Cómo Fernando Rey libró a su padre de ser ejecutado por el franquismo
Una exposición en A Coruña repasa la vida del primer actor internacional del cine español con motivo del centenario de su nacimiento
En 1942, desde la cárcel, el padre de Fernando Rey escribió a su hijo, entonces un joven actor, una carta que más parecía un texto dramático: “Algún día tendrás la recompensa que merece tu ánimo esforzado y vengaremos la cruel ofensa de este mundo canalla y desalmado”. El dictador Franco le había conmutado la pena de muerte por la anterior en grado y el que había sido alto cargo militar de la II República se lo agradecía a su hijo por carta. Fernando Rey había sido el mediador. Su “esforzada” intervención fue decisiva para evitar el fusilamiento.
A Coruña conmemora con una exposición (hasta el 19 de noviembre) los 100 años del nacimiento del gran actor español en la ciudad gallega, donde una calle lleva su nombre y de la que es hijo predilecto. La joya de la exposición en el Palacio de Exposiciones Kiosko Alfonso es la emotiva carta con la que el coronel Fernando Casado Veiga felicita desde la cárcel valenciana de Monteolivete a su hijo por su 25 cumpleaños. En el penal cada día simulaban fusilamientos. “Fernandiño” evitó el de su padre. Según el testimonio de su hijo, Fernando Rey guardaba la carta de su padre junto a sus trofeos más preciados: las dos Conchas de Plata del Festival de San Sebastián, el premio a mejor actor del Festival de Cannes, el Goya y la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes.
Pena de muerte
Los comisarios de la exposición, el catedrático de Comunicación Audiovisual José Luis Castro de Paz y el periodista Rubén Ventureira, han documentado cómo el actor intercedió ante militares franquistas para que el dictador, amigo de su padre cuando combatieron juntos en 1921 en África, le conmutara la condena a muerte.
Los familiares del actor, el mejor de Europa, según Orson Welles, han aportado fotografías, viejos papeles oficiales y correspondencia donde se narran sus esfuerzos por encontrar en la interpretación no solo un destino artístico sino una forma de salir adelante durante los años de la posguerra, con su padre, hombre de confianza del presidente Manuel Azaña, encarcelado. El “caballero del cine” lo fue también en su vida personal. Fue “el Javier Bardem de su época”, dice Ventureira, que consiguió el éxito traspasando las fronteras (hablaba inglés, francés e italiano); eso que, repetía Fernando Fernán Gómez, “cuesta tanto alcanzar” a los actores españoles “la internacionalidad”. Su último gran papel fue el de don Quijote. Su primer gran éxito en 1948, cuando dio vida a Felipe el Hermoso en Locura de amor, de Juan de Orduña. Le siguieron clásicos como Cómicos, Sonatas, Elisa, vida mía, y trabajó con Luis Buñuel en Viridiana y El discreto encanto de la burguesía.
Babelia
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