Del espejo al animaLhito: toda la poesía de Aute

Sabe bien que una canción no es lo mismo que un poema. Como conviven en él músico, literato, pintor y cineasta al tiempo, lleva ventaja en eso de no confundir campos. Aunque estos, a menudo, copulen gozosamente entre ellos. Al fin y al cabo, todos pertenecen a un mismo universo: el planeta Aute, donde el territorio que conforma su poesía completa será presentado este lunes en el Círculo de Bellas Artes.

Anduvo entre la vida y la muerte. Un infarto en agosto de 2016 lo llevó directamente al coma en que permaneció mes y medio con pocas esperanzas de salvarse. Pero gracias, suponemos, a esa especie de divinidades que podríamos llamar auteas, tan descreídas de iglesias como llenas de fe en otros valores, sobrevivió.

Ahora, apartado, pero perfectamente consciente y aun en convalecencia, Luis Eduardo Aute (Manila, 1943) disfruta de su retiro, rodeado de familia y muy a menudo amigos como Palmira Márquez, su agente, y Miguel Munárriz. Es quien ha preparado la edición publicada ahora por Espasa. “Anda poco a poco recuperándose. No asistirá esta tarde, demasiadas emociones, pero está inmensamente agradecido a todos por el cariño”, asegura Munárriz.

La prueba de que va regresando a la agudeza no se certifica sólo en que conserva su pasión por que le cuenten chistes. Queda también reflejada al principio del nuevo volumen: “No sé si voy o vengo de algún sitio donde nunca estuve”. Una frase cazada al vuelo por su hijo Miguel, el menor de los tres que tiene junto a Maritchu Rosado, en una conversación reciente. Pura concisión marca de la casa. Un cometa lingüístico de los que le gusta lanzar al aire de sus atmósferas, donde conviven plumas, guitarras y pinceles. Han sido siempre sus tres herramientas principales, sin dejar de lado el cine en películas como Un perro llamado dolor.

José Manuel Caballero Bonald ha querido escribir el prólogo. Es uno de los poetas cruciales para Aute. Les unen, además, 40 años de amistad perseverante: “Se trata, efectivamente, de una especie de renacentista del siglo XXI”, asegura Bonald, “un personaje a la vez extravertido y ensimismado, un intrépido crítico de la vida”.

En guardia y en desacuerdo. Uno de esos pocos militantes de la lucidez, acorde con el diagnóstico que dio una vez otro de sus referentes, el argentino Ernesto Sábato, y que encabeza el poema Arte y Cultura, de su segundo libro, La liturgia del desorden: “En el sentido más profundo, todo artista es un neurótico, si llamamos neurosis a un desajuste con la realidad”. Aute lo ha suscrito siempre sin tapujos.

En un gozoso repaso a toda su poesía, desde La matemática del espejo (1970-74) a la serie Animal, que comienza en 1999 y concluye hacia 2010 con No hay quinto aniMaLo, encuentras un autor gráfico y ortográfico, que incide en los órdenes visuales y los juegos de palabras, que bebe de Joan Brossa y toda la militancia surrealista con Buñuel al frente y Goya ensombreciendo sus batallas desde el cielo, pero también de Cohen, Lennon y Brassens, de Lorca, Rimbaud, Baudelaire y el Dante, que sorprende, asombra y comparte una ética y al tiempo decenas de estéticas…

Con sus temas obsesivos y sus requiebros irónicos, con el sexo como metafísica –“más erótico que trágico”, afirma Caballero Bonald- y la crítica como práctica y sátira permanente. “Aute se ha construido un mundo a su medida porque el que habitaba estaba incompleto. Así, casi 50 años después de que empezara a crear, sus seguidores autianos hemos tenido la suerte de seguir esas coordenadas también”, comenta Munárriz.

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Autor: Luis Eduardo Aute.

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