Gritos de “libertad” contra la ley balear que prohíbe la muerte del toro
Los antitaurinos se manifiestan frente a la plaza de Palma por las últimas corridas programadas antes de entrar en vigor la norma
"¿Qué parte de no matarás no entiendes?" Es el lema que reza en la pancarta que sostiene un joven de veintitantos que junto a un centenar de personas se manifestaba una hora antes de que arrancase en la plaza de toros de Palma una de las últimas corridas tal y como se conocen hasta ahora. En unos días el Boletín Oficial de las Baleares publicará la ley que regula los espectáculos taurinos en el archipiélago y que prohíbe la muerte del astado en la plaza, así como el sufrimiento o maltrato del animal. Corridas sin sangre, ni muerte.
Un festejo que no será festejo para un chico de 17 años que espera junto a un amigo en la entrada del Coliseo Balear. Pantalones de pitillo blancos, zapatos de lustre negro y una camisa recién planchada. "Mi abuelo era taurino, mi padre también y espero que mis hijos lo sean" afirma muy seguro. Cree que los toros sin banderillas ni estoques no son atractivos para los toreros, que dejarían de venir a la isla porque "a ver quién es el valiente que se pone delante para torearlo sin nada".
Como tantos otros que asisten a la corrida -en la que Padilla, El Fandi y Castella torean seis astados de la ganadería de Marqués de Quintanar- cree que no será la última que se celebre en Palma. Antonio Calderón charla animadamente con sus cuatro amigos mientras sostienen colchonetas para aguantar sentados en las gradas de piedra de la plaza. "Esto no es competencia del Gobierno de Baleares" afirma mientras un amigo aprovecha para apostillar que "hay muchas cosas que son maltrato".
Todos opinan acerca de la nueva legislación balear y defienden que el Gobierno autonómico no tiene competencias para cambiar las corridas y que lo que se propone en el texto "es una chalotada". "A quien no le gusten los toros que no venga, que es un maltrato es según se mire. Que se haga un referéndum a nivel nacional, a lo mejor sería la solución" considera Calderón.
Junto a un nevera repleta de agua y refrescos espera Rocío González a su marido, que ha ido a casa a buscar a su hija de ocho años que se había quedado "con rabieta" por no poder acudir. Se ha enterado de que están entrando muchos menores a la plaza y ha comprado una entrada para la niña "que viene desde que tiene tres años". Critica la ley del gobierno de Armengol y la califica de "barbaridad", porque para ella es como si pidieran a los futbolistas "jugar con un balón cuadrado. "Están destrozando la cultura" argumenta con vehemencia.
Al otro lado de la calle, con una carretera de doble sentido de por medio y al menos siete furgones de la Policia Nacional, se manifiestan un centenar de antitaurinos que exhiben carteles con lemas como "No pararemos hasta la abolición" y "Toro hermano estamos a tu lado". El fuerte dispositivo de seguridad vigila para evitar cualquier tipo de altercado entre los dos bandos. En el lado animalista hay muchos jóvenes como Aina Sánchez, que considera que la ley balear tendría que haber ido más allá y prohibir los espectáculos directamente. "No entiendo cómo permiten que se celebre esta corrida" lamenta.
A las nueve y media en punto comienza el festejo. Los gritos de libertad inundan una plaza que no está del todo llena pero que cuenta con aficionados fervientes. "Libertad, libertad, libertad" claman las gradas, que exhiben algunas pancartas en las que declaran el pueblo de Fornalutx -con un conocido festejo de astados regional- como taurino. Sin embargo, los aplausos y pañuelos blancos de los asistentes no terminan de ahogar las consignas de los animalistas que una hora después continúan gritando frente a la plaza.
Babelia
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