sophia Rosoff: “Ella me enseñó la importancia del sonido y cómo hacer del instrumento una herramienta expresiva; pero también recibí clases de Jaki Byard que, aunque era un maestro en cualquier estilo jazzístico, siempre tocaba de forma muy personal. Ambos fueron muy importantes para mí a la hora de aprender que puedes absorber todas las influencias pero, al final, has de tocar a tu manera. Algo que he intentado desde entonces”.
En sus memorias Good Things Happen Slowly: A Life In and Out of Jazz, publicadas el pasado septiembre, Hersch cuenta que la primera vez que fue consciente de la importancia del sonido fue con Duke Ellington. “Le escuchaba en grabaciones muy dispares, que iban desde los años 20 a los 60, en mono, en estéreo, con diferentes pianos y en diferentes estudios… Pero siempre sonaba a él mismo, igual que pianistas como Ahmad Jamal o Teddy Wilson, que tienen un sonido muy personal, y me di cuenta de que no es el instrumento lo que determina el sonido, sino el pianista. Después de mucho trabajo, creo que también he desarrollado un toque personal: cuando toco en trío he de interactuar con el contrabajista y baterista, pero cuando toco solo, estoy interactuando con el piano y reaccionando ante la acústica de la sala. Así, siempre que el piano sea instrumento adecuado, puedo expresarme con mi propio sonido”.
Hablando de sonidos propios, pocos como el de Thelonious Monk, un nombre que aparece más asiduamente que ninguno en la discografía de Hersch: “Monk ha ejercido una gran influencia en diferentes aspectos de mi estilo, el fraseo, su uso del espacio… Sin embargo, siempre que toco sus composiciones intento extraer la idea, lo que hay en la partitura, y pasarlo por mi filtro. Tener las grabaciones de las piezas de Monk tocadas por él mismo es como si Beethoven hubiese grabado sus sonatas, porque no solo tenemos las obras, sino la forma en las que Monk quería que sonasen. Por eso siempre he intentado aprender cada pieza de Monk directamente de la partitura y no escuchándole a él tocarlas, porque necesitaba encontrar mi propia forma de hacerlo”.
Pero el estilo de Hersch no está intelectualizado: el pianista siempre intenta conectar profundamente con lo que está tocando, en busca de un estado de gracia que alcanza ocasionalmente y que denomina estar in the zone. “Varios de mis músicos favoritos, como Sonny Rollins, Miles Davis o Monk, cuando tocaban una canción, interpretaban la canción, no simplemente una serie de acordes y cambios. Así, cuando toco un estándar, siempre conozco la letra y, de alguna forma, eso me conecta a la melodía, porque no es solo un montón de notas que encontré en una partitura de jazz. Parte de mi propia música tiene también cierto carácter vocal, y eso me ayuda a conectar con cada canción de forma muy natural”.
El pianista actúa este jueves en el festival JazzMadrid con su apabullante trío, junto a John Hebert y Eric McPherson, con los que lleva nueve años de actividad ininterrumpida, en una gira en la que están tocando material nuevo que grabarán en diciembre, en lo que será el próximo disco de Hersch. “Es un lujo tener una banda en la que puedo depositar toda mi confianza; con ellos puedo probar diferentes formas y enfoques cada noche, y me siento apoyado para llegar hasta donde yo quiera”. Visto lo visto, hasta donde Fred Hersch quiera es lo más cerca que llegará, de eso no hay duda.
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