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Pueblo sin bar, pero con arte

El Huerto del Tertuliano, galería con residencia para creadores, insufla vida creativa a los 20 habitantes de un pequeño pueblo de Valladolid

El artista Julià Panadès ante la fachada de El Huerto del Tertuliano, el pasado abril en Fuente-Olmedo.
El artista Julià Panadès ante la fachada de El Huerto del Tertuliano, el pasado abril en Fuente-Olmedo.J. P. MIÑANBRES (EL PAÍS)

Cada mañana Rubén barre las pajitas que caen de los nidos de golondrina del techo. Podría optar por eliminarlos —no es una compañía muy común en un espacio de arte— y con ello, hacer desaparecer también el piar de los pájaros en época de cría. Dos motivos le reprimen: no tienen precio como depredadoras de, como las llama su suegra, “delicias del campo” (los mosquitos), y, además, desahuciar pajarillos no casaría con el espíritu del lugar.

El Huerto del Tertuliano es una galería y residencia artística, y su principal atractivo no es su entendimiento con animales: es su emplazamiento. Se ubica en un pueblo de Valladolid, Fuente-Olmedo, cuya población permanente no supera los 40 ejemplares, según el Instituto Nacional de Estadística. De humanos. Rubén Polanco es ahora uno de ellos, y quien dirige este espacio que, por dimensiones y características, no tiene nada que envidiar a las galerías de Madrid. Dividido en dos plantas, el Huerto dispone de espacio habitacional, jardín y recursos materiales como focos, pantallas o proyectores, además del propio taller de Rubén Polanco, que está a disposición de los residentes. En sus cinco años de andadura, de puertas adentro, se han visto obras de artistas de todo el país, conferencias, conciertos, performances y exposiciones. De puertas afuera, el horizonte ocre y calvo castellano permanece, en contraste, fielmente ligado a su ciclo estacional.

El Huerto del Tertuliano, tras la inauguración de la muestra 'El interior del vértigo', en 2015.
El Huerto del Tertuliano, tras la inauguración de la muestra 'El interior del vértigo', en 2015.J. L. IBÁÑEZ

Polanco, artista, escultor por cuenta propia y ajena (fue ayudante por muchos años de Juan Muñoz, y de hecho, la venta de una de las obras que tenía en propiedad sufraga los gastos de este proyecto), conoció de forma casual Fuente-Olmedo en 2012: “Acababa de llegar del desierto del Sáhara, y allí me había encontrado francamente bien. El contacto con un horizonte amplio con muy poca decoración (elementos vegetales), pero con lo básico —como el sol, el viento, el agua y la tierra— te empuja a una labor de introspección y te da una paz muy poderosa. Esto a todo creador le puede facilitar su trabajo”. Dio con una propiedad conocida como El Huerto del Tertuliano, aludiendo al antiguo dueño del solar, Tertuliano, cuyos nietos son hoy octogenarios. En aquel lugar puso en marcha su proyecto con residencia para artistas que buscan tranquilidad y entablar un diálogo con el entorno. Así lo han hecho, por ejemplo, Juan Zamora, Eloy Arribas o Julià Panadès, quien trabajó con material encontrado en los alrededores: “Hice una serie fotográfica a modo de cuaderno de bitácora, y unas intervenciones site specific en el campo que documenté con un video”. Valora la experiencia en un contexto rural: “Todo lo que sea salir de mi zona de confort, mi estudio, mi ciudad, para nutrirme de nuevas cosas es positivo y al final siempre suma. También la convivencia con Rubén te permite conocer modos y procesos de trabajar diferentes, al final el trabajo de artista suele ser muy solitario y poder compartir un tiempo con otros te aporta mucho”, aclara Panadès.

Tiene que haber buena química, teniendo en cuenta que en Fuente-Olmedo no hay muchas distracciones: ninguna tienda y ni siquiera hay un bar. Pero la cultura está presente en cada recodo. Varios sobrinos del poeta Jaime Gil de Biedma, quien frecuentaba parajes cercanos, tienen casa en el pueblo. Gracias a una política inclusiva, el nuevo espacio ha sabido ganarse a los vecinos, quienes acuden a los eventos y participan en talleres que organizan los artistas.

“Alucinante, macho, pero si un día me pierdo no me busques aquí. Esto está bien para las ovejas”, decía el joven militante Rafa en la novela de Miguel Delibes El disputado voto del Sr. Cayo. Eso deben de pensar los políticos a tenor de la ausencia de aportes públicos al proyecto: “Si tuviésemos alguna ayuda que nos permitiese aumentar nuestra actividad, podría tener un impacto notable, con la creación de algún puesto de trabajo”, comenta Polanco, quien reflexiona sobre el papel del arte en contextos poco poblados: “Olvidamos que el arte es un factor de desarrollo económico y este tipo de entornos tocados por el olvido, la falta de servicios y la despoblación se podrían beneficiar de una economía sostenible como es la cultura”.

Abajo, obras de Eloy Arribas y de Panadès.
Abajo, obras de Eloy Arribas y de Panadès.J. PANADÈS

Así piensan otros gestores y creadores como los agrupados alrededor de la red informal de espacios de arte en el campo El Cubo Verde; el colectivo Néxodos, que ha organizado una exposición en una casa de indiano en el pueblo asturiano San Román de Candamo, o la Fundación Cerezales Antonino y Cinia, en Cerezales del Condado (León). Exposiciones y actividades que descentralizan la oferta cultural del país, y a las que acuden alguien más que las ovejas.

Entorno rural y... conceptual

¿Dónde? En Fuente-Olmedo (Valladolid), un pueblo de menos de 40 habitantes en Valladolid.

¿Quién? Rubén Polanco, artista, que regenta una galería de arte contemporáneo que nada tiene que envidiar a los espacios de Madrid y Barcelona. Tiene además un programa de residencias creativas.

¿Cuánto? Polanco financia el proyecto, llamado El Huerto del Tertuliano, con el dinero obtenido por la venta de una pieza del desaparecido artista Juan Muñoz, de quien trabajó como ayudante.

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