Esferas mortíferas
La inestabilidad narrativa sugiere ser el delirio de un enfermo de Alzheimer
Letales esferas metálicas recorrían un mausoleo, a la búsqueda de cabezas a las que desangrar, en una de las más excéntricas películas de terror de finales de los 70: Phantasma (1979) de Don Coscarelli. Proponiendo un imaginario propio que oscilaba entre la eficaz simplicidad –el ominoso Hombre Alto- y el delirio onírico –los dedos cortados que se transformaban en grotesco insecto, los muertos esclavizados en un planeta extraño-, Phantasma justificaba su lógica surreal y su desbocada imaginación plástica como libres emanaciones de una pesadilla infantil. Al parecer, todo eso fue una ocurrencia in extremis: una solución de última hora decidida en la sala de montaje para aligerar una primera versión con sobrecarga narrativa y exceso de psicologismo.
Phantasma: Desolación
Dirección: David Hartman.
Intérpretes: Reggie Bannister, Michael Baldwin, Angus Scrimm, Kathy Lester.
Género: terror.
Estados Unidos, 2016
Duración: 85 minutos.
Tres secuelas y treinta ocho años más tarde, Phantasma: Desolación -con David Hartman, hasta ahora director de animaciones televisivas no muy distinguidas, tomando el relevo del creador y aquí coguionista y productor Coscarelli- cierra el ciclo de una saga que, si bien ha ido erosionando el encanto del original, nunca se ha rendido a fastidiosos automatismos. Si todo empezó como un sueño infantil, aquí la inestabilidad narrativa sugiere ser el delirio de un enfermo de Alzheimer. Reggie Bannister, Angus Scrimm y Michael Baldwin siguen ahí desde el 79, proporcionando la idea más fantástica de la función: la de un reparto condenado a envejecer en el interior de una serie B degradada en sucesivas secuelas, pero finalmente sublimada como laberinto inter-dimensional entre recicladas imágenes de derribo. Su atractivo, eso sí, es solo para incondicionales.
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