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Feria de San Fermín

Lamentable estreno pamplonica

Jesús E. Colombo cortó dos orejas y salió a hombros gracias a su entrega y a una voltereta

Antonio Lorca

Lo mejor fue la imagen que presentaba la plaza de Pamplona -casi lleno en los tendidos- el día previo al chupinazo, sin el infernal ruido de las charangas y, lo que es peor, sin merienda.

Y destacó, también, la valentía y la entrega del novillero venezolano Jesús E. Colombo, al que engañaron entre todos sacándolo sin méritos a hombros por la puerta grande.

¿Y lo peor? Uf! La lista es larga:

El Parralejo/Marín, Colombo, Toñete

Novillos de El Parralejo, justos de presentación, mansones, blandos, sosos y muy nobles.

Javier Marín: media tendida (oreja); pinchazo, estocada atravesada y contraria _aviso_ cuatro descabellos _2º aviso_ y el novillo se echa (silencio).

Jesús E. Colombo: su primer novillo fue apuntillado (silencio); estocada (dos orejas).

Toñete: tres pinchazos y estocada (silencio); cuatro pinchazos y estocada _aviso_ (silencio).

Plaza de Pamplona. Novillada de feria. 5 de julio. Casi lleno. Se guardó un minuto de silencio en memoria de Iván Fandiño.

- el ruedo era una playa, con la arena suelta, impracticable para el toreo.

- el público, silencioso y aburrido durante las faenas, y verbenero y bullanguero a la hora de pedir trofeos inmerecidos.

- la presidencia, muy en su papel, pero sin criterio.

- los novillos, muy justos de presentación para la llamada Feria del Toro, comodísimos de cara (sin pitones, vamos), mansones, muy blandos, muy sosos y nobilísimos. Artistas venidos a menos.

- y novilleros sin misterio…

Los novillos y los novilleros no llegaron a entenderse; los primeros no sirvieron para el triunfo, pues si bien se les caía la cara de buenos, derrocharon esa sosería que destaca sobre la codicia e impide la necesaria emoción; eran novillos para jugar con ellos, pero no para jugarse nada, y menos el futuro.

Y los jóvenes toreros dejaron claro que carecen del misterio de la personalidad, de esa torería que dicen todos que llevan dentro, de esa capacidad innata para levantar a la gente de sus asientos y hacerla sufrir y gozar.

Colombo corroboró lo que ya demostró en San Isidro, que no quiere pasar desapercibido, que le sobran valor y ganas, y derrocha una entrega encomiable. Capotea con celeridad, destaca por su dominio de las banderillas y baja el tono muleta en mano. Se le ve seguro, fácil y suficiente; tanto como falto de hondura y empaque.

Su primero, quizá enfermo, se apagó tras el segundo tercio, se echó en la arena y no volvió a levantarse.

Ante el quinto, de mejores modales y algo más de vida, inició de rodillas la faena de muleta, y de tal guisa y de pie dibujó algunos derechazos estimables. No consiguió estar a la altura del templado novillo -lo suyo son medios pases y no le sobra exquisitez-, pero una espectacular voltereta de la que salió magullado y enarenado, precedió a unas ajustadas y muy irregulares bernardinas y una efectiva estocada, y le concedieron las dos orejas en un santiamén.

Lo de Marín, sin embargo, es preocupante. Toma la alternativa el día 29 en Tudela, y lo único que dijo es que está muy verde. Dio muchos pases, pero no transmitió nada y emocionó menos. A pesar de todo, sus paisanos navarros le regalaron una oreja en su primero, y dispuestos estaban a sacarlo a hombros si no escucha dos avisos ante el cuarto. Preocupante el futuro de este torero navarro.

Y Toñete (muy despegado y soso ante un primer novillo sin alma) se lució en una buena tanda de naturales con el muy noble y artista sexto. Corrió bien la mano y trazó con maneras los muletazos, pero no remató la obra. De hecho, todo quedó muy diluido y la impresión que dejó es que es un torero frágil. Y algo más: no sabe manejar el capote; y algo peor: no sabe manejar la espada.

Está en las primeras lecciones del curso, es verdad, pero ha tenido la osadía de presentarse en Pamplona, y eso son palabras mayores.

Bueno, eso dice la creencia popular, porque la plaza navarra parece una portátil, con un público jaranero, una presidencia dadivosa, unos novillos (los de ayer) impropios de la primera categoría, y unos novilleros, al menos dos de ellos, sin razones para viajar a feria de tan teórico prestigio.

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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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