Miguel Ángel Perera, a hombros, por la puerta grande de los toros nobles
El torero extremeño cortó dos orejas a un lote de gran calidad en el tercio final
A Perera le tocó el cuponazo del viernes en forma de dos toros de extrema calidad en la muleta, y salió por quinta vez por la puerta grande de Las Ventas. Normal, por otra parte. Es lo menos que se podía esperar ante un golpe de suerte de tal calibre. Allá que se lo llevaron para que vislumbrara a hombros la calle Alcalá después de que dejara sobre el ruedo algunos compases de toreo bueno, y sus oponentes, los dos toros de El Puerto de San Lorenzo, -sobre todo, el primero- derramaran calidad y clase en la muleta para hacer un par de ganaderías con las que sueñan las figuras actuales.
Interesantes los últimos veinte minutos de la vida de ‘Caracorta’, de 592 kilos de peso, que abrió plaza. A poco de sonar clarines y timbales, asoma un hocico por la puerta de toriles, una cara negra, después, todo muy lentamente, a paso quedo, hasta que por fin, el hombre de negro se hace presente con semblante asustadizo. Se detiene, vuelve la mirada hacia los tendidos y otea el horizonte entre extrañado y sorprendido. ¿Dónde estoy? Se acerca titubeante hacia un burladero, pero se lo piensa mejor y vuelve a chiqueros. No se fía. Finalmente, decide atender a un capote, olvida sus temores y se mete en faena. Acude a la llamada de Perera sin entusiasmo, y manseó sin titubeos en el caballo, con la cara siempre por las nubes.
Pero quedaba lo mejor, lo que son las cosas, cuando nadie lo esperaba. Del Álamo y Perera se lucieron en dos quites preciosos; dos chicuelinas y dos medias de cartel del primero, y otras dos chicuelinas, una cordobina y una media del otro. La excelsa embestida del toro llamó la atención.
Después, se encargó de su lidia Javier Ambel, quien le enseñó en cuatro palabras las lecciones finales. Así, el toro acudió con alegría al cite de Curro Javier, que colocó dos pares de categoría, y otro más, del mismo tenor de Guillermo Barbero.
Puerto/Perera, Del Álamo, L. Simón
Toros de Puerto de San Lorenzo, -el tercero, devuelto-, correctos de presentación, mansos; primero y cuarto, muy nobles; segundo, deslucido; soso, el quinto, y manso y noble el sexto. El sobrero, de Santiago Domecq, manso y soso.
Miguel Ángel Perera: estocada ladeada _aviso_ y dos descabellos (oreja); pinchazo y estocada (oreja). Salió a hombros por la puerta grande.
Juan del Álamo: dos pinchazos y casi entera (silencio); estocada _aviso_ (silencio).
Alberto López Simón: dos pinchazos _aviso_ y un descabello (silencio); estocada que asoma _aviso_ pinchazo y estocada trasera (ovación).
Plaza de Las Ventas. Sexto festejo de la Feria de Otoño. 30 de septiembre. Más de tres cuartos de plaza (19.455 espectadores, según la empresa).
Perera cuando brindó al público, preludio de dos cuestiones sobresalientes: la primera, que el toro, familiarizado ya con el ambiente, decidió mostrar que llevaba dentro nobleza, calidad, temple, dulzura y ritmo en grado sumo; y la segunda, que Perera decidió deleitar con su mejor versión en tandas por ambas manos ceñidas y hondas, bellísimas algunas de ellas. Toreó con la cintura, el toro embebido en la muleta, humillado y fijo el animal, y ligó con largos y templadísimos pases de pecho. Cuatro naturales finales fueron sencillamente extraordinarios antes de un circular perfecto.
Vibró la plaza, pero no se conmocionó; quizá, porque el toro era de dos orejas y estaba claro que el torero solo pasearía una; quizá, porque a los toros tan buenos les falta la fiereza y la garra necesarias para la emoción verdadera.
La película del cuarto fue parecida. Otro manso en el caballo, dos buenos pares de Ambel, y una faena menos rotunda, pero perfectamente ligada de Perera. Lució al toro al citarlo de largo en tres tandas por el lado derecho, templó con sentimiento y algunos destellos fueron especialmente bellos. No tuvo esta labor la profundidad de la anterior y tras un pinchazo paseó otra oreja.
Se puede pensar con todo el derecho que le tocaron dos toros de cuatro orejas y solo cortó dos; y se puede pensar, también, que pasear una oreja tras un aviso y dos descabellos, en el primero, y otra tras un pinchazo no es lo correcto. Pero salió por la puerta grande, dibujó momentos estelares de toreo hondo y dos toros nobles viven ya en el limbo de los artistas de negro.
El resto de la corrida tuvo poca historia. Juan del Álamo evidenció que no está en su mejor momento ante un primer toro incierto y áspero, y ante un quinto noble y soso. Dio pases y no dijo nada. Quizá, lo que dijo es que no tenía mucho que decir.
López Simón no pasó de discreto ante el soso sobrero; hizo el esfuerzo ante el manso y noble sexto, al que muleteó con más mecánica que sentimiento, y mató muy mal. Una vez más, se lucieron con los garapullos los miembros de su cuadrilla Domingo Siro, Jesús Arruga y Yelco Álvarez.
La corrida del domingo
Toros de Adolfo Martín, para Juan Bautista y Paco Ureña, mano a mano.
Babelia
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