La mujer
En unos años en que avanza el feminismo, Jeanne Moreau personifica ya una fractura total respecto de su tiempo
La mitología femenina en los años sesenta está dominada por el personaje de Marilyn Monroe, cuya excepcionalidad reside en sí misma, en su belleza y en su expresividad como sex symbol, pero no determina transformación alguna en el papel de la mujer, ni en la sociedad ni en las relaciones sentimientales y/o eróticas. A no ser que nos conmovamos con el Happy birthday, Mr. President.
Su protagonismo ha dejado en un relativo segundo plano a otras mujeres del mismo tiempo, como Brigitte Bardot, cuya aportación a la nueva sexualidad rompe los límites morales establecidos en el Je t'aime moi non plus, cointerpretado con Serge Gainsbourg. Recordemos también El desprecio de Godard.
La ruptura es de otro orden en el caso de Jeanne Moreau, aun cuando la carga de sensibilidad y erotismo esté presente en sus principales películas. En unos años en que avanza el feminismo y por consiguiente va cediendo la subordinación de la mujer, Jeanne Moreau personifica ya una fractura total respecto de su tiempo, incluso cuando en Los amantes (1958) tiene que sufrir la compañía del insípido Jean-Louis Bory y del calamitoso Alain Cuny. No hay otro personaje en el filme fuera de ella, situación que se repetirá en 1962 con La noche de Antonioni, donde devora literalmente a Mastroianni en una historia de desamor.
La mujer lo es todo en el mundo de su obra maestra, Jules y Jim. Y no es una fémina destructora de hombres, sino quien desde sus pasiones y su libertad hace siempre girar en torno a ella a los dos amantes, hasta la tragedia final.
Todo no fue triste, según evocaba el modisto Pierre Cardin al darle la bienvenida en 2001 como primera mujer en la Academia de Bellas Letras de Francia. En un anterior encuentro habían pasado días haciendo el amor en la habitación de un hotel de Venecia.
Babelia
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