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Feria de Hogueras de Alicante

Juan Bautista, un torero en plena madurez, y Escribano, a hombros

La corrida de Adolfo Martín, desigual de presentación, contó con tres toros excelentes

La corrida contó de entrada con dos minutos emotivos. El primero, al acabar el paseíllo, en memoria de Iván Fandiño. Silencio sepulcral, monteras y castoreños en la mano; una ovación cerrada en homenaje al héroe caído. Ovación cosida a otra ovación, la dedicada a Escribano al año de caer gravemente herido en esta plaza. Dos reconocimientos; dos homenajes. Y, después, salió el toro.

Y el primero que apareció, abierto de cuerna pero nada exagerado, sacó la denominación de origen de la casa. Enterado ya con el capote, no se dejó torear, a pesar del farol de rodillas con el que le saludó Rafaelillo. Difícil toro, que desarrolló listeza siempre, sin disimulos. Rafaelillo se dispuso de entrada lidiador con la muleta. Luego consintió, sin que el toro respondiera igual. Robó naturales sueltos, de mérito, y sorteó alguna colada malintencionada con manifiesta soltura. Comprometido, valeroso y muy suficiente. Luego, con la espada, restó memoria a lo anterior.

Otra lidia a la antigua usanza en el cuarto. Toro con cuajo, que solo cumplió en varas. Toro buscón desde el primer muletazo y faena de pelea sin cuartel. A robar los muletazos, si se podía, y a sortear las coladas y malos sentimientos de un toro que no quiso concordia y sí mucha guerra. Rafaelillo trató de consentir, pero sin el consentimiento del toro. Así era imposible el acuerdo entre ambos. El murciano tiró de pundonor, de garra, de ser torero bravo. La pelea final, casi épica, con el toro en busca y captura del torero, tuvo sabor de otro siglo. Y otra vez la espada no le funcionó a Rafaelillo. Pero le reconocieron el mérito.

MARTÍN / RAFAELILLO, BAUTISTA, ESCRIBANO

Toros de Adolfo Martín, muy desiguales de presentación, de tipo y cara. También distintos de juego. Excelentes segundo, tercero y quinto, manejable el sexto y complicados primero y cuarto.

Rafaelillo: pinchazo, estocada y cuatro descabellos (silencio); dos pinchazos, estocada _aviso_ y cinco descabellos (saludos).

Juan Bautista: gran estocada (oreja); pinchazo y gran estocada (oreja).

Manuel Escribano: estocada baja (oreja); buena estocada (oreja).

Plaza de Alicante, 21 de junio. 1ª de Hogueras. Un cuarto de entrada. Se guardó un minuto de silencio en memoria de Iván Fandiño.

Cara de rata y largo el segundo, que sí se dejó torear con el capote. Templado siempre Bautista, que lanceó pulcro y limpio. Los doblones de inicio de faena tuvieron torería y todo lo que vino después materia de torero muy maduro. Buen toro este segundo, que humilló y metió la cara entregado. Bautista siempre lo llevó bien toreado, muy concentrado. Tan frío como sereno y muy seguro de lo que hacía. Sobre la derecha, los mejores muletazos. Alguno con profundidad, aunque la última serie con la izquierda no tuviera la altura de todo lo anterior. Mató de una muy buena estocada y el premio fue tan justo como merecido.

El quinto, de los mejores hechos de toda la corrida, pareció comerse el mundo en banderillas y, luego, en las manos de Juan Bautista si no fue de mantequilla casi lo pareció. Una demostración de torero en sazón. De clara solvencia. Sin ataques a la desesperada; con paciencia y buena letra, fue poniendo al toro a sus órdenes. No fue labor ligada, porque el toro aún entregado tenía su aquél. Pero todo tuvo consistencia, incluso pareció recrearse Bautista en algunos muletazos en redondo. La serie final al natural, cargando la suerte, tuvo fondo y belleza. Una gran estocada tumbó al toro sin puntilla, previo un pinchazo en todo lo alto. Y, de nuevo, el premio fue merecido.

De tercero saltó un toro con cuajo, aunque tampoco exagerado de cara. También se dejó torear con la capa, con un Escribano ajustado. En banderillas, seguridad sobre todo, con un llamativo tercer par al violín. Tras el brindis a los médicos que le atendieron hace un año, la faena levantó el telón con dos cambiados por la espalda entre otros tantos banderazos. No tuvo continuidad la faena. Con el toro humillado, pero cada vez a menos, Escribano compuso labor de altibajos. Sincera. Aseada. Sin arrebato también. Con el toro ya muy parado y frenado, todo el pescado estaba vendido. La estocada cayó baja, pero se pidió la oreja y el premio pareció también justo dadas las circunstancias.

El sexto fue el toro más descarado de pitones, pero también el más cortito y de apariencia menor. En banderillas hubo riesgo, pero también fue un tercio desigual. Escribano brindó el toro al torero alicantino Francisco José Palazón, que se recupera de una grave enfermedad. La faena, siempre desigual, estuvo marcada por la voluntad absoluta del torero sevillano. Faltó gobierno a la faena, pero tuvo cierta emoción. Con el toro manejable, pero listo, Escribano no escatimó esfuerzo. De lo mejor, una serie con la izquierda al final y otra de mucho aguante. Un desplante, despreciando los trastos, fue previo al colofón de otra buena estocada.

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