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Un informe de la UE concluye que no hay pruebas de que la piratería dañe a la industria cultural

El estudio sí calcula que por cada 10 visionados ilegales de las últimas películas se pierden cuatro entradas El análisis se realizó en 2015 pero la Comisión lo ocultó, según el Partido Pirata

Una internauta se descarga contenidos sin permiso.
Una internauta se descarga contenidos sin permiso. GORKA LEJARCEGI

Su identikit cuelga en cada encuentro de la industria cultural. Enemigo público número uno: los piratas. Surcan Internet, depredan películas, canciones o libros y, con ellos, millones de doblones que corresponderían a los creadores. O eso, por lo menos, defiende siempre el sector. Pero, ¿y si no fuera así? La eurodiputada del Partido Pirata, Julia Reda, ha sacado a la luz un estudio de 307 páginas encargado en 2014 por la Comisión Europea que sacude algunas certezas. “El análisis estadístico no prueba con suficiente fiabilidad que haya un efecto” del consumo ilegal de Cultura sobre el acceso a los canales legales, concluye el documento. Es decir, no se puede demostrar que la piratería reduzca las ventas del sector. Con esta tesis, Reda se ha lanzado al abordaje de la industria y la Comisión, a la que acusa además de haber ocultado el informe, terminado en mayo de 2015, debido a sus resultados: “¿Por qué decidió no publicarlo durante años?”.

Más información
Consulta el informe (en inglés)
Guerra de cifras sobre la piratería
‘Copyright’ europeo: todos contra todos

Fuentes comunitarias desmienten ambos ataques. Explican que el estudio forma parte del material que la Comisión acumula para su venidera reforma del copyright, que lo presentó en varias reuniones con grupos de interés y que su resumen sí estuvo disponible online. Y, sobre todo, destacan la única conclusión numérica fiable que el documento ha alcanzado: por cada 10 visionados ilegales de los últimos estrenos de cine se están perdiendo cuatro entradas en las salas. “Los resultados no cuestionan en ningún lado las consecuencias de la piratería sobre las ventas de contenidos protegidos por el copyright. Es incorrecto afirmarlo. Simplemente, por lo demás, el estudio es estadísticamente inconcluyente”, argumentan.

He aquí el ojo del huracán. Porque las dudas del informe sirven de arma a ambos frentes. Literalmente, el texto admite que su amplio análisis de seis países (incluida España) “no muestra evidencias robustas de la sustitución de las ventas por consumo ilegal online”. En ciertos casos, el documento hasta sugiere efectos benéficos de la piratería: usuarios que prueben un videojuego sin autorización tienen más probabilidades de adquirir otro o expansiones del mismo; internautas que escuchen música ilegalmente acuden a conciertos de artistas que les descubrió la piratería. Pero el bando contrario también encuentra flechas para su arco: el estudio analiza cine, libros, series, videojuegos y música y halla varios indicios estadísticos de que el consumo ilegal sí perjudica las ventas de Cultura. El margen de error, sin embargo, es tan amplio que los autores no se fían.

Así que una vez más cuesta encontrar números que enriquezcan el debate sobre la piratería: la guerra, a menudo, es casi ideológica. Y las cifras, si aparecen, suelen proceder de partes interesadas. En España, por ejemplo, el principal estudio, el Observatorio de la Piratería, es encargado por la Coalición de Creadores y arroja año tras año cifras dramáticas y lucros cesantes millonarios para las artes. El ministerio de Cultura reconoce sin embargo que “el dato cuantitativo de las descargas no se puede obtener con certeza en España”. De ahí que el informe, procedente de la Comisión, exhaustivo y analítico cobre relevancia. Más aún si la UE pagó 360.000 euros a la compañía holandesa Ecorys por su realización.

Por lo menos, el gasto ha permitido aprender más lecciones: España es junto con Polonia el país más pirata de los seis analizados (Reino Unido, Alemania, Suecia, Francia); el 51% de los adultos y el 72% de los menores accedió a contenidos ilegales en 2014; los que piratean aprueban el precio de mercado de libros, videojuegos y discos, mientras que consideran demasiado alto el del cine y series. “Las escasas intenciones de pagar, incluso una cantidad cualquiera, sugieren que si filmes y series no estuvieran disponibles ilegalmente, tampoco serían descargadas en alguna página de pago”, reza el texto. Además de un enemigo, aquí la industria tiene una pista.

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