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TEATRO

Poesía para sacar el dolor de las víctimas de ETA y los GAL

La compañía Proyecto 43-2 cierra con ‘Viaje al fin de la noche’ su trilogía sobre la violencia en el País Vasco

Rocío García
María San Miguel y Alfonso Mendiguchía, en la obra 'Viaje al fin del mundo'.
María San Miguel y Alfonso Mendiguchía, en la obra 'Viaje al fin del mundo'. Alba Muñoz

“Que me cuide cuando tenga varicela”, “Jugar a ver quién dice más rápido un trabalenguas en euskera”, “Que me tape con la manta y el edredón hasta la boca en las noches de invierno”, “Bucear agarrada al cuello de mi padre en la playa”, “Abrazarle y sentir que no hay peligros en el mundo si está a mi lado”. Ni ella ni él se han mirado a la cara mientras cada uno ha ido enumerando en voz alta todo aquello que tanto les hubiera gustado vivir de niños. En el escenario, la hija de una víctima de los GAL y el hijo de un asesinado por ETA se encuentran frente a frente y confiesan su dolor. La compañía Proyecto 43-2 cierra con Viaje al fin de la noche su trilogía sobre la violencia en el País Vasco y las secuelas del terrorismo. Estrenada el pasado fin de semana en Eíbar (Gipuzkoa), la función se representará en Barcelona del 15 al 26 en el Teatre Tantarantana. Escrita por María San Miguel y dirigida por Pablo Rodríguez, la obra está protagonizada por la propia San Miguel y Alfonso Mendiguchía.

Con entrevistas a 17 víctimas de personas asesinadas en el conflicto vasco (15 hijos y dos hermanas), Viaje al fin de la noche da forma a los testimonios veraces recogidos durante casi un año de trabajo y que se van desvelando a lo largo de la función. En una sidrería con suelo de tierra, Edurne, la hija de un etarra, muerto a manos de los GAL, cuando ella tenía apenas año y medio, y Eduardo, hijo de una mujer asesinada por un cóctel molotov colocado por ETA, beben y hablan, recuerdan el pasado y vuelven al presente, con una pregunta que late en el espacio: ¿Es posible construir una nueva sociedad a pesar del dolor y la herencia recibida?

Las coordenadas del árbol de Guernika

Proyecto 43-2 toma el nombre de las coordenadas geográficas del árbol de Guernika. La compañía, que utiliza el teatro como herramienta para la convivencia y el fomento del diálogo, comenzó a gestarse en 2011. Al año siguiente, se estrenó la primera obra de la trilogía en torno a la violencia en el País Vasco y que tomó el título de Proyecto 43-2. En ella, se narraba como la violencia había roto las relaciones sociales y familiares, dando especial protagonismo a las mujeres que incitaban a los hombres a enfrentarse a ello. La mirada del otro, estrenada en 2015, ponía en escena los encuentros reales entre ex miembros de ETA y sus víctimas. La intención de la compañía es representar el año próximo en Madrid las tres funciones de la trilogía.

María San Miguel (Valladolid, 32 años) ha hecho un viaje muy intenso desde que en 2012 se propuso llevar el conflicto del País Vasco al teatro, para lo que creó la compañía Proyecto 43-2, nombre también de la primera obra de esta trilogía e inspirado en las coordenadas geográficas del árbol de Gernika. Con este último proyecto, dice que lo ha pasado mal. Ya tiene mucha información acumulada, conoce muchas historias y ha establecido en estos años vinculaciones emocionales y personales muy fuertes .Con este tercer trabajo, además, se ha enfrentado a jóvenes de su edad, a esa generación que vive ahora las consecuencias de tanta violencia y desgarro, muchos de ellos totalmente contrarios a lo que ella piensa sobre aquellos años de plomo. “Me he encontrado con un dolor totalmente inabarcable en todas las partes. Las heridas no están cerradas para nada. Ha sido un proceso muy complejo, porque la mayoría de las víctimas vive todavía con el dolor muy presente. Está claro que la violencia y el aferrarse de esa manera a una ideología, sin empatizar con el otro, solo genera tragedia”, señala la autora y actriz, que ha buscado en esta ocasión una dramaturgia muy poética. La función, una experiencia muy sensorial con muchas imágenes y la música original de Jorge Arribas, se aleja de alguna manera del lenguaje coloquial y directo de las dos obras anteriores, Proyecto 43-2 y La mirada del otro, para centrarse en la poesía. “No he encontrado otra manera de contar el dolor y la belleza que aparece en la obra. Todos estos hijos e hijas con los que nos hemos entrevistado comparten un lugar común de fijarse en la belleza, en las cosas bonitas de la vida”, añade San Miguel.

El viaje a Barcelona con esta obra y la anterior (La mirada del otro se representa en la misma sala hasta el día 12), la vive María San Miguel y sus compañeros con preocupación. “Todos en la compañía estamos muy dolidos con lo que está pasando en Cataluña, donde ya se ha generado una fractura social y familiar. Me duele que no hayamos sido capaces de empatizar con el que no piensa como tú, a convivir y disfrutar de la diversidad y no hayamos aprendido de nuestra historia reciente. Lo que hemos contado en esta trilogía sigue vivo. Me parece increíble que despreciemos la memoria de esta manera”.

Edurne y Eduardo han llorado juntos y se han confesado sus miedos. Cuando se callan y, antes de que se vaya la luz, se oyen las voces reales de los hijos y las hijas de la violencia. “Voy a mirar de frente a lo que me ha pasado, no voy a evitarlo, no voy a escaparme”, “A mí por mucho que me digan que olvide, no lo voy a olvidar”, “Yo estoy convencido de que mis hijos van a vivir en una sociedad mucho mejor que la hemos vivido nosotros y si podemos aportar algo para que así sea, lo haremos”.

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