Muere Danielle Darrieux, leyenda del cine francés, a los 100 años
Decana de la interpretación en Francia, rodó más de un centenar de películas con Ophüls, Demy, Mankiewicz u Ozon
La actriz Danielle Darrieux, decana del cine y el teatro francés, falleció este jueves en Bois-le-Roi, la pequeña localidad normanda donde residía, a los 100 años. Su longeva trayectoria atraviesa la práctica totalidad del siglo pasado y parte del actual. Nacida en Burdeos en 1917, la actriz debutó en el cine siendo todavía una adolescente, encarnando papeles de chicas ingenuas en vodeviles y comedias musicales, antes de protagonizar dramas históricos y exitosos melodramas a partir de los años cuarenta, junto a los grandes actores de la época, como Jean Gabin o Charles Boyer. Terminó su carrera convertida en un hito, modelo de actrices como Catherine Deneuve, que interpretó a su hija en cuatro ocasiones en la pantalla grande, o Isabelle Huppert, por su mezcla de frialdad aparente y tumulto interior. Además, en el tramo final de su trayectoria fue reivindicada por jóvenes cineastas como François Ozon, que le dio el papel de la matriarca en Ocho mujeres, o Marjane Satrapi, que la convirtió en la inolvidable abuela de Persépolis.
En el ecuador del siglo pasado, fue el director Max Ophüls quien le regaló sus mejores papeles en La ronda, El placer y, sobre todo, Madame de…, la que decía que era su película favorita, donde adaptaba la novela de Louise de Vilmorin sobre una aristócrata arruinada en el París de entresiglos. Llegó a hacer carrera en Estados Unidos, donde firmó un contrato de siete años con los estudios Universal. Pero Darrieux se aburría en Hollywood, por lo que terminó rompiendo su contrato para regresar a Francia. Durante la Segunda Guerra Mundial, se casó con el embajador y playboy dominicano Porfirio Rubirosa, el segundo de sus cuatro maridos, que sería detenido por los alemanes, que sospechaban que era un espía que trabajaba para el bando contrario. Durante la guerra, Darrieux siguió rodando para la Continental, la productora alemana instalada en parís, y aceptó participar en un infausto viaje a Berlín de 1942 junto a otros actores franceses invitados por los nazis. Más tarde, en un documental televisivo de los años noventa, Darrieux aseguró haber aceptado solo para ver a Rubirosa, detenido en la capital alemana. Cuando llegó la Liberación fue interrogada, pero su carrera no se resintió de este capítulo. De regreso a Hollywood, rodó con Joseph L. Mankievicz (Operación Cicerón) y Robert Rossen (Alejandro Magno, donde interpretaba a la madre de Richard Burton, pese a ser solo seis años mayor que el actor). Años después también interpretó a Coco Chanel en una comedia musical en Broadway, donde relevó a Katharine Hepburn, a la que consideraba “un modelo y un ídolo”.
Cuando arrancaron los sesenta, Darrieux quedó algo arrinconada por la renovación de fondo y forma que impuso la nouvelle vague respecto al viejo cine francés al que ella estaba vinculada, aunque trabajó con Claude Chabrol en Landru, con guion de Françoise Sagan, y en Las señoritas de Rochefort, de Jacques Demy, donde fue la única intérprete que no requirió ser doblada en las canciones. Solía definirse a sí misma como un simple instrumento al servicio del director. Demy le respondía que era, más bien, “un Stradivarius”. En los ochenta, Darrieux también trabajó con otros renovadores del cine francés como Benoît Jacquot o André Téchiné, que la contrató para El lugar del crimen. Su último gran papel se lo ofreció Anne Fontaine en Nouvelle chance, inédita en España, donde interpretaba a una cantante de opereta caída en el olvido que aceptaba participar en una nueva puesta en escena.
En el teatro, Darrieux interpretó textos de Jean Anouilh, Sacha Guitry, Georges Feydeau, Noël Coward o Éric-Emmanuel Schmitt, además de llevar a escena las adaptaciones francesas de dos textos que el cine convirtió en populares: Harold y Maude y En el estanque dorado. Darrieux tenía un César de Honor, que le entregaron en 1985, y un Molière de honor que recibió en 1997.
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