Tuiteros que legislan
La escritora defiende la reflexión entre los políticos frente a la incontinencia que algunos ejercen en las redes
140 caracteres. Por supuesto que pueden contener belleza, un pensamiento complejo, un argumento, un cuento, un poema. Pero nos hemos rendido a las sentencias soliviantadas de Twitter y nos olvidamos de que pocas palabras pueden dar para mucho. Los libros de aforismos se abren por cualquier página, se lee uno al azar y se va paladeando un rato como si fuera un bombón o un Peta Zeta de aquellos que provocaban un bombardeo gustoso en su contacto con la saliva. Leo Bajas Presiones, el libro de aforismos de la joven Azahara Alonso y me encuentro con este: “La peor venganza contra un escritor es elegir a su compañero de estantería”. Cuánta ironía como verdad concentradas. A quien escribe le gustaría estar entre los grandes de todos los tiempos, pero el azar, el orden alfabético o el capricho del lector pueden castigar una vanidad pueril. Ahora, indignados ante tanto exabrupto en la red no paramos de afirmar que en tan mezquino espacio no se puede decir nada bueno, pero no es cierto, la belleza o la grosería no dependen de la extensión sino de la manera en que se utilicen las palabras, de la catadura moral de quien las escribe y, en ocasiones, de las copas que uno se ha bebido antes de pasar a la acción.
Para escribir hay que pensar, y hay usuarios que a la inmediatez de un medio como Twitter han añadido la impulsividad de su carácter. Es lo que hace Donald Trump cuando incapaz de controlar su chulería la expande rabioso por la red. Si algo bueno tiene esa incontenida agresividad es que por ahí, por esos escapes verbales a deshora, es por donde surte con más claridad el desprecio que le provocan otros seres humanos. Las mujeres, por ejemplo. Ya sabíamos que podía cargar contra algunas, en realidad, contra todas, haciendo referencias a la edad, la apariencia o la capacidad mental, y también es célebre su mórbida pasión por la sangre femenina, porque en su trastornada cabeza si una mujer le contradice es debido a que tiene las hormonas desatadas por la menstruación. Esta semana lo ha vuelto a hacer con la periodista Mika Brzezinski escribiendo, “ella sangraba mucho por un estiramiento de cara”. Lo desesperante es que no sabemos muy bien si esta actitud desatada y chulesca, temible en alguien que concentra tanto poder, afecta en algo al crédito que le prestan los ciudadanos o si es considerado algo anecdótico en comparación con la deriva de la economía, por ejemplo. Hay que recordar el comentario recurrente y exculpatorio que hacían los votantes de Trump sobre los insultos o burlas que dedicaba hacia negros, inmigrantes, mujeres o discapacitados: “Él se atreve a decir lo que otros callan”. Está claro, para algunos la corrección política ha constreñido su legítima necesidad de sentirse superiores.
Pero Trump no está solo. Los políticos se han aficionado a anunciar rupturas, simpatías o acuerdos en un tuit. Mala política y mala literatura. Nos mereceríamos algo más. Por la mañana, Albert Rivera aparecía entrevistado por Pepa Bueno exponiendo en tono voluntariamente razonable el proyecto de ley de maternidad subrogada, y horas más tarde, su compañero de partido, Juan Carlos Girauta, se arrancaba con el siguiente tuit: “O sea que tu cuerpo es tuyo para abortar pero no para gestar desinteresadamente el hijo de otros. Ya”. Di que sí, a la pata la llana. ¿Qué debemos pensar ante semejante grosería, que en realidad Girauta se expresa a la manera en que su jefe no se atreve? Dada la que se montó, ingenua de mí pensé que Girauta se iba a disculpar, animado tal vez por su jefe, pero no, se envalentonó más, y a respuesta de una mujer que le precisaba, “en cualquier caso su cuerpo no puede ni abortar ni gestar”, el airado diputado concluyó: “No señora, el mío legisla”. ¡Oh, legisla! Se traslucen muchas cosas de estas breves pero significativas declaraciones del político tuitero, tantas como para pensar que alguien que habla con esa falta de respeto y contención de la intimidad de las mujeres no es la persona más adecuada para defender una ley que, sobre todo, por encima de todo afecta a esa mitad de la población a la que se dirige con tan incontenible superioridad moral.
"La cosa más vulnerable y, sin embargo, más invencible es la vanidad humana: su fuerza crece incluso al ser herida y puede acabar por llegar a ser gigantesca". Lo dijo Nietzsche en unos 129 caracteres, pero pensándolos mucho, y dando mucho que pensar.
Babelia
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