Jaime Gil de Biedma, inédito, íntimo y político
Se publican los diarios completos del poeta barcelonés que terminan su autobiografía
“Ahora, cuando examino la serie de accidentes y de crisis sucedidas durante este tiempo, se me despierta la sospecha de hasta qué punto no habré provocado yo mismo algunos de ellos y agravado otros inconscientemente. Y me parece como si hubiera estado huyendo –huyendo de algo o huyendo de mí”.
Es lo que plasmó en su diario Jaime Gil de Biedma, a sus 32 años, el sábado 19 de mayo de 1962. Ese era el vivir de uno de los poetas españoles más importantes del siglo XX, cuya onda expansiva no para de crecer. Y así queda reflejado en los inéditos que trae el libro Diarios. 1956-1985 (Lumen), con edición de Andreu Jaume, que incluye una introducción y un gran aparato de notas. Los escritos nuevos son: Diario de 'Moralidades'. 1959-1965 (su época de esplendor creativo), Diario de 1978 (su vida tras la muerte de Franco y constatación de su sequía literaria) y Diario de 1985 (su enfrentamiento ante el diagnóstico del sida). Completa la utobiografía diarística registrada en Retrato del artista en 1956 (título definitivo y sin censurar del publicado en 1974 como Diario del artista seriamente enfermo). El volumen de 665 páginas llegará a las librerías el 5 de noviembre
Estos diarios completan el autorretrato personal, íntimo, intelectual y creativo de este escritor nacido en Barcelona en 1929 y fallecido en esa misma ciudad en 1990, con una infancia inolvidable en Nava de la Asunción (Segovia), paraíso de sus recuerdos y de su poesía. "Es una biografía literaria y moral desde su juventud y el despertar de su vocación hasta el enfrentamiento con la muerte", ha dicho Jaume. Además, hay luces de su clarividencia sobre el tardofranquismo y la Transición. Es el Gil de Biedma buscador de la gran poesía, visionario de España, que escribía en los ratos que le dejaba su trabajo de ejecutivo en la Compañía General de Tabacos de Filipinas.
Conquistador de musas
Es el mundo real de Gil de Biedma, cuya lectura lo engrandece y produce en el lector agradecimiento y conmoción. Agradecimiento por compartir el proceso creativo, la gestación y evolución del poema rodeado de los fantasmas de su vida. Sobre todo en Diario 1959-1965, donde se ve la creación de Moralidades, uno de sus grandes poemarios. En esas páginas se aprecia, explica Andreu Jaume en la introducción, “el minucioso sistema compositivo, de una lentitud tan extrema que resulta en realidad muy poco contemporánea. Gracias a ello, cada poema tiene varias capas que suelen disolverse en la facilidad con que el lector pulsa el fraseo, quedando en la memoria como un embrión que crece y segrega sentido con el tiempo, a medida que uno envejece”. También se ve, continúa Jaume, que es un Diario más esquemático del de Retrato…, “donde Gil de Biedma no se preocupa tanto por la imagen que de sí mismo trata de ofrecer cuanto por lo que quiere averiguar, aprender y escribir. Es hasta cierto punto más honesto”.
Se ven los hallazgos del tono, de la música o de la difícil transparencia. Es la oportunidad de presenciar el milagro de una creación artística. De la búsqueda de la belleza que nace de la incertidumbre, el dolor, el extravío, las heridas, la búsqueda y reconocimiento del Yo, del hallazgo de los fantasmas que lleva dentro y su lucha por aceptarlos y vencerlos.
Una persona que lo que más ambicionaba era “llegar a ser un gran poeta”. Y lo logra con menos de cien poemas. Y sin escribir siempre porque ya en los años 70 deja de hacerlo. Su honestidad queda reflejada en 1978: “Nada más triste que saber que uno sabe escribir, pero que no necesita decir nada de particular, nada en particular, ni a los demás ni a sí mismo”.
