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CRÍTICA | TRES DÍAS SIN CHARLIE
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Yo soy Yemen, sin ir más lejos

Un oratorio profano sobre la reacción que la matanza de ‘Charlie Hebdo’ produjo en las redes

Javier Vallejo
Una escena de 'Tres días sin Charlie'.
Una escena de 'Tres días sin Charlie'.DANIELA PATANÉ

Tres días sin Charlie

Autores: Quique y Yeray Bazo. Intérpretes: Sofian Elbenaissati, Marina Herranz, Pedro Ángel Roca, Marta Alonso, Somaya Taoufiki. Espacio  audiovisual y sonoro: Daniel Ramírez. Luz: Diego Palacio. Dirección: Juanma Romero Gárriz.
Madrid. Teatro del Barrio, hasta el 30 de julio.

Un oratorio civil sobre la matanza de Charlie Hebdo. Los hermanos Quique y Yeray Bazo rememoran lo sucedido a través del eco inmenso que tuvo en Twitter y en otras redes. En la línea del teatro documental, toman la palabra sucesivamente decenas de internautas, cuyas voces individuales emergen del enorme coro colectivo de rostros anónimos. A la precisa brevedad de los tuits y de las réplicas que se cruzan en el espacio digital, le sienta como un guante la asepsia quirúrgica de la puesta en escena de Juanma Romero Gárriz.

En Tres días sin Charlie no hay personajes, sino datos, observaciones y opiniones encontradas, solo alguna de ellas emitida con nombres y apellidos, entre las cuales las de Michel Houellebecq y Fernando Arrabal, pero también reflexiones de Voltaire, cuyo Tratado sobre la tolerancia, superventas a raíz del atentado mortal, viene a decir: “El principio universal del derecho humano es: ‘No hagas lo que no te gustaría que te hiciesen”.

Los hermanos Bazo ordenan con buen criterio el material vertido en las redes durante los tres días posteriores al atentado, sin ir más allá: echamos de menos su propia opinión, vertida directamente o a través de persona interpuesta. Cuando en su obra alguien dice que no desea ver por las calles de su ciudad mujeres con el rostro cubierto (salvo los ojos), pensamos en que semejante polémica ya se produjo en España con el bando de 1766, en el que Esquilache reiteraba la prohibición de los embozos, por motivos de seguridad, lo que dio lugar al célebre motín que lleva su nombre. Y cuando, más adelante, algunas voces hablan de fanatismo, ¿por qué no aprovechan los autores para nombrar la corriente fanática que se está imponiendo en el islam a golpe de petrodólares?

El trabajo de los intérpretes es elocuente y homogéneo. Impresiona escuchar a Sofian Elbenaissati hablar en árabe y la sentida verdad con la que Somaya Taoufiki dice: “Son criminales, pero no hace falta insultar a todos los árabes. Somos 1.800 millones de musulmanes, y la mayoría no vamos matando a la gente”, para añadir más adelante: “Lo siento mucho, pero yo no soy Charlie”.

Brillante en su economía expresiva, la recreación que Pedro Ángel Roca hace de Houellebecq. Estupendas, Marina Herranz y Marta Alonso, sustitutas de las intérpretes que estrenaron este montaje en el festival Fringe.

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Sobre la firma

Javier Vallejo
Crítico teatral de EL PAÍS. Escribió sobre artes escénicas en Tentaciones y EP3. Antes fue redactor de 'El Independiente' y 'El Público', donde ejerció la crítica teatral. Es licenciado en Psicología, en Interpretación por la RESAD y premio Paco Rabal de Periodismo Cultural. Ha comisariado para La Casa Encendida el ciclo ‘Mujeres a Pie de Guerra’.

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