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Crítica | El fin de la violencia
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Carta con el séptimo sello

Sergio Martínez Vila habla de la desobediencia en un contexto distópico, a lo largo de una obra episódica extensa, que cabe reequilibrar y ceñir

Javier Vallejo
Un momento de 'El fin de la violencia'.
Un momento de 'El fin de la violencia'.

Si pasamos por alto las consideraciones que su autor hace en un prólogo escrito, El fin de la violencia puede verse como una fábula distópica: el mundo de hoy, dentro de muy poco tiempo. Sergio Martínez Vila presenta su obra como un “manual de desobediencia civil”, pero la oscuridad en la que en la ficción se sume la Tierra durante tres días, la persecución letal callejera a la que se ven sometidos los teleconcursantes de los que nos habla o su mención de que los atletas de cualquier deporte pagan con la muerte la derrota, nos sitúan en un siglo XXI tan ingrato como el que Stephen King describe en El fugitivo.

EL FIN DE LA VIOLENCIA

Autor: Sergio Martínez Vila. Intérpretes: Esther Blanca, Esteban Hirschhorn, Sergio López. Escenografía: Juan Sanz. Dirección: Rosa Briones.

Madrid. Sala Cuarta Pared; hasta el 1 de julio.

Del friso de episodios independientes que componen El fin de la violencia, el que mejor responde al enunciado de Martínez Vila es la diatriba contra la maternidad que una joven recién desembarazada de su feto le dedica a su pareja. En este monólogo que respira sinceridad se ve un autor, y en la interpretación de Esther Blanca, una actriz.

La pieza, sucesión de soliloquios y de diálogos, queda desequilibrada por lo sobredimensionado del episodio doble que protagonizan un Zeus gastrónomo, director de empresa multinacional, y un Prometeo contemporáneo, que firma un contrato indefinido como esclavo suyo. El irónico episodio del político que tuvo una revelación en sueños, deja mejor sabor de boca. Todo este material cabe depurarlo y ceñirlo en hora y media. .

Rosa Briones, directora del montaje, se las ingenia para convertir en acción monólogos discursivos. Esteban Hirschhorn, Sergio López y Esther Blanca, los intérpretes, se pegan un maratón equivalente al de un tenista que jugara a solas un partido de dobles. Perspicaz, el uso escenográfico que Juan Sanz hace de artefactos que habitualmente están entre cajas.

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Sobre la firma

Javier Vallejo
Crítico teatral de EL PAÍS. Escribió sobre artes escénicas en Tentaciones y EP3. Antes fue redactor de 'El Independiente' y 'El Público', donde ejerció la crítica teatral. Es licenciado en Psicología, en Interpretación por la RESAD y premio Paco Rabal de Periodismo Cultural. Ha comisariado para La Casa Encendida el ciclo ‘Mujeres a Pie de Guerra’.

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