Franco y la Transición
Son los años del desencanto. De todo. Franco ha muerto tres años antes, la democracia se abre paso, pero Gil de Biedma y muchos de su generación ya llegan cansados, agostados, y ha sido tan larga, grande e ilusionante la espera que la realidad parece más pequeña. Los fantasmas de la dictadura aún lo persiguen. El poeta sueña como condenado a muerte. Varias veces. “Por garrote esta vez, junto con otros dos condenados a quienes conocía pero que no recuerdo. Conducción en una camioneta: viajan con nosotros el verdugo y la silla”, escribe Gil de Biedma.
Sobre su mirada de la dictadura escribe, el 4 de marzo de 1965: "El franquismo no es más que un caos ideológico, aglutinado por el miedo, y presidido por un individuo de enorme astucia política y con una increíble intuición -hasta ahora- de por dónde pasan las líneas de fuerza que le permiten mantenerse en el ejercicio del poder".
Y Gil de Biedma avista la situación cuando muera el dictador: "Los frenos del proceso de liberalización , una vez desaparecido Franco, son fundamentalmente dos: 1) la tendencia de todo stablishment político a perpetuarse tal cual. 2) Mucho más importante: el recuerdo de la guerra civil y el miedo de las clases actualmente en el poder -si ese miedo es capaz de impedir toda tentativa de racionalización política derechista de un estado de cosas que les será aún, en muchos aspectos, resueltamente favorable".
Luego reflexiona sobre la actitud de la sociedad española: "Quizá sea optimista, pero pienso que ese segundo factor puede aminorarse espectacularmente si en los doce meses que sigan a la muerte de Franco no se produce ningún estallido -y me extrañaría muchísimo que se produjera".
Erotismo y felicidad
El registro de su vida sentimental, amorosa y sexual es mucho menor comparado con el intelectual. Da cuenta de algunos enamoramientos, de sus relaciones en parejas estables como cuando el 31 de mayo de 1961 escribe: “la enfermedad de L., que lo ha mantenido en su casa, me ha desmoralizado por completo, echándome en brazos de las obsesiones eróticas y de la bebida como exceso habitual. Bastante preocupado por esto último –el incremento de mi consumo diario de alcohol a partir de las ocho de la tarde”.
La poca presencia de pasajes eróticos o sexuales parece quedar explicada cuando el 23 de marzo de 1965, Gil de Biedma reflexiona, tras recibir la carta de un amigo con profusión de aventuras sexuales: “He recordado mi diario de Manila, hace nueve años, en el que aparecen consignados con la misma candidez notarial y con el mismo entusiasmo detalles muy parecidos, y he caído en la cuenta de cómo la edad modifica nuestra actitud con respecto a las actividades eróticas. A los 25 años consideraba casi obligatorio decir lo que uno tiene gusto en hacer, llamando pan al pan y vino al vino; ahora pienso que para qué contar lo que a uno le gusta, si a todos nos gusta hacer lo mismo y con media palabra nos entendemos”.
Gil de Biedma escribió de la felicidad furtiva; del paso del tiempo, que es el Tiempo y sus criaturas en la oscuridad. De la orfandad amorosa. Estos inéditos muestran sus cambios sobre su concepción de uno de sus grandes temas. Jaume siempre ha dicho: “La reflexión sobre la experiencia amorosa es constante, como en sus poemas. Y lo importante es que no se trata de un poeta gay, como lo es Cernuda o Cavafis. Gil de Biedma amaba seres humanos, no causas”.
Era un poeta que tenía una gran conciencia de su Yo, de su mundo para la poesía, y ese mismo Yo lo aplasta y le ahonda la sensación de desamparo.
En 1978 Gil de Biedma confiesa: "Pero mi felicidad no es otra en el fondo que la de querer y que me quieran, sumada a la de encontrarnos el uno con el otro, inesperadamente rescatados de la rutina urbana, sin nada que hacer más que disfrutar del intermedio".
Los vaivenes de su ánimo y su duelo con sus fantasmas y demonios lo llevan a reconocer que es feliz con Josep, pero escribe: "Lo que he descubierto ahora, siendo feliz, con una certeza que se ha ido haciendo cada vez más consciente, día tras día, es que hay una parte de mí que ya no desea vivir mucho".
Un privilegio conocer aún más a este Gil de Biedma conquistador de musas y domador de demonios.
